Benavente, 14 de diciembre de 1230
Con los
dineros obtenidos de los hispano-musulmanes, a cambio de ayuda militar, el rey
de Castilla Fernando III, compra el trono leonés a sus hermanastras, las
Infantas, Sancha y Dulce, que habían heredado el reino de León el 1º de octubre
de 1230 por disposición testamentaria de su padre Alfonso IX.
Tras la renuncia oficial de las Infantas a sus derechos sucesorios. Fernando III tiene
el camino expedito para unificar definitivamente Castilla y León separados por
Alfonso VIII setenta años atrás.
A
primeros de octubre al recibir la noticia de la muerte de Fernando III había
decido levantar el sitio de Jaén, porque no estaba dispuesto a desperdiciar la
ocasión histórica que se le presentaba.
En su
fuero interno anidaba el firme propósito de arrebatar a cualquier precio los
derechos sucesorios a sus hermanastras, nacidas del matrimonio de Alfonso IX
con Teresa de Portugal, matrimonio que había sido anulado por el Papa cuatro
años después de su celebración.
Fernando
en cambio era, fruto del segundo matrimonio de Alfonso IX mediante el cual el
monarca leonés había desposado con Berenguela de Castilla, una de las hijas de
Alfonso VIII. Y aunque este matrimonio
no había sido anulado también por el Papa, a Fernando III no le cabía la
menor duda sobre la legitimidad de sus aspiraciones a la corona del reino de
León.
Por su parte
Doña Berenguela compartía el sentir de su hijo Fernando, de ahí que decidiera
reunirse en Valencia de Don Juan con la madre de las Infanta Sancha y Dulce,
para negociar la renuncia de éstas al trono.
El 1 de noviembre de 1230 ambas reinas anunciaron
su reconocimiento de Fernando III de Castilla como rey de León.
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