LA GUERRA SANTA DE AL-NASIR
Al-Andalus,
1 de junio de 1.211 el emir de los almohades, Mohammed al-Nasir, reúne un
poderoso ejército en Sevilla, de casi 300.000 hombres, formados por las tropas
almohades y las que ha traído al-Nasir del norte de África.
Cuando en
1.209 al-Nasir comprueba que el imperio almohade se está desmoronando, y que el
poder se le escapa de las manos, declara la guerra santa en todos sus territorios
para tratar de evitar la anunciada caída almohade.
Tras
luchar contra sus enemigos en el norte de África al-Nasir parte de Marrakech
hacia Argel (5 de febrero de 1.209) donde
se une al ejército que ha organizado para desplazarse a combatir a la Península.
A
principios de mayo de 1.211, al-Nasir atraviesa el Estrecho de Gibraltar, y en el
mes de junio une el ejército de África a las tropas almohades concentradas en
Sevilla. Cuando llega a oídos de los
cristianos que los almohades han reunido un poderoso ejército, el pánico
hace acto de presencia en los distintos reinos cristianos.
Sus monarcas no
saben cómo reaccionar, y permanecen a la expectativa, más que alertas, en espera
de los posibles acontecimientos.
La
respuesta almohade a las expectativas cristianas no tarda en producirse y el 15
de julio de 1.211, al-Nasir encabeza una tropa enfervorecida hacía tierras de
Castilla ilusionado en repetir las hazañas logradas en Alarcos el 19 de julio de 1.195. Sin
embargo, las huestes almohades detienen pronto su avance frente al castillo de
Salvatierra, cuya defensa tiene encomendada la orden de Calatrava.
Los
almohades inician un largo asedio, mientras los calatravos esperan una
inexistente ayuda del rey castellano Alfonso VIII.
El rey
castellano demasiado asustado para acudir en ayuda de sus súbditos, ante el
temor de perder las tierras que tanto le ha costado reconquistar, deja a su
suerte el castillo de Salvatierra, que tiene que rendirse por fin en 1.211.
La caída de
la fortaleza causa tal conmoción, en todo el mundo cristiano, que Alfonso
encuentra en esa pérdida una espléndida excusa para solicitar al papa la
organización de una cruzada contra los almohades aunque estos no avanzan más allá de Salvatierra
CRUZADA CONTRA LOS ALMOHADES Febrero de 1212. Empiezan a llegar a Castilla con sus respectivas huestes los primeros caballeros ultramontanos que han decidido participar en la cruzada convocada contra los almohades. El contingente Almohade, queda constituido por casi 300.000 soldados, se han reunido en Sevilla en 1211, se han formado en respuesta a la llamada lanzada en 1.209 por al-Nasir, declarando la guerra santa en todas sus tierras. La amenaza almohade de una guerra santa asusta sobremanera a los reinos cristianos de la Península.
El monarca castellano Alfonso VIII ya había tomado medidas de refuerzo desde que en 1211 cae en poder de los almohades la fortaleza de Salvatierra que estaba defendida por la orden de Calatrava, ahora pide al papa una bula decretando una cruzada contra los almohades en la península ibérica con igual indulgencia plenaria que las Cruzadas de Tierra Santa.
El Papa Inocencio III concede a Alfonso VIII las concesiones que requiere el enfrentamiento y se prevé la ofensiva para el verano de 1212. La llamada a la Cruzada se extiende por toda Europa, atrayendo la atención ante la posibilidad de conseguir indulgencias sin abandonar el continente.
Además para asegurar la buena organización de la campaña ordena guardar tregua a todo el que tenga cuestiones pendientes con el rey castellano, bajo amenaza de excomunión, Los emisarios castellanos se dirigen a todas las cortes europeas, llevando las normas o breves de la cruzada, así como la promesa de Alfonso VIII de pagar sueldo y avituallamiento a los caballeros que acudan a la Península y a las tropas que le acompañen.
Como lugar de reunión se fija la ciudad de Toledo, siendo el 31 de mayo de 1212 el último día de plazo para acudir a la cita,
Mientras no llega a Toledo el rey castellano, los cruzados se encuentran a las órdenes del Arzobispo de la ciudad Rodriguez Jimenez de Rada, que se convierte también en historiador del magno acontecimiento. Los primeros extranjeros en llegar fueron los franceses que aparecen en febrero de 1.212, con figuras como los Arzobispos de Narbona y Burdeos, y el obispo de Nantes, Los franceses agrupan a 2.000 caballeros con sus pajes de lanza, 10,000 soldados de a caballo y 50.000 peones.
A estos se unen luego las escasas huestes del navarro Sancho VII, los 60.000 castellanos y los 50.000 aragoneses aportados por Pedro II el Católico, que ha de correr para poder acudir a tiempo.
Mientras se espera poner en marcha la Cruzada, los soldados ultramontanos inician sus primeros hechos de armas por su cuenta, tomando como objetivo la comunidad judía de Toledo. Algo normal en las cruzadas pero que no es comprendido por la mentalidad peninsular que pone fin a tal desmán, gracias a la intervención de Pedro el Católico y Alfonso VIII.
Por fin en el mes de junio se inicia la campaña. Tras la toma de Calatrava y Malagón, ya a principios de julio los cruzados ultramontanos abandonan la cruzada, según dicen obligados por el calor sofocante y la sed. A esto habría de añadir el poco botín que se consigue en las conquistas y el que no se permita pasar a cuchillo a todos los musulmanes derrotados, antigua tradición cruzada que no guarda relación con la norma general seguida en toda la reconquista.
Gracias a esta deserción, todo el honor, y todas las indulgencias prometidas por el Papa Inocencio III que se consiguiera tras la batalla de las Navas de Tolosa el 16-7-1.212, quedan en manos hispanas
BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA
16 DE JULIO DE 1212.- Las tropas castellanas vencen a los almohades cerca de la población jienense de Las Navas de Tolosa, gracias a la unión de las fuerzas de Castilla, Aragón y Navarra. El 21 de junio, parte de Toledo un gran ejército formado por castellanos, aragoneses, navarros y ultramontanos, con dirección a las Navas de Tolosa. Tras apoderarse de Malagón y Calatrava, la mayor parte de los extranjeros regresan a sus lugares de procedencia quedándose únicamente el pequeño contingente del obispo de Narbona. Poco después de la toma de Caracuel y Almodovar, se une al ejercito Sancho VII el Fuerte de Navarra con sus huestes, ajeno hasta ahora a la campaña por diferencias con Alfonso VIII de Castilla.
Las noticias sobre la participación de cruzados extranjeros y la formación de un ejército cristiano tan numeroso, hacen que el califa al-Nasir intente desgastar al enemigo, antes de enfrentarse directamente, para ello escoge el farragoso paso del Muradal como lugar más adecuado para llevar a cabo su plan y reserva para el golpe final.
Conociendo las costumbres de los ultramontanos y la escasez de víveres de los cristianos al-Nassir piensa que el combate se le presenta favorable y acampa cerca del paso llamado de la Losa, ya dispuesto a la lucha.
El 12 de julio, los cristianos avistan a los musulmanes que cortan su paso por la Losa. Reunidos los tres monarcas deciden hacerles frente y pasar por el desfiladero llamado el Rey, que los almohades no conocen o han olvidado cerrar. Al ver que el enemigo parece que se retira, la sorpresa de estos es enorme. Los musulmanes siguen a los cristianos y, pasando la sierra, acampan frente a ellos . Viendo que han fracaso en su plan de cortarles el paso, el día 14 al-Nasir se dirige con su tropa al campo de batalla y dispone a sus hombres para el ataque.
Los musulmanes pasan toda la jornada y la siguiente esperando que los cristianos presenten batalla, pero estos no se mueven, ya que han decido esperar al lunes.
Po fin la noche del 15 los soldados cristianos salen ordenadamente del campamento disponiéndose en tres cuerpos; en el centro el de Alfonso VIII, a la izquierda Pedro II y a la derecha Sancho VII, milicias concejiles de Segovia, Ávila y Medina.
Por su parte los musulmanes colocan en vanguardia las tropas ligeras, en lo alto de un cerro los arqueros y la élite almohade y a ambos lados los contingentes árabes.
El combate comienza por el avance castellano y lo que parece un desastre cristiano, pronto se convierte en una victoria, gracias a la caballería. Desbandada la vanguardia almohade empieza la lucha con el grueso del ejercito de al-Nasir, mientras se lucha este permanece en su tienda leyendo el Corán, rodeado de esclavos encadenados y armados con lanzas.
Castillo de Baños de la Encina
Cuando el ataque cristiano arrolla a los musulmanes que huyen perseguidos por el enemigo, al-Nasir ya ha escapado. Tras el combate los cristianos que han provocado numerosísimas bajas a los musulmanes, reconquistan Úbeda y Baeza, Tolosa, Vilches y Baños de la Encina.
La victoria de Las Navas de Tolosa constituye un hito, en ella intervinieron fuerzas de Burgos, Medina del Campo, Valladolid, Cuellar, Segovia, Soria, Ávila, Arévalo, Almazán, Medinaceli, Béjar y San Esteban de Gormaz, y fuerzas extranjeras llamadas ultramontanas.
Esta batalla entre musulmanes y cristianos constituyó un hito histórico na sólo para los cristianos, sino para los musulmanes. Para los primeros especialmente para Castilla significa dejar expedito el camino hacía al-Andalus. Para los musulmanes, es el fin de la hegemonía almohade que tiene en esta derrota el principio de su decadencia.
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