Córdoba,
29 de junio de 1236. Las tropas castellanas ocupan la ciudad de Córdoba, aprovechando
el desmembramiento del poder almohade. La
conquista de la antigua ciudad califal, que
la historia llama patricia de las otras ciudades. Esto es patrona y ejemplo de
otros pueblos de Andalucía según la Crónica General se produce gracias a un
golpe de suerte.
A principio
de 1236 unos desertores musulmanes informan a los castellanos, que se hallan en
la cabecera del Guadalquivir de que la ciudad de Córdoba se encuentra
desguarnecida y que ha de resultar fácil apoderarse de su arrabal o Ajarquia.
A
comienzos de enero un pequeño grupo de soldados toman el Arrabal de Córdoba y
solicitan la ayuda inmediata de Fernando III, que se encuentra en Benavente (Zamora)
El 7 de
febrero Fernando III se presenta ante Córdoba, aunque no establece el cerco de
la ciudad hasta Abril con el apoyo de las huestes de numerosos caballeros y
obispos,
El
gobernador de Córdoba, Ben Hud se traslada a Écija y de allí a Valencia que
también se encuentra sitiada. Ante esta acción. Los cordobeses más vencidos por el hambre que por las armas
acaban rindiéndose.
Las
primeras medidas castellanas se dirigen a restablecer el culto cristiano en la
mezquita, despojada ahora de sus lámparas, que antes fueron campanas de
Santiago, que fueron de viaje inverso a la capital compostelana por Almanzor en
997.
La reconquista
de Córdoba atrae una ingente cantidad de hombres que superpueblan rápidamente la
ciudad hasta que la carestía de vida les haga abandonarla, mientras los
musulmanes llorando y gritando marchan para siempre llorando a gritos buscando
refugio en Granada.
A parte
del efecto psicológico que supone la conquista para los musulmanes y cristianos,
por su antigua importancia como capital califal. La caída de Córdoba deja
expedito el camino para la conquista castellana del valle medio del
Guadalquivir.
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