
Ya de bastante mayor hicimos
una visita a Segovia bañada por los ríos Eresma, Adaja y Clamores, donde pronto vimos descollar como principal
anfitrión a su hermoso Coloso que con su
gigantesca presencia granítica, me daba
la sensación de darme la bienvenida agradeciendo la visita, yo por mi parte
dije para mis adentros mientras que el mundo exista tu también existirás para
siempre.
Existe
alguna discordancia respecto a la época que fue construido hay historiadores
que se inclinan a la época de Augusto, otros opinan haber sido construido bajo
el Imperio de Trajano, mientras otros dicen
fue en época del Emperador Claudio, pero da igual, que más
da, ahí está gallardamente aguantando
impertérrito el paso de las centurias deteniendo el paso del tiempo como si
nada, no le afectaron ni las inclemencias de las lluvias ni del viento, ni
tampoco los temblores de tierra, alguna
barrabasada tuvo que sufrir de manos de los dañinos humanos en 1072 que tan
proclives somos a causar daños.
La
Guía que yo poseía al hacer la visita a Segovia se llamaba Castilla La Vieja
cuyo autor fue D. Dionisio Ridruejo Jiménez (El Burgo de Osma Soria
1912-1975), esta comenzaba narrando los datos técnicos de la superestructura diciendo:

La
construcción es de granito en grandes bloques que guardan regularidad y
simetría, están montados sin argamasa, ni plomo, ni otros aditamentos, parece
como si los bloques estuvieran encastrados unos sobre otros. Como detalle de
curiosidad existe constancia que un armón de artillería logró algún que otro
desperfecto en el segundo y tercer cuerpo en tiempos de guerra, pero fueron
reconstruidos con posterioridad aunque tuvieron que pasar siglos.
El
secreto de su esbeltez está en la planta rectangular de los pilares ligeramente
piramidales, tiene un frontón rectangular que monta sobre tres pilastras
mayores, donde en sus mejores días debió contener una cartela de bronce hoy desaparecida
con inscripción conmemorativa y a la que sobremonta un pilar con una hornacina
en cada frente.
Se
sabe con seguridad certera que la obra pertenece al arquitecto Cayo Julio
Lacer, que construyó también el célebre puente de Alcántara, no han faltado
inconformistas con opiniones contradictorias, pues algunos de sus arcaísmos
constructivos han llevado a más de un experto a datarlo en el periodo de Roma
republicana.
Las
hornacinas fueron ocupadas con imágenes cristianas de la Virgen y San Sebastián
hacia 1520, unos treinta años después que los Reyes Católicos como se les
denomina comúnmente a Isabel I de Castilla y su esposo Fernando II de Aragón,
título que le otorgó el Papa Alejandro VI en 1496, estos monarcas hubieron ordenado
restaurar los arcos que faltaban en la parte del recodo.
Esta
obra de romanos es la mayor que soportan el paso del tiempo y que se mantiene
sin daño y por supuesto en disposición de uso, el Acueducto sube a la ciudad
las aguas procedentes del arroyo Acebeda allende de la Sierra de Guadarrama,
concretamente de la Fuenfría, toma en su
inicio una acequia mural en un arca sedimentadora antes de penetrar en el
colosal monumento.
En
antiguos cuadros de fin de siglo XVIII se puede ver que, en sus inmediaciones
existían multitud de casuchas muy pintorescas adosadas a los muros de su
arquería, y todo el puente cubierto de hiedra.
Este Acueducto ha visto de todo y también se ha salvado de las avalanchas de los bárbaros y de las rarezas oscuras medievales, de la morisma y de la invasión napoleónica que en otros sitios de nuestro lar ibérico causaron verdaderos estragos.

Por la
parte de la muralla se puede subir a lo alto del Acueducto ya que es el punto
más bajo y allí existió un huerto que llamaban corralillo de San
Sebastián.