martes, 29 de marzo de 2022

LA SIERRA DE CABRA

 

                                           LA SIERRA DE CABRA



Don Juan Valera, egabrense de pro, localiza en estas montañas egabrenses bastantes episodios en sus obras Pepita Jiménez, las ilusiones del Doctor Faustino y Juanita La Larga, estos párrafos son de esta obra <<los gorriones, los jilgueros, las golondrinas, y otras cien especies de pintados y alegres pajarillos salen a la campiña con el alba, a coger semillas, cigarrones y otros bichos con que alimentarse; pero todos anidan en el término de Villalegre (Cabra), y vuelven a él, después de sus excursiones, para guarecerse en sus sotos y umbrías, para beber en sus cristalinos arroyos y acequias y para regocijar aquel oasis con sus chirridos, trinos y gorjeos.



Aquellos peñascos áridos y desnudos se diría que forman como un enorme vaso lleno de la tierra más fértil, La Nava es una meseta que tendrá por la parte más ancha dos leguas de extensión.

En las laderas que se inclinan hacia La Nava hay viñas, almendros, acebuches y encinas, en la misma Nava, prados cubiertos de hierbas y mil flores silvestres.



En las orillas de los arroyos se han formado sotos frondosos donde resplandecen los alisos, los álamos blancos y negros, los fresnos y los mimbrones.

Cuando un arroyo hace remanso crecen los juncos, las espadañas y la juncia, y por todas las orillas embalsaman el ambiente los mastranzos, el toronjil y la mejorana. 



                                                                     
                                         

Pronto nos fuimos introduciendo por algunas sendas que dividen las huertas que hay en torno de la villa. La primavera con todas sus galas nos muestra su hermosura y sus atractivos con todas sus galas. En el borde de las acequias, por donde corría con grato murmullo al lado de la senda el agua fresca y clara, había violetas y mil silvestres no cultivadas flores.


Los manzanos y otros frutales estaban también en flor y la hierba nueva en el suelo y los tiernos renuevos en los álamos y en otros árboles lo esmaltaban todo de alegre y brillante verdor. Los pajarillos cantaban; el sol naciente doraba ya con vivo resplandor en los más altos picos de los montes y un ligero vientecillo doblegaba la hierba y agitaba con leve susurro el alto follaje.



No se tardó en cambiar el paisaje al salir de las huertas entre olivares y viñedos para tomar las no frecuentadas veredas dirección hacía la sierra peñascosa donde la capa vegetal no permite el cultivo, donde no hay gente está pelada la tierra y sólo cubierta a trechos de malezas y ásperas jaras, de amarga retama, de tomillo oloroso y de ruines acebuches, chaparros, quejigos.



Andando entre una estrecha cañada que se extiende entre los cerros formando declive, iba saltando por él un arroyuelo  y  sonando al chocar en las piedras. El arroyuelo al llegar al sitio llano y más hondo se dilataba formando remanso circundado de espadañas y de verdes juncos, algunos alerces y gran abundancia de mimbrones y de frondosas adelfas cubiertas de flores rojas, y no pocos espinos, escaramujos y rosales silvestres, llenos de blancas y encarnadas mosquetas, este sitio tan apacible convidaba al reposo y también a beber el agua limpia del remanso.



El sol, que se había elevado ya sobre el horizonte y se acercaba el cenit, difundía mucho calor y luz sobre la tierra y nos pusimos a contemplar el agua antes de beberla.


He aquí lo que es la sierra cual rico esmalte o cual bordado primoroso; los lirios morados, la savia purpúrea, la amarilla gualda y las blancas margaritas, las marimoñas y las mosquetas, las adelfas arbóreas…el romero…el tomillo….las violetas, y las aves con sus alegres cantos de pitirrojos, vegetas, oropéndolas, verderones, jilgueros y ruiseñores, que en la noche cantan en la espesura.




Es una hermosa  y bella descripción la que nos hace don Juan Valera de estos lugares, a veces desconocidos por muchas personas, son   rincones serranos de la Subbética  cordobesa. que desluego nos invita a conocerlos. 


Cabra de Córdoba.



 

 

 

domingo, 27 de marzo de 2022

LOS REYES ISABEL Y FERNANDO LOS REYES CATÓLICOS

                                                                    


Isabel y Fernando.

DESDICHADA herencia la que recogió Isabel I de su deshonrado hermano Enrique: la Corte, convertida por su pravedad y lascivia en un burdel; desbordadas las pasiones en todos los bandos, estragada la moral, el Tesoro en bancarrota; abusiva conducta de los ambiciosos cortesanos de basta epidermis, taifas continuadoras de la obra revolucionaria del levantisco Arzobispo Carrillo, traidores los más,  que amparaban a la Beltraneja, fruto de las liviandades de la mujer de Enrique IV con Beltrán de la Cueva. ¡Repugnante espectáculo!.

                                                                       Beltran de la Cueva.

                                             

                                                           

                                                                
                                         La rendición de Boabdil. 

Sin embargo, gracias a Isabel de varonil fortaleza y severo carácter, raro en su sexo, dio comienzo en los Reyes Católicos el excelso reinado que abrió a España las puertas del poder mundial, innovado con habilidad innegable y con sabias medidas coercitivas  a los corruptos hábitos, colocando bien erguido el pabellón nacional con dos gloriosos hechos que admiraron el orbe entero; el descubrimiento de América y la expulsión absoluta de los musulmanes de tierras hispanas.

Castillo de Arévalo
                                                     
                                                           
                                               Beatriz de Bobadilla


Pasó los juveniles años junto a su madre, en el castillo de Arévalo, donde compartió sus juegos infantiles en estrecha amistad, que duró toda la vida, con la vivaracha niña Beatriz de Bobadilla hija del Gobernador de la fortaleza. 

   Casó con Fernando V de Aragón, sirviéndoles constantemente de divisa el <<Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando>>, que equivalía a otorgar                        iguales atribuciones a iguales cónyuges.


                                                                                   Boda

La solemne boda se llevó a efecto en Valladolid, en casa de Juan Vivero,  el miércoles 18 de octubre de 1469, en el mismo lugar donde se conocieron ambos Príncipes, mansión en que se albergaba Isabel.

Bendijo la unión el intrigante Arzobispo Primado, Alonso Carrillo de Acuña, el mismo que, ensoberbecido, amenazó después a los Reyes con arrebatarles el Reino, y con palabras textuales <<hacer volver a hilar la rueca a la Reina>>.

El Arzobispo Carrillo


Abatieron sin vacilación y acabaron con el bandidaje, obtuvieron bravamente la victoria decisiva de Boabdil en Granada, último baluarte de la morisma, ondeando al fin en las almenas de la Alhambra la inmaculada bandera de Castilla y protegieron a Colón.

                                                                     Isabel I de Castilla

Alma la de Isabel, enriquecida de virtudes e inclinada a la bondad hacía el prójimo, sufrió enormemente con la muerte de dos de sus hijos, con los devaneos de su esposo y con las desavenencias que surgieron en el hogar conyugal de su otra hija doña Juana.

La Reina Isabel en su lecho de muerte.

En los postreros instantes recibió con fervoroso anhelo los Sacramentos, y devorada por la fiebre, expiró en noviembre de 1504, en el Castillo de la Mota, de Medina del Campo.

Sus venerandos restos, así como los de su augusto esposo yacen en la capilla Real de la Catedral de Granada.

                                                           El rey Fernando de Aragón,

Don Fernando falleció de un ataque de hidropesía, el 23 de enero de 1516, después de haber casado nuevamente, a los cincuenta y tres años, con doña Germana, condesa de Foix, que rayaba en los diecisiete años de edad.


 

 

lunes, 21 de marzo de 2022

MÉRIDA, LA SEGUNDA ROMA

 

                            MÉRIDA LA SEGUNDA ROMA


                                               


En el año 25 a. C en los albores de la pujanza romana, el Emperador romano Octavio Augusto, ordenó fundar la  ciudad llamada Colonia Iulia Augusta Emérita, siendo  una de las ciudades de civilización más avanzada, para alojar a los veteranos de las legiones romanas que habían participado en las guerras cántabras.

Los árabes profanaron sus enormes monumentos, y tanto Abderramán como Muza, no se abstuvieron de abusivas y bellacas especulaciones, parte en beneficio de otras ciudades. Dichos aprovechamientos y  el vaivén de asoladoras guerras tan vorazmente se cebaron en la excelsa Mérida y con tan honda huella hincaron la uña en su tesoro, en un intervalo relativamente breve, que hoy ha quedado reducida la gran Ciudad a informe y laberíntico acervo histórico.





Las ímprobas  e intensas y continuadas  excavaciones han puesto de relieve que yacen enterradas envidiables monumentos.



Cuando sucumbió el último rey godo, don Rodrigo, en la batalla de la ribera del Guadalete, su hermosa viuda, Egilona, huyendo de salvajes venganzas, se refugió en Mérida, y en su albergue fue aprendida como botín, por Muza. El hijo de éste, el mozalbete Abd-el Aziz, que entonces gobernaba, se enamoró de los hechizos de la joven Egilona, con la que, al fin, el descendiente de Mahoma contrajo nupcias. La ceguera del amor soslayó el obstáculo de la incompatibilidad de ambas razas.


 

          

                             Córdoba lunes día 21de marzo de 2022

domingo, 20 de marzo de 2022

LOS PRIMEROS POBLADORES DE IBERIA (ESPAÑA)

 

 LOS PRIMEROS POBLADORES DE ESPAÑA

                       

                                                   


Resulta baldía toda labor dirigida a averiguar el esotérico origen de los habitantes de España, pues mientras unos sabios convienen en que los hispanos descendemos de Túbal, quinto hijo de Jafet y nieto de Noé, otros aseveran que provenimos de Íbero.





Cuando los hombres aborígenes habitaban todavía en cavernas, los iberos ocupaban las regiones orientales; los celtas se extendían hasta las riberas del Atlántico por los occidentales, y los celtiberos, vínculo de unos y de otros, se asentaban en las centrales, subdivididos en grandes tribus y cabañas; alarbes razas belicosas que usaban el venablo, la saeta y la honda, armas ya en desuso.


Los fenicios fueron, asimismo, de los primitivos pobladores de nuestro suelo, y establecieron colonias; la de más realce, su emporio fue Cartago la africana.

Unos setecientos años antes de Jesucristo, arribaron a España, de antuvión, una caterva de griegos, que tampoco anduvieron reacios en fundar colonias.

Doscientos años antes de la Era Cristiana, imperó a España la invicta Roma. La substituyeron los visigodos, a los que eclipsaron los árabes con el reverbero de sus fúlgidas moharras, cuyo poderío fue desvanecido por los aguerridos cristianos. 


                                                                 

                                  Córdoba, domingo 20 de marzo de 2022