JAIME I VUELVE A SU PAÍS
Narbona
Abril de 1.214. Llega a Narbona el Cardenal
Pedro de Benevento, legado de Inocencio III
a quien el Papa ha encomendado la misión de rescatar y custodiar al rey Jaime I
heredero del trono catalana-aragonés
El niño
de cinco años y medio de edad, ha quedado huérfano de padre y madre en poco más
de cuatro meses, y se encuentra en poder de Simón de Monfort desde la muerte
del rey Pedro II en la batalla de Muret (13 de septiembre de 1213)
Tras el
fracaso de muchas las posibles vías de
solución del problema, prestigiosos de Cataluña y Aragón preocupados por la
suerte de su joven rey, habían solicitado la mediación de Inocencio III, el
cual con fecha 22 de enero de 1214 escribió una embajada en duros términos a
Simón de Monfort, ordenándole la entrega del niño al portador de la misiva
pontificia.
Recibidas
las mandas papales, Simón de Monfort depuso su resistencia y dejó al infante
Jaime en manos de una comisión formada por el Cardenal Pedro de Benevento, el
Conde Sancho el maestro del Temple, Guillen de Montrodon, el gran Prior de los
hospitalarios de Aragón y una delegación de magnates catalanes en la que
figuraban Guillen de Moncada, Dalmau de Criexell, y Guillen de Cardona.
Entre
tanto los estados catalano aragoneses llevaban casi siete meses sin gobierno legalmente
constituido. Se disputaban la regencia durante le minoría del rey el infante
Fernando, hermano de Pedro II y el abad del Monasterio de Monte Aragón y el conde
Sancho hijo de Ramón Berenguer IV. Pero la regencia no se podía organizar hasta
que el niño volviera a su país.
De ahí
que en cuanto entró en los estados de la Corona de Aragón el infante Jaime
procedente de Narbona, el legado pontificio convocara una asamblea de notables,
a los que concurrieron por primera vez aragoneses y catalanes conjuntamente.
Dicha asamblea preludió de lo que después serían las cortes generales , se
reunió en Lérida bajo la presidencia del Cardenal Pero de Benevento y con
asistencia del niño rey, el cual fue presentado a los notables en brazos de Aspáreg
de la Barca, a la sazón obispo de Pamplona y más tarde obispo de Tarragona.
Los
presentes felicitándose por el egreso del infante a su patria prestaron
juramento de fiabilidad al nuevo rey Jaime I , el cual en lo sucesivo permanecería
en su reino, bajo la custodia de los suyos
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