lunes, 7 de junio de 2021

LA BATALLA DE CANNAS

 

                                           LAS GUERRAS PUNICAS

                                                           


   

El historiador Pedro Barceló nos relata que el cenit entre Cartago y Roma tuvo lugar en la batalla de Cannas, que más allá de la realidad histórica ha adquirido tintes de leyenda ya que las fuentes que la transmiten viene a ser de un choque frontal de ambos ejércitos bastante desiguales en cuanto al número y  calidad, por parte de las hueste romanas fueron casi 90.000 soldados y 50.000 guerreros cartagineses, destacando  una imponente formación de caballería.

                                                                     


La diferencia de guerreros entre el ejército romano y el de Aníbal  fue muy notable y Aníbal tenía que contrarrestar la superioridad numérica del adversario poniendo en juego su capacidad de estratega y la coordinación de su caballería, siendo imprescindible aguantar el empuje de la infantería romana y sobre todo que no cundiera el pánico y el desorden, para ello no era suficiente con saber resistir si no atacar al masivo bloque romano en todos sus puntos débiles y causarle el mayor número de bajas posible.

                                                                  


Las múltiples etnias que militaban en las filas de Aníbal fueron (libios, númidas, cartagineses, iberos,  celtas, itálicos etc.  Guerreros estos que  a lo largo de su trayectoria habían alcanzado un alto grado de profesionalización, estando muy  acostumbrados a servir bajo las órdenes  de Aníbal, constituyendo  un bloque bastante  más homogéneo y compacto que el romano, además no se arredraba ante la superioridad numérica del enemigo.

                                                                  


En oposición la táctica romana estaba fundamentada en el impacto a través de la incontenible embestida de la infantería pesada que sería decisivo para perforar las líneas enemigas y arrasar frontalmente la infantería púnica al ser mucho más numerosa y a su vez defender los flancos de los ataques de la caballería ibérica, celta y númida y arrasar frontalmente la infantería púnica propiciando el golpe mortal en el centro de la formación cartaginesa. Movilidad, energía y masa eran los elementos básicos de esta estrategia, rapidez y combatividad, eran los factores con los que contaba Aníbal para decidir el choque a su favor.

                                                                   


El Cónsul Cayo Terencio Barrón que desempeñaba el mando del ejército romano, aceptó librar la batalla que Aníbal le proponía, el día  2 de agosto de 216 a.C.  sería testigo de una de las más sangrientas batallas de la historia.

                                                                  


A la formación del ejército romano respondió Aníbal colocando a los honderos baleares y los lanceros libios en la fila delantera para entorpecer el avance de la primea línea romana. En el ala izquierda, enfrente de la caballería romana, se apostaron los jinetes iberos y celtas al mando de Asdrúbal. Delante de la caballería itálica se colocó la caballería númida capitaneada por Hannón (hijo de una hermana de Aníbal) y Maharbal. El bloque central del ejército cartaginés era el más delicado de formar. Sus flancos los ocupaban infantes libios armados a la romana. En medio en su punto más neurálgico, se había colocado la infantería ibérica  y celta bajo el mando de Aníbal, que junto a su hermano Magón, deseaba permanecer en el lugar más problemático  y frágil del frente.

                                                                   


Una vez concluida la formación inicial Aníbal comenzó a maniobrar su ejército, desplazando a los infantes iberos y celtas de su centro encomendándoles avanzar hacia adelante hasta formar un arco  en forma de media luna. Después de que las tropas de ambos lados hubieran dado comienzo a las hostilidades, Aníbal  ordenó a los jinetes íberos y celtas atacar a la caballería romana. En paralelo, la infantería pesada romana se lanzó sobre los infantes íberos y celtas. Estos retrocedieron como estaba previsto, sin permitir que en sus filas se descompusieran. En  aquel momento entraron en acción los contingentes de infantería pesada libia que se habían apostado junto al centro de la refriega. Girando hacia los flancos frenaban la avalancha, envolviendo al enemigo que penetraba en una bolsa rodeada de soldados iberos (vestidos de lino blanco  con una raya púrpura y provistos de sus famosas espadas cortas llamadas (falcatas), los  celtas (con medio cuerpo desnudo y armados con enormes espadas) libios (cuya indumentaria y armamento prevenían de los legionarios romanos vencidos en batallas anteriores).  Estas tropas no sólo lograron contener el ataque de los legionarios romanos sino que empezaron a causarles sensibles bajas.

 
                                                                   

Al mismo tiempo, los jinetes númidas de  Maharbal, y tras dar la vuelta cayeron sobre las espaldas de las legiones romanas. Todo parecía desarrollarse  tal como lo había previsto Aníbal. Los romanos no eran capaces de avanzar hacia adelante y tenían taponados los laterales que  por el movimiento envolvente del enemigo que les iba atenazando hasta que quedaron totalmente inmovilizados.

                                                            


Cuando la caballería ibérica, celta y númida en la retaguardia y en los flancos inició su carga se produjo una matanza. Casi 50.000 soldados romanos perecieron en el campo de batalla. Miles de los que se salvaron, fueron hechos prisioneros. Entre los muertos estaban Lucio Emilio Paulo, Gneo Servilio Gémino y Marco Minucio Rufo. Solo Terencio Varrón y unos 10.000 más consiguieron escaparse.

                                                                 


Según lo datos que la historia posee, la batalla tomó precisamente   el curso que Aníbal había diseñado de antemano. El enorme rectángulo compuesto por la infantería romana avanzó pesadamente, hostigado por la caballería y la infantería púnica, hasta que fue siendo frenado por la resistencia que en encontró en la periferia de sus líneas, así como por la desmesurada masificación que los inmovilizaba al quedarse parado.



Se vieron en acción, entrecruzándose, dos principios contradictorios. En una parte predominaba la concentración de todo el potencial disponible para deshacer  contundentemente la formación enemiga. En la  otra parte la historia observa una mayor diversificación táctica del contingente numéricamente inferior, que pudo suplir este déficit aumentando su flexibilidad y rapidez.

                                                                     


Sin poner en duda estos parámetros operativos cabe, sin embargo, cuestionarse; ¿se desarrolló la lucha tal como recalcan las fuentes?. Aparte de la dificultad de maniobrar con masas humanas tan enormes, también hay que contar con otros problemas, por ejemplo la sincronización de los procesos de transmisión de órdenes y su pronta ejecución. Es de sobra sabido que ninguna batalla suele ceñirse totalmente al plan trazado de antemano. Casi siempre hay que admitir una alta dosis de improvisación.

                                                                  


Muy a menudo, acontecen situaciones inesperadas a las que hay que dar respuestas  adecuadas. En los momentos más críticos, todo depende de que la cadena de mando funciones, que impere un máximo de coordinación  entre los distintos cuerpos del ejército implicados en la pugna, y que cuando se originen situaciones adversas  se pueda reaccionar con serenidad y aplomo.

                                                          


Entrenamiento, experiencia, compenetración y profesionalidad suelen ser los más importantes factores para poder imponerse al enemigo. En estos aspectos, el ejército de Aníbal superaba a la inmensa masa de legionarios romanos, inexpertos en su gran mayoría y capitaneados por oficiales poco experimentados.       

                                                              


Con seguridad son estas ventajas las que propiciaron el éxito del ejército púnico. Especialmente al tener en cuenta que la batalla se desarrolló de un modo tan claro y esquemático como los autores antiguos narran. ¿Hasta qué punto es fiable el relato de los altibajos del combate?. Todos los textos refieren unas altísimas bajas por parte romana frente a los infinitamente menores estragos causados por el bando cartaginés (Polibio III 117). Si se compara y se relacionan con los eventos que a continuación se suceden, se pueden efectuar dos lecturas distintas  sobre las repercusiones de Cannas.

                                                              


La primera, y más tradicional visión es ver en Cannas una aplastante victoria cartaginesa, desperdiciada después por la posterior indecisión de Aníbal al no marchar a Roma para recoger los frutos de su éxito. De esta interpretación se desprende una imagen de Aníbal que resalta su capacidad como comandante en el campo de batalla al tiempo que lo desacredita como estratega y estadista.




Otra lectura podría contemplar sin embargo el resultado de la batalla de forma bastante menos favorable a Aníbal de lo que las fuentes sugieren. Sus pérdidas bien pudieron ser mucho más elevadas de los que se creen. El estado de su ejército, después de resistir las terribles embestidas de las legiones romanas debió haber sido dramático al quedar malparado después del descomunal choque y precisar tiempo y refuerzos para recuperarse. Las relativamente menores pérdidas  del ejército cartaginés, comparadas con las de los romanos, mermaron sin duda su futura capacidad de acción. Gracias a su gran potencial demográfico  Roma podía conseguir nuevas levas con sorprendente  rapidez. Este no era el caso de Aníbal, quien no podía procurarse refuerzos tan rápidamente.

                                                                   


Su ejército altamente profesional y por ello superior al del enemigo, con cada baja sufría una sensible disminución de su capacidad operativa.



La primera lectura no se ajustaría  mal a los deseos de la aristocracia romana cuyos representantes  más preeminentes tenían interés en presentar a sus contrincantes como un temible  enemigo, algo que contribuía a ensalzar su posterior victoria.

La segunda lectura, bastante menos ideologizada que la primera y por eso bastante más verosímil  explicaría convincentemente  por qué Aníbal, después del triunfo de Cannas había desistido de emprender la marcha a Roma. (Polibio IX- 22.  Dedica a Aníbal, convertido en la pesadilla de Roma, la siguiente alabanza.   

                                                               

                                                                   

Para ambos pueblos, referidos a Roma y Cartago, un hombre era la causa y el alma  de lo que ocurría se quiere decir Aníbal. A todas luces, él dirigía personalmente la operaciones de Italia, y las de Hispania través del mayor de sus hermanos, Asdrúbal, y tras la muerte de éste, a través de Magón entre los dos aniquilaron a los generales romanos destacados en tal  península.



También dirigía las operaciones de Sicilia, primero a través de Hipócrates, y después a través del africano Mitón. Algo semejante cabe decir de Grecia e Iliria; debido a una alianza con Filipo también había puesto en jaque y atemorizado a los romanos de guarnición  en estos países. La obra que realiza un hombre dotado de una mente apta para ejecutar cualquier proyecto humano es grande y admirable, tales cualidades son propias de la naturaleza personal. 

                                                                           



Como de la valoración Polibiana se despende, la fascinación que suscitaba el extraordinario estratega  y exitoso general que al igual que Alejandro Magno logró poner en jaque  a la mayor potencia militar  de su época, es enorme. A partir de Cannas los parámetros de acción  de dos vidas hasta el momento notablemente paralelas  discurrían por sendas distintas, sin llegar a converger  nunca más. Pues a diferencia del monarca macedonio  que entrará victorioso en Susa y Persépolis, apoderándose así de centros neurálgicos  de su enemigo.



Aníbal no logrará nunca pisar Roma. Desdeluego, la República romana distaba mucho de poder ser  equiparada al Imperio Persa, pero esta lección la tuvo que aprender amargamente Aníbal en el curso de su campaña itálica.

        BIBLIOGRAFIA

P. Barceló (2004) -Aníbal de Cartago, Historia y Mito. S. Remedios,  F. Prados y J. Bermejo (eds.). Anibal-Gisbert Haefs-Narrativas-Edhasa. (1990)- Hannibal-La Lucha por el poder Mediterráneo-Sir Gavin de Beer- (1969).  

                                                                       


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