LAS GUERRAS PUNICAS
El historiador Pedro Barceló nos relata que el cenit entre
Cartago y Roma tuvo lugar en la batalla de Cannas, que más allá de la realidad
histórica ha adquirido tintes de leyenda ya que las fuentes que la transmiten
viene a ser de un choque frontal de ambos ejércitos bastante desiguales en
cuanto al número y calidad, por parte de
las hueste romanas fueron casi 90.000 soldados y 50.000 guerreros cartagineses,
destacando una imponente formación de
caballería.
La diferencia de guerreros entre el ejército romano y el de
Aníbal fue muy notable y Aníbal tenía
que contrarrestar la superioridad numérica del adversario poniendo en juego su
capacidad de estratega y la coordinación de su caballería, siendo
imprescindible aguantar el empuje de la infantería romana y sobre todo que no
cundiera el pánico y el desorden, para ello no era suficiente con saber
resistir si no atacar al masivo bloque romano en todos sus puntos débiles y
causarle el mayor número de bajas posible.
Las múltiples etnias que militaban en las filas de Aníbal fueron
(libios, númidas, cartagineses, iberos,
celtas, itálicos etc. Guerreros
estos que a lo largo de su trayectoria
habían alcanzado un alto grado de profesionalización, estando muy acostumbrados a servir bajo las órdenes de Aníbal, constituyendo un bloque bastante más homogéneo y compacto que el romano, además
no se arredraba ante la superioridad numérica del enemigo.
En oposición la táctica romana estaba fundamentada en el
impacto a través de la incontenible embestida de la infantería pesada que sería
decisivo para perforar las líneas enemigas y arrasar frontalmente la infantería
púnica al ser mucho más numerosa y a su vez defender los flancos de los ataques
de la caballería ibérica, celta y númida y arrasar frontalmente la infantería
púnica propiciando el golpe mortal en el centro de la formación cartaginesa.
Movilidad, energía y masa eran los elementos básicos de esta estrategia,
rapidez y combatividad, eran los factores con los que contaba Aníbal para
decidir el choque a su favor.
El Cónsul Cayo Terencio Barrón que desempeñaba el mando del
ejército romano, aceptó librar la batalla que Aníbal le proponía, el día 2 de agosto de 216 a.C. sería testigo de una de las más sangrientas
batallas de la historia.
A la formación del ejército romano respondió Aníbal colocando
a los honderos baleares y los lanceros libios en la fila delantera para
entorpecer el avance de la primea línea romana. En el ala izquierda, enfrente
de la caballería romana, se apostaron los jinetes iberos y celtas al mando de
Asdrúbal. Delante de la caballería itálica se colocó la caballería númida
capitaneada por Hannón (hijo de una hermana de Aníbal) y Maharbal. El bloque
central del ejército cartaginés era el más delicado de formar. Sus flancos los
ocupaban infantes libios armados a la romana. En medio en su punto más
neurálgico, se había colocado la infantería ibérica y celta bajo el mando de Aníbal, que junto a
su hermano Magón, deseaba permanecer en el lugar más problemático y frágil del frente.
Una vez concluida la formación inicial Aníbal comenzó a
maniobrar su ejército, desplazando a los infantes iberos y celtas de su centro
encomendándoles avanzar hacia adelante hasta formar un arco en forma de media luna. Después de que las
tropas de ambos lados hubieran dado comienzo a las hostilidades, Aníbal ordenó a los jinetes íberos y celtas atacar a
la caballería romana. En paralelo, la infantería pesada romana se lanzó sobre los infantes íberos y celtas. Estos retrocedieron como estaba previsto,
sin permitir que en sus filas se descompusieran. En aquel momento entraron en acción los
contingentes de infantería pesada libia que se habían apostado junto al centro
de la refriega. Girando hacia los flancos frenaban la avalancha, envolviendo al
enemigo que penetraba en una bolsa rodeada de soldados iberos (vestidos de lino
blanco con una raya púrpura y provistos
de sus famosas espadas cortas llamadas (falcatas), los celtas (con medio cuerpo desnudo y
armados con enormes espadas) libios (cuya indumentaria y armamento prevenían de
los legionarios romanos vencidos en batallas anteriores). Estas tropas no sólo lograron contener el
ataque de los legionarios romanos sino que empezaron a causarles sensibles
bajas.
Al mismo tiempo, los jinetes númidas de Maharbal, y tras dar la vuelta cayeron sobre
las espaldas de las legiones romanas. Todo parecía desarrollarse tal como lo había previsto Aníbal. Los
romanos no eran capaces de avanzar hacia adelante y tenían taponados los
laterales que por el movimiento
envolvente del enemigo que les iba atenazando hasta que quedaron totalmente
inmovilizados.
Cuando la caballería ibérica, celta y númida en la retaguardia
y en los flancos inició su carga se produjo una matanza. Casi 50.000 soldados
romanos perecieron en el campo de batalla. Miles de los que se salvaron, fueron
hechos prisioneros. Entre los muertos estaban Lucio Emilio Paulo, Gneo Servilio
Gémino y Marco Minucio Rufo. Solo Terencio Varrón y unos 10.000 más
consiguieron escaparse.
Según lo datos que la historia posee, la batalla tomó
precisamente el curso que Aníbal había
diseñado de antemano. El enorme rectángulo compuesto por la infantería romana
avanzó pesadamente, hostigado por la caballería y la infantería púnica, hasta
que fue siendo frenado por la resistencia que en encontró en la periferia de
sus líneas, así como por la desmesurada masificación que los inmovilizaba al
quedarse parado.
Se vieron en acción, entrecruzándose, dos principios
contradictorios. En una parte predominaba la concentración de todo el potencial
disponible para deshacer contundentemente la formación enemiga. En la otra parte la historia observa una mayor
diversificación táctica del contingente numéricamente inferior, que pudo suplir
este déficit aumentando su flexibilidad y rapidez.
Sin poner en duda estos parámetros operativos cabe, sin
embargo, cuestionarse; ¿se desarrolló la lucha tal como recalcan las fuentes?.
Aparte de la dificultad de maniobrar con masas humanas tan enormes, también hay
que contar con otros problemas, por ejemplo la sincronización de los procesos
de transmisión de órdenes y su pronta ejecución. Es de sobra sabido que ninguna
batalla suele ceñirse totalmente al plan trazado de antemano. Casi siempre hay
que admitir una alta dosis de improvisación.
Muy a menudo, acontecen situaciones inesperadas a las que hay
que dar respuestas adecuadas. En los
momentos más críticos, todo depende de que la cadena de mando funciones, que
impere un máximo de coordinación entre
los distintos cuerpos del ejército implicados en la pugna, y que cuando se
originen situaciones adversas se pueda
reaccionar con serenidad y aplomo.
Entrenamiento, experiencia, compenetración y profesionalidad
suelen ser los más importantes factores para poder imponerse al enemigo. En
estos aspectos, el ejército de Aníbal superaba a la inmensa masa de legionarios
romanos, inexpertos en su gran mayoría y capitaneados por oficiales poco
experimentados.
Con seguridad son estas ventajas las que propiciaron el éxito
del ejército púnico. Especialmente al tener en cuenta que la batalla se
desarrolló de un modo tan claro y esquemático como los autores antiguos narran.
¿Hasta qué punto es fiable el relato de los altibajos del combate?. Todos los
textos refieren unas altísimas bajas por parte romana frente a los
infinitamente menores estragos causados por el bando cartaginés (Polibio III
117). Si se compara y se relacionan con los eventos que a continuación se
suceden, se pueden efectuar dos lecturas distintas sobre las repercusiones de Cannas.
La primera, y más tradicional visión es ver en Cannas una
aplastante victoria cartaginesa, desperdiciada después por la posterior
indecisión de Aníbal al no marchar a Roma para recoger los frutos de su éxito. De
esta interpretación se desprende una imagen de Aníbal que resalta su capacidad
como comandante en el campo de batalla al tiempo que lo desacredita como
estratega y estadista.
Otra lectura podría contemplar sin embargo el resultado de la
batalla de forma bastante menos favorable a Aníbal de lo que las fuentes
sugieren. Sus pérdidas bien pudieron ser mucho más elevadas de los que se
creen. El estado de su ejército, después de resistir las terribles embestidas de
las legiones romanas debió haber sido dramático al quedar malparado después del
descomunal choque y precisar tiempo y refuerzos para recuperarse. Las
relativamente menores pérdidas del
ejército cartaginés, comparadas con las de los romanos, mermaron sin duda su
futura capacidad de acción. Gracias a su gran potencial demográfico Roma podía conseguir nuevas levas con
sorprendente rapidez. Este no era el
caso de Aníbal, quien no podía procurarse refuerzos tan rápidamente.
Su ejército altamente profesional y por ello superior al del
enemigo, con cada baja sufría una sensible disminución de su capacidad
operativa.
La primera lectura no se ajustaría mal a los deseos de la aristocracia romana
cuyos representantes más preeminentes
tenían interés en presentar a sus contrincantes como un temible enemigo, algo que contribuía a ensalzar su
posterior victoria.
La segunda lectura, bastante menos ideologizada que la primera
y por eso bastante más verosímil
explicaría convincentemente por
qué Aníbal, después del triunfo de Cannas había desistido de emprender la
marcha a Roma. (Polibio IX- 22. Dedica a
Aníbal, convertido en la pesadilla de Roma, la siguiente alabanza.
Para ambos pueblos, referidos a Roma y Cartago, un hombre era
la causa y el alma de lo que ocurría se
quiere decir Aníbal. A todas luces, él dirigía personalmente la operaciones de
Italia, y las de Hispania través del mayor de sus hermanos, Asdrúbal, y tras
la muerte de éste, a través de Magón entre los dos aniquilaron a los generales
romanos destacados en tal península.
También dirigía las operaciones de Sicilia, primero a través de Hipócrates, y después a través del africano Mitón. Algo semejante cabe decir de Grecia e Iliria; debido a una alianza con Filipo también había puesto en jaque y atemorizado a los romanos de guarnición en estos países. La obra que realiza un hombre dotado de una mente apta para ejecutar cualquier proyecto humano es grande y admirable, tales cualidades son propias de la naturaleza personal.
Como de la valoración Polibiana se despende, la fascinación
que suscitaba el extraordinario estratega
y exitoso general que al igual que Alejandro Magno logró poner en
jaque a la mayor potencia militar de su época, es enorme. A partir de Cannas
los parámetros de acción de dos vidas
hasta el momento notablemente paralelas
discurrían por sendas distintas, sin llegar a converger nunca más. Pues a diferencia del monarca
macedonio que entrará victorioso en Susa
y Persépolis, apoderándose así de centros neurálgicos de su enemigo.
Aníbal no logrará nunca pisar Roma. Desdeluego, la República
romana distaba mucho de poder ser
equiparada al Imperio Persa, pero esta lección la tuvo que aprender
amargamente Aníbal en el curso de su campaña itálica.
BIBLIOGRAFIA
P. Barceló (2004) -Aníbal de Cartago, Historia y Mito. S.
Remedios, F. Prados y J. Bermejo (eds.). Anibal-Gisbert Haefs-Narrativas-Edhasa. (1990)- Hannibal-La Lucha por el poder Mediterráneo-Sir Gavin de Beer- (1969).
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