En la venta del Molinillo que está en los campos de Alcudia, viniendo de Castilla para la Andalucia, ya en la entrada de Sierra Morena, un día de los calurosos del verano de 1569 se hallaron dos muchachos zagalejos, el uno de edad de quince años y el otro de diez y siete.
Ambos muchachos de buena habilidad y talle; pero muy rotos, descosidos y maltratados; capa no cubría sus hombros, los calzones eran de lienzo, y las medias calzas de carne, bien es verdad que lo enmendaban los zapatos, pues los del uno eran unas rotas alpargatas, y los del otro estaban picadas y sin suelas; uno traía en la cabeza puesta una montera verde de cazador o cuadrillero de la Hermandad, y el otro un sombrero sin toquilla, bajo de copa y largo de falda.
Aparecía un gran bulto, en el pecho que
después pareció ser un cuello almidonado de estos que le llaman valones, pero tan deshilachado de roto, que todo era hilachas, y envueltos en él unos naipes de forma ovada, porque de traídos y llevados, se les habían gastado las puntas.
A las espaldas y ceñida por el pecho, traía uno de ellos camisa de color de gamuza, metida toda en una manga; y el otro venía escueto y sin alforjas, puesto que en el seno se le parecía un gran bulto, que después pareció ser un cuello almidonado de estos que le llaman valones, pero tan deshilachado de roto, que todo era hilachas, y envueltos en él unos naipes de forma ovada, porque de traídos, se les habían gastado las puntas.
Estaban los muchachos quemados del sol, los ojos sumidos, los cabellos crecidos, las uñas caireladas y la manos no muy limpias; el uno tenía media espada puesta en un puño de palo, y el otro un cuchillo de matar a las reses llamado jifero de cachas amarillas.
Los dos se salieron a sestear en un portal que había delante de la venta, se sentaron en el suelo y el que parecía mayor comenzó la siguiente conversación:
-¿De qué tierra es vuesa merced señor gentilhombre, y para donde bueno camina?.
-Mi tierra, señor caballero, no lo sé, ni para dónde camino, tampoco porque voy sin rumbo y a la aventura.
-Pues en verdad dijo el mayor, que no parece vuesa merced como caído del cielo, y que éste no es lugar para hacer asiento en él que de fuerza ha de pasar adelante.
-Así es verdad respondió el menor, pero yo he dicho verdad en lo que he dicho, porque mi tierra no es mía, pues no tengo en ella más de un padre que no me tiene por hijo, y una madrastra que me trata como a hijastro, y el camino que llevo es a la aventura y le daría fin donde hallase quien se haría cargo de mi persona y me mantuviera y vistiera.
- Y ¿sabe usted algún oficio?, le dijo el grande. Respondió el menor. ¡¡No sé otro , sino que corro como una liebre y salto como un gamo, y corto de tijera muy delicadamente.
- Todo es muy útil y provechoso, porque habrá sacristán que le dé toda la ofrenda del día de Todos Los Santos, para que le corte florones para el monumento.
-No es mi corte de esa surte, replicó el menor, sino que mi padre es sastre y calcetero y me enseñó a cortar antiparras, que son medias calzas, y las corto de suerte que me podrían examinar de maestro, sino que mi mala suerte me tiene arrinconado.
-Todo eso acontece por los buenos reparos, dijo el grande y siempre oí decir que las buenas habilidades son más perdidas; pero aún edad tiene vuesa merced edad para enmendar su ventura. Más si no me engaño y mi ojo no me miente , otras gracias más secretas debe tener vuesa merced, y no las quiere manifestar.
-Si las tengo pero no son para exponerlas en público yal cómo vuesa merced dice.
Pues yo le certifico, respondió el mayor, que soy uno de los más secretos mozos que tiene la edad presente; y para obligarle que descubra su pecho conmigo, le quiero descubrir el mío, porque voy adivinando que no sin misterio nos juntó hoy aquí nuestra fortuna, y que habemos de ser desde este día verdaderos amigos hasta el último de la vida. Yo, señor hidalgo, soy natural de la Fuenfrida, lugar bien conocido y famoso por lo muchos pasajeros que por él pasan; mi nombre es, Pedro Rincón ; mi padre es persona de calidad porque es ministro de la Santa Cruzada; quiero decir que es bulero, tal cómo el vulgo le llama, aunque otros los llaman echacuervos.
Algunos días lo acompañé en el oficio, y aprendílo de suerte, que no daba ventaja a echar las bulas papales al mejor predicador del mundo, pero habiéndome un día aficionado más al dinero de las bulas que a las mismas bulas, me abracé a un talego y di conmigo en Madrid, donde con la comodidad que allí se ofrece de ordinario, en pocos días le saqué las entrañas y lo dejé con más dobleces que pañuelo de desposado.
Vino el tesorero tras mí, prendiendome, tuve poco favor y no me hizo justicia. Vieron aquellos señores mi edad, arbitrando que más fue cosa de muchachería que delito, azotaronme al aldabilla dentro de la cárcel y desterráronme por cuatro años,
Ahora salgo a cumplir mi destierro, tan desacomodado como vuesa merced me ve, porque con la prisa que me daban no pude sacar cabalgaduras, tomé de mis alhajas las que pude, y entre ellas estos naipes, sacó los que tenía en el seno y dijo con estos he ganado yo mi vida por los mesones y ventas que hay de Madrid aquí, jugando a la veinte y una; porque aunque me vea los que ven tan astrosos y maltratados, tienen una maravillosa virtud con quien los entiende, y es que no alzará vez que no quede un as debajo, compruebe vuesa merced si es jugador de ese juego, con cuantas ventajas va el que es mano, si le han de dar un as a la primera carta que pida, entonces l puede sacar un punto y once, y si es envidada, entonces el dinero se queda en casa.
Fuera de todo esto aprendí de un mozo de cocina que trabajaba en casa del Embajador de Saboya, ciertas tretas de las que también me puedo examinar para el título de maestro de enseñanza en el arte de la fullería, con lo cual voy seguro de no morir de hambre, y de hallar padre y madre dondequiera que llegue, aunque sea en un cortijo donde siempre hay alguien desea pasar algún tiempo jugando, y podemos hacer de esto la experiencia, luego armando vuesa merced y yo la red, nos ponemos a jugar y veamos si cae en ella algún pájaro de estos arrieros.
Digo que jugamos a la veinte y una los dos, como si fuese de veras, que si alguno llegare a ser tercio, él será primero que deje la pecunia.
Sea en buena hora, dijo el otro, y en merced tengo muy grande la que me ha hecho en darme cuenta de su vida , y así.será razón no encubrirle yo la mía, aunque seré más breve en decirla.
El negocio es que yo no pude sufrir a mi madrastra, ni la vida estrecha de la aldea que es la de Mallorido, lugar entre Medina del Campo y Salamanca, recámara de su obispo; del corte de las tijeras en las medias saqué con mi buen ingenio en cortar bolsas y cordones, que no hay faltriquera tan retraída y guardada a que no visiten mis dedos, que son más agudos que navajas, ni pende relicario de cabo de tocas ni de hilo de perlas, aunque lo esté mirando con ojos de linces, que con unas tijeritas que conmigo traigo puedan resistir.
Hasta ahora tengo hechas hartas varias experiencias, y bendito sea Dios, jamás he sido cogido entre puertas, ni ha tenido el verdugo nada que ver conmigo en ninguna cosa; bien es verdad que me corrió la justicia hace ocho días en Toledo, y me hicieron salir de la ciudad más que de paso, y por este respecto no tuve lugar de acomodarme de cabalgadura o carro, o de algún coche de retorno.
Eso se borre dijo Rincón y pues ya que nos conocemos, nada hay para que sea grandezas ni altiveces; confesemos llanamente que no teníamos ni blanca, ni tampoco zapatos para poder caminar a pie.
-Sea así, respondió Cortado, que así dijo el menor que se llamaba, y pues nuestra amistad , con vuestra merced, ha dicho ha de ser perpetua, comencémosla con santas y loables ceremonias, y levantándose Cortado, abrazó estrechamente a Rincón,. Hecho esto , comenzaron a jugar a la veinte y una con los dichos naipes, limpios de polvo y paja, más no de grasa y malicia, y a poco menos alzaba Cortado por el as. también o mejor que Rincón su maestro
En esto salió un harriero a dar agua a sus mulos, y vio jugar a los muchachos, en volviendo del arroyo vio jugar a los muchachos y les pidió que quería terciar y lo acogieron de buena gana y en menos de media hora le ganaron doce reales, de los cuales el harriero se los quiso quitar, creyendo que por ser tan muchachos, no se le defenderían; más ellos, poniendo mano, el uno a su media espada y el otro a su cuchill, daban mucho que hacer al arriero, si no salieran los compañeros.
Y en este punto pasaron ciertos caminantes, que iban a comer y sestear a la venta del Alcalde, y viendo la pendencia de los dos muchachos con el arriero, los apaciguaron y dijeron a los muchachos se viniesen con ellos si caminaban hacia Sevilla.
Allá vamos respondieron, y serviremos a vuestras mercedes en cuanto nos mandaren.
Y sin más detenerse, se fueron adelante y caminaron con ello, dejando al arriero agraviado y enojado, y a la ventera admirada de la buena crianza de los pícaros, que les había estado oyendo su plática, sin que ellos advirtiesen en ello, Y cuando dijo el arriero que les había decir que los naipes que traía eran falsos, pelaba las barbas y quisiera ir a la venta tras ellos a cobrar su hacienda, porque decía que era grandísima afrenta y caso de menos valer que dos muchachos hubiesen engañado a un hombrazo tan grande como él . Sus compañeros le detuvieron y aconsejaron que no fuese siquiera por no publicar su inhabilidad y simpleza. En fin, tales razones le dijeron, que aunque no lo consolaron, le obligaron a quedarse.
En esto Cortado y Rincón se dieron tan buena maña en servir a los caminantes, que lo más del camino los llevaban a las ancas, y aunque se les ofrecían algunas ocasiones de tentar las valijas de sus medios amos, no las admitieron, por no perder la ocasión tan buena del viaje de Sevilla, donde ellos tenían grandes deseos de verse.
Con todo esto, a la entrada de la ciudad de Sevilla que fue la oración, y por la puerta de la aduana, a causa del registro del almojarifazgo que se paga, no se pudo contener Cortado de no cortar la valija o maleta que a las ancas traía un francés de la camarada; y así, con el de sus cachas le dio tan larga y profunda herida, que se parecían patentemente las entrañas, y sutilmente le sacó dos camisas buenas, un reloj de sol y un librillo de memoria, coas que cuando las vieron no les dieron mucho gusto, y pensaron que pués el francés llevaba a las ancas aquella maleta, no debía haberla ocupado con tan poco peso como eran el que tenían aquellas preseas, y quisieran volver a dales otro tiento; pero lo hicieron imaginando que ya lo habrían echado de menos y puesto en recaudo lo que quedaba.
Habíanse despedido antes que el salto hiciesen de los que hasta allí los había sustentado, y otro día vendieron las camisas en el baratillo que se hace fuera de la puerta del Arenal y de ellas hicieron veinte reales. Hecho esto se fueron a ver la ciudad.
-Allá vamos, respondieron, y serviremos a vuestras mercedes en cuanto nos mandaren.
Y sin más detenerse, se fueron adelante y caminaron con ellos, dejando a los harrieros agraviados y enojados y a la ventera admirada y atónita de la buena crianza de los pícaros, que los había estado oyendo su plática sin que ellos advirtiesen en ella; más cuando dijo que les había oído decir que los naipes que traían eran falsos, se pelaba el harriero las barbas y quería ir a la otra venta a cobrar su hacienda, porque se tenía por afrentado que dos muchachos se le hubiesen ganado con flores; más los compañeros lo detuvieron y aconsejaron que no fuese, siquiera por no mostrar su inhabilidad.
Rincón y Cortado se dieron tales mañas y mostraron tal grado en servir a los caminantes que los llevaban, que era gente rica y principal, que lo más de las jornadas los llevaban a las ancas de sus mula; y aunque se les ofrecían buenas ocasiones y puestos de poder tentar las bolsas de sus medios amos, no quisieron, por no poder la ocasión, y comodidad tan buena de su viaje que para Sevilla llevaban.
Más con todo eso, al entrar en la ciudad era la hora de la oración y por la puerta de la Aduana a causa del registro de cosas que traían de que pagar almojarifazgo.
No se pudo contener Cortado de cortar una maleta que a las ancas traía un francés de la camarada, y con el cuchillo de cachas amarillas le dio una tan larga y profunda herida, que se le salían las entrañas, y sutilmente sacó de ella todo lo que había , que fueron dos camisas buenas y un reloj de sol, un estadal de cera y un librito de memoria, yoyas que, cuando las vieron, no les dieron mucho gusto; más con todo, las vendieron otro dia en el Baratillo por dieciséis reales, y despidiéndose de los caballeros, se dieron a pasear por la ciudad
La grandeza de Sevilla admiró a los muchos muchachos que por allí había, . especialmente se fijaron en la suntuosidad de la Iglesia Mayor y el gran concurso de gente que acudía al rio porque además era tiempo de cargar la flota de ocho galeras, también los embobó, y aún les hizo suspirar, con el temor que les habían cobrado, cuando el recelo de su honesta vida les hacía barruntar que algún tiempo las habían de tener por casas de por vida.
Por la zona puente de Triana vieron a los muchos muchachos de su edad e insuficiencia que andaban a la esportilla, e informándose de uno de ellos que oficio era aquél, y si era de dificultad y trabajo, y de algún provecho y ganancia, un muchacho gallego, que era de quien se informaban, les dijo que el oficio era descansado y libre, del que no se pagaba alcabala alguna, y que había día que salían con cinco o seis reales de ganancia y por lo menos, eran cuatro, con que comía, bebía y triunfaba, como cuerpo de rey sin que tuviese amo a quien obedecer y esperar a comer cuando tenía gana.
No le pareció mala relación del galleguillo, antes les pareció oficio a propósito para el suyo, por la comodidad que se les ofreció de entrar em todas las casas de la ciudad que se les ofrecía que luego determinaron comprar los instrumentos necesarios para poner tienda, pues no habían menester otro examen; y preguntando al gallego que habían de comprar, les dijo que sendos costales y cada uno y tres espuertas de palma, dos grandes y una pequeña, en las cuales se repartía la carne, pescado y fruta, y el costal para llevar el pan.
Dijeron que los guiase donde se vendía lo que decía, y así lo hizo<, y del dinero; y del dinero del relox y del libro de memoria y estadal, con las camisas del francés compraron todo el aderezo y herramienta para el nuevo oficio, y dentro de una hora pudieron estar graduados en él, según les asentaban bien los costales y espuertas.
También les avisó el gallego de los puestos donde también donde habían de acudir, que fueran por la mañana a la carnicería y plaza del Salvador, en la calle de la Caza y también de la calle de San Salvador en los días de carne, y en los de pescado, a la Pescadería, al río y Costanilla, y por las tardes, al río, Aduna y Altozano, o por toda la ciudad , a sus aventuras, y los jueves, a la Feria.
Tomada la lección, otro día de mañana se plantearon en la plaza de San Salvador, donde apenas hubieron llegado los rodearon otros mancebos de su misma edad y oficio, que por ser flamantes los costales y espuertas, vieron ser nuevos en la plaza, haciéndoles mil preguntas, a todas a todas las cuales respondían con gran mesura y disimulo. En esto llegaron un clérigo y un soldado, y, por ver limpiar las espuertas de los compañeros, aunque había allí otros muchos, el clérigo llamó a Cortado y el soldado a Rincón, en nombre de Dios dijeron ambos. El soldado cargó muy bien a Rincón, porque la noche antes había ganado, y hacía banquete a unas amigas de la suya.
Contentóse de la gracia del mozo y dijole que el quería servir que, él le sacaría de aquel mal oficio, a los cual le respondió Rincón que aquel día era el primero de aquel mal oficio; a lo cual respondió Rincón que aquel día era el primero que lo profesaba, y quería saber, primero que lo dejase, si era tan malo como decía; mas que si no le contestase de buena gana asentaría por ser su criado.
Diole el soldado dos cuartos y se volvió a la plaza con mucha diligencia, porque ésta les había recomendado el gallego que tuviesen, si querían ganar algo. También. Les advirtió que cuando llevasen pescado menudo, como albures, mojarras, chirretes, boquerones o sardinas, u otro cualquiera menudo, o cosa que no fuese contada, que podían tomar para el gasto de aquel día, como asimismo de las añadiduras de la carne.
Mas, por presto que llegó ya estaba Cortado en el puesto, el cual se llegó Rincón y le preguntó que cómo le había ido en su faena. Rincón abrió la mano y mostróle los dos cuartos. Cortado metió la suya en el seno y sacó una bolsilla de ámbar, algo hinchada, y dixo:
-Con esta me pagó su reverencia, y con dos cuartos más, tomadla vos, por lo que pueda suceder.
Y No tardó mucho cuando acudió el clérigo todo turbado, viendo al mozo, le dijo si acaso había visto una bolsa de tales y tales señas, con quince escudos de oro y dos reales de a dos y tan cuartos, que le faltaba, o mirase si la habían tomado, mientras con él hablaban comprando; a lo cual respondió sin alterarse respondió Cortado.
-Lo que yo sabré decir de esa bolsa es que no debe estar perdida, si acaso no lo pudo en mal recaudo.
-El clérigo respondió que la debió guardar en mal recaudo, pues me la hurtaron.
-Lo mismo digo yo, dijo Cortado, que para todo hay remedio sino es para la muerte, lo primero que tiene que hacer es tener paciencia, que de menos no se hizo Dios, y un día viene tras otro, y donde las dan las toman, y podrá ser que el que se la llevó se arrepienta y se la devuelva, cuanto más que cartas de excomunión hay, y paulinas, y buena diligencia, que es madre de la buena ventura ; aunque a la verdad, no quisiera ser yo el llevador de la bolsa, porque siendo vuestra merced sacerdote, parecierame haber cometido sacrilegio.
-Y cómo si ha cometido sacrilegio el que la llevó dijo el clérigo, que yo no soy sacerdote sino sacristán, el dinero del tercio de una capellanía , que me dio a cobrar un capellán de mi iglesia, y es dinero sagrado.
-Con su pan se lo coman dijo Rincón, no le arriendo la ganancia, día de juicio hay, donde todo ha de salir a la luz, sin quedar nada encubierto, y entonces sabremos quien fue el atrevido y desalmado que se atrevió a tomar el tercio de esta capellanía. ¿Y cuanto renta en cada año?, me diga, señor padre por su vida.
-Renta la mala puta que me parió, respondió el sacristán. ¡Bonito estoy yo para dar cuentde l que renta la capellanía!. Decidme si sabeis algo, si no quedaos con Dios; que lo voy hacer pregonar.
-No me parece mal el remedio ese, dijo Cortado, pero advierta que no se olviden las señal y cantidad del dinero que llevaba dentro, porque si yerra en un solo maravedí no aparecerá en días de Dios.
- No hay que temer de eso dijo el sacristán que los tengo más en la memoria que el tocar las campanas.
Sacó en esto de la faltriquera un pañizuelo randado, con el que se limpió el rostro, que corría de sudor que destilaba una alquitara, con la pena de la negra bolsa, y apenar la hubo visto Cortado la marcó por suya. y habiendo ido el clérigo, le siguió y alcanzó en las Gradas, y llamándolo, lo retiró a una parte, donde le dijo tantos disparates y bernardinas , que llaman cerca del hurto de la bolsa,dandole esperanzas de hallarla, sin concluir razón alguna, que el pobre sacristán estaba embelesado escuchándolo y haciéndole replicar la razón dos veces y tres, no
entendiéndola ninguna, porque el bellaco de Cortado, ninguna concluía, antes le estaba mirando a la cara atentamente, no quitando los ojos de sus ojos, y el sacristán lo miraba de la misma suerte, y en tanto con la mano izquierda de manera muy sutil le sacó el pañizuelo y, concluía su obra, se despidió dél diciéndole que a la tarde lo viniese a buscar en el mismo puesto, porque él traía entre ojos a un muchacho de su mismo oficio que le parecía un poco ladrón, y que podría ser que se la hubiese tomado.
Consolado con esto el Sacristán, se despidió dél , y Cortado se vino a donde estaba Rincón, que todo lo había visto algo apartado dél, y un pco más abajo estaba un mozo de la esportilla , algo salvaje y matrero y que había visto cuando había pasado, viendo como Cortado dio el pañizuelo a Rincón y llegandose a ellos les dijo así<.
-Dígame señores galanes vuestras mercedes ¿son de mala entrada, o no?..
-No entendemos de esas razón señor Galán, respondió Rincón.
- ¿Que no se atrevan, señores murcios? dijo Cortado. - Si otra cosa quiere, dígala; sino, váyase con Dios.
-No somos de Teba ni de Murcia, dijo Cortado. Si otra cosa quiere, dígala, si no, váyase con Dios.
¿No lo entienden dijo el mozo- Pues yo se lo daré a entender y a a beber con una cuchara de plata, quiero decir, señores, si son vuesas mercedes ladrones. Más no sé para qué les pregunto esto, pues sé ya lo que son. Mas díganme ¿cómo no han ido a la aduana del señor Monipodio?, sé que me han de preguntar algunos vocablos de los que he dicho, quiero curarme en salud y diciendo antes que me lo pregunten. Sepan voacedes que cuatrero es ladrón de bestias, ansía es el tormento, roznos, los asnos, hablando con perdón; primer desconcierto en las primeras vueltas de cordel que da el verdugo.
Tenemos más que razones nuestro rosario repartido en toda la semana, y muchos de nosotros no hurtamos el día del viernes, ni tenemos conversación con mujer que se llame Maria el día del sábado.
-De perlas me parece todo eso , dijo Cortado, pero dígame vuestra merced; ¿hacer otra restitución o otra penitencia más de la dicha?.
-en eso de restituir no hay que hablar, respondió el mozo, porque es cosa imposible por los muchos partes en que se divide lo hurtado, llevando cada uno de los ministros y contrayentes la suya
Y si el primer hurtador no puede restituir nada; cuanto más que no hay quien nos mande hacer esta diligencia, causa que nunca nos confesamos. Y si sí sacan cartas de excomunión, jamá llegan a nuestra noticia, porque jamás vamos a la iglesia al tiempo que se leen, sí no es los días de jubileo por la ganancia que nos ofrece el concurso de la mucha gente.
¿Y con sólo eso que hacen dicen esos señores-dijo Cortadillo- que su vida es santa y buena?.
-Pues ¿que tiene de malo? replicó el mozo, ¿no es peor un hereje o renegado, o matar a su padre y madre, o ser solomico?.
-Sodomita querrá decir vuesa merced, respondió Rincón.
-Eso digo, dijo el mozo.
-todo es malo replicó Cortado. Pero pues nuestra suerte ha querido que entremos en esta cofradía, vuesa merced alargue el paso, que muero por verme con el señor Monipodio, de quien tantas virtudes se cuentan.
-Presto se les cumplirá su deseo -dijo el mozo, que ya desde aquí se descubre su casa. Vuesas mercedes se queden a la puerta, que yo entraré a ver sí está desocupado, porque éstas son las horas cuando él suele dar audiencia.
-En buena sea dijo Rincón.
y adelantándose un poco el mozo, entró en una casa no muy buena, sino de muy mala apariencia; y los dos se quedaron esperando a la puerta. él salió luego y los llamó. Y ellos entraron, y su guía les mandó esperar en un pequeño patio ladrillado, y de puro limpio y aljimifrado parecía que vertía carmín de lo más fino.
Aun lado estaba un banco de tres pies, y al otro un cántaro desbocado, con un jarrillo encima, no menos falto de cántaros; a otra parte estaba una estera de enea, y en el medio, un tiesto, que en Sevilla llaman maceta, de albahaca.
Miraban los mozos atentamente las alhajas de la casa en tanto que bajaba el señor Monipodio. Y viendo que tardaba, se atrevió Rincón a entrar en una sala baja, de dos pequeñas que en el patio estaban, y vio en ella dos espadas de esgrima y dos broqueles de corcho, pendientes de cuatro clavos, y una arca grande, sin tapa ni cosa que le cubriese, y otras tres esteras de enea tendidas por el suelo. en la pared frontera estaba pegada a la pared una imagen de Nuestra Señora, destas de mala estampa, y más abajo pendía una esportilla de palma, y, encajada en la pared una almofía blanca; por do coligio Rincón que la esportilla servía de cepo para limosna, y la almofia, de tener agua bendita, y así erala verdad.
Estando en esto, entraron en la casa dos mozos de hasta veinte años cada uno, vestidos de estudiantes, y de allí a poco, dos de la esportilla y un ciego y sin hablar palabra ninguna, se comenzaron a pasar por el patio. No tardó mucho cuando entraron dos viejos de bayeta con antojos, que los hacían graves y dignos de ser respetados, con sendos rosarios de sonadoras cuentas en las manos. Tras ellos entró una vieja de larga falda o faldula y sin decir nada, se fue a la sala, y habiendo tomado agua bendita, y con grandísima devoción se puso de rodillas ante la imagen, y al cabo de una buena pieza, habiendo besado tres veces el suelo y levantados los brazos y los ojos al cielo otras tantas, se levantó y echó su limosna en la esportilla y se salió con los demás al patio.
En resolución, poco espacio se juntaron en el patio hasta catorce personas de diferentes trajes y oficios. Llegaron también los postreros de bravos y bizarros mozos, de bigotes largos, sombrero de gran falda, cuellos a la valona, medias de color, ligas de gran balumba, espadas de gran medida, sendos pistoletes cada uno en lugar de dagas, y sus broqueles pendientes de la pretina. Los cuales, así como entraron pusieron los ojos en Rincón y Cortado, a modo de que los extrañaban y no conocían. y llegandose a ellos, le preguntaron si eran de la cofradía.Rincónrespondió que sí y muy servidores de sus mercedes.
Llegóse en esto la sazón y punto que bajó el señor Monipodio, tan esperado como bien visto de toda aquella virtuosa compañía. Parecí de edad de cuarenta y cinco a cuarenta y seis años, alto de cuerpo, moreno de rostro, cejijunto, barbinegro y muy espeso, los ojos hundidos. Venía en camisa, y por la abertura de delante descubría un bosque de tanto vello como tenía en el pecho. Traía cubierta una capa de bayeta casi hasta los pies, en los cuales traía unos zapatos enchancletados, cubriéndole las piernas unos zaragüelles de lienzo anchos y largos hasta los tobillos, el sombrero era de los del hampa. campanudo copa y tendido de falda, atravesábale un tahalí por espalda y pechos, a la cintura colgaba una espada ancha y corta, a modo de las del perrillo, la manos eran cortas, pelosas, y los dedos, gordos, y las uñas hembras y remachadas, las piernas no se le veía, pero lo pies eran descomunales, de anchos y juanetudos.
En efecto él representaba el más rústico y deforme barbero del mundo. Bajó con él la guía de los dos y trabándoles de las mano, los presentó ante Monipodio, diciéndole: Estos son los dos buenos mancebos que a vuestra merced dije, mi señor Monipodio. Vuestra merced los examine y verá cómo son dignos de entrar en nuestra congregación.
Eso haré yo de muy buena gana - respondió Monipodio.,Se me olvidaba de decir que sí como Monipodio bajó, al punto todos los que aguardándole estaban le hicieron una profunda y larga reverencia, excepto los dos bravos, que a medio magate (con descuido), como entre rufianes se dice, se quitaron los capelos y luego volvieron a su paseo por una parte del patio y por la otra se paseaba Monipodio, el cual preguntó a los nuevos el ejercicio de la patria y padres.
A cual respondió Rincón, el ejercicio ya está dicho, pues venimos ante vuestra merced, la patria no me parece de mucha importancia decilla, ni los padres tampoco, pues no se ha de hacer información para recibir algún hábito honroso.
A lo cual respondió Monipodio , Vos hijo mío, estáis en lo cierto, y es cosa muy acertada encubrir eso que decis; porque a la suerte no ocurriere como debe, no es bien que quede asentado debajo de signo de escribano, ni en el libro de entradas <<Fulano, hija de Fulano, vecino de tal parte, tal día le ahorcaron o le azotaron, u otra cosa semejante que, por lo menos suena mal a los buenos oídos, y así, torno a decir que es provechoso documento callar la patria, encubrir los padres y mudar los propios nombres; aunque para entre nosotros no ha de haber nada encubierto, y sólo ahora quiero saber los nombres de los dos. Rincón dijo el suyo y Cortado también. Pues de aquí en delante, respondió Monipodio, quiero y es mi voluntad que vos, Rincón, os llaméis Rinconete y vos Cortado, Cortadillo , que son nombres que asientan como de molde a vuestra edad y a nuestras ordenanzas, debajo de las cuales cae tener necesidad de saber de los padres de nuestros cofrades, porque tenemos de costumbre de hacer decir cada año ciertas misas por las ánimas de nuestros difuntos y bienhechores, sacando el estipendio para la limosna de quien las dice de alguna parte de los que se garbea (roba), y estas fales misas, así dichas como pagadas, dicen que aprovechan a las ánimas por vía de sufragio, y caen debajo de nuestros bienhechores ; el procurador que nos defiende, el guro (alguacil), que nos avisa el verdugo que nos tiene lástima, el que, cuando alguno de nosotros va huyendo por la calle y detrás le van dando voces <<Al ladrón, al ladrón ¡Deténgale, deténgale al cuitado, que harta malaventura lleva! ¡Allá se lo haya, castíguele su pecado.
Son también bienhechoras nuestras socorridas que de su sudor nos socorren, así en la trena como como en las guras (galeras), y también lo son nuestros padres y madres, que nos echan al mundo y el escribano, que anda de buena no hay delito que sea culpa ni culpa a quien se de mucha pena. Y por todos estos que he dicho hace nuestra hermandad cada año su aniversario con la mayor solemnidad que podemos.
¡Por cierto - dijo Rinconete, ya confirmado con este nombre, que es obra digna del altísimo y profundísimo ingenio que hemos oído decir que vuesa merced, señor Monipodio, tiene. Pero nuestros padres aún gozan de la vida, si en ella les alcanzáramos, daremos luego noticia felicísima y abogada conformidad para que por su almas se les haga ese naufragio o tormenta, o ese adversario que vuesa merced dice, con la solemnidad y pompa acostumbrada, si ya no es que se hace mejor con pompa y soledad, como también apuntó vuestra merced en razones.. - Así se hará o no quedará de mí pedazo, replicó Monipodio.
Y llamando a la guía, le dijo - Ven acá, Ganchuelo ¿están puestas las postas?. Sí dijo la guía, que Ganchuelo era su nombre, tres centinelas quedan avizorando, y no hay que tener que nos cojan sobresalto..
-Volviendo, pues a nuestro propósito -dijo Monipodio, querría saber, hijos, lo que sabéis, para daros el oficio y ejercicio conforme a vuestra inclinación y habilidad.
Yo respondió Rinconete sé un poquito de floreo de Vilhán (conjunto de trampas y astucias empleadas para robar en el juego), entiéndaseme el retén, (en el juego de cartas , fullería que consiste en retener una carta que no le corresponde, o tener cartas escondidas entre su ropa para sacarlas en el momento oportuno. Tengo buena vista para el humillo, (fullería que consiste en tiznar ligeramente con humo los naipes de la baraja. Juego bien la Sola (En los naipes lance que se hace todas las bazas necesarias para ganar) también conozco el juego de las cuatro y el de las ocho. No se me va por pies el raspadillo (se trata de el raspado que hace el fullero en las cartas o naipes para reconocerlos en el juego).
- Principios son dijo Monipodio pero todas esas son flores de cantueso, viejas y usadas, que no hay principiante que no las sepa, y sólo sirven para alguno que sea tan blanco, que se deje matar de media noche abajo.
Pero andará el tiempo y vernos hemos que asentando sobre ese fundamento media docena de licciones, yo espero en Dios que habéis de salir oficial famoso y aun quizá maestro.
-Todo será para servir a vuesa merced y a los señores cofrades, respondió Rinconete. Y vos Cortadillo ¿que sabéis? preguntó Monipodio. -Yo respondió Cortadillo sé la treta que dicen meto dos y saco cinco, y se dar tiento a una faltriquera con mucha puntualidad y destreza.
¿Sabéis más preguntó Monipodio?.
-No, por mis grandes pecados, respondió Cortadillo.
No os aflijais, hijo -replicó Monipodio - que a puerto y a escuela habéis llegado donde ni os anegaréis ni dejareis de salir muy bien aprovechado en todo aquello que más os conviniere. Y en esto del ánimo, ¿cómo os va hijo?.
Cómo nos va a ir respondió Rinconete, sino muy bien, ánimo tenemos para acometer cualquier empresa de las que tocaren a nuestro arte y ejercicio.
Está bien dijo Monipodio pero querría yo que también que le tuvieses para sufrir, si fuese menester, media doen de ansias sin desplegar los labios, y sin decir esta boca es mía.
-Ya sabemos dijo Cortadillo, señor Monipodio, ¿que quiere decir ansias?, y para todo ánimo porque no somos tan ignorantes que no se nos alcance que lo que dice la lengua paga la gorja (la garganta), y hora merced le hace el cielo al hombre atrevido, por no darle título que le deje en su lengua su vida o su muerte, ¡¡como si tuviese más letras en uno que un sí.
Alto no es menester más dijo a esta sazón Monipodio. digo que solo a esta sazón me convence, me obliga, me persuade y me fuerza a que desluego asentéis por cofrades mayores y que os sobrelleve el año de noviciado.
Yo soy de ese parecer dijo un de los bravos. Y una voz lo confirmaron todos los presentes que toda la plática habían estado escuchando, y pidieron a Monipodio que desde luego les concediese permiso para gozar de las comunidades de su cofradía, porque su presencia agradable y buena plática merecía todo. Él respondió que, por dalles contento a todos, desde aquel punto se las concedía, advirtiéndoles que las estimasen en mucho, porque eran no pagar media nata, del primer hurto que hiciesen; no hacer oficios menores en todo aquel año, conviene a saber: ano llevar recaudo de ningún hermano mayor a la cárcel, ni a la casa de parte de sus contribuyentes, piar el turco (beber el vino puro)hacer el banquete cuando, cómo y adonde quisieran sin pedir licencia a su mayoral; entrar a la parte desde luego con lo que entrujasen (robasen) los hermanos mayores, como uno de ellos y otras cosas que ellos tuvieron por merced señaladísima, y los demás con palabras muy comedidas, las agradecieron mucho.
Estando en esto, entró un muchacho corriendo y desalentado, y dijo. El alguacil de los vagabundos viene encaminado a esta casa, pero no trae consigo gurullada.. -Nadie se alborote, dijo Monipodio, que es amigo y nunca viene por nuestro daño. Sosiéguense, que yo le saldré a hablar. todos se sosegaron, que ya estaban sobresaltados y Monipodio salió a la puerta, donde halló al alguacil, con el cual hablando un rato, y luego volvió a entrar Monipodio y dijo.
¿A quien le cupo hoy la plaza de San Salvador. Pues cómo-Dijo Monipodio, no me ha manifestado un bolsilla de ámbar que esta mañana en aquel paraje dio ala traste con quince escudos de oro y dos reales de a dos y no sçe cuantos cuartos?. Verdad es la guia que hoy faltó esa bolsa, pero yo no la he tomado, ni puedo imaginar quien la tomase.
No hay levas conmigo replicó Monipodio. La bolsa ha de aparecer, porque la pide el alguacil, que es amigo y nos hace mil placeres al año.
Tornó a jurar el mozo que no sabía nada de ella y comenzó a encolerizarse Monipodio de manera que parecía que fuego vivo lanzaba por los ojos diciendo. -Nadie se burle con quebrantar la mínima cosa de nuestra orden, que le costará la vida. . Manifiestese la bolsa. y si se encubre por no pagar los derechos, yo le daré enteramente lo que le toca y pondré lo demás de mi casa porque en todas maneras ha de ir contento el alguacil- Tornó de nuevo a jurar el mozo y a maldecirse, diciendo que él no había tomado tal bolsa ni la había visto de sus ojos todo lo cual fue poner más fuego a la cólera de Monipodio y dar ocasión a que toda la juntase alborotase, viendo que se rompían sus estatus y buenas ordenanzas. -Viendo Rinconete, pues, tantas disensión y alboroto, le pareció que sería bueno sosegalle y dar contento a su mayor que reventaba de rabia. y aconsejándose con su amigo Cortadillo con parecer de entrambos, sacó la bolsa del sacristán y dijo. Cese toda cuestión, mis señores, que ésta es la bolsa, sin faltarle nada de lo que el alguacil manifiesta que hay mi camarada Cortadilllo le dio alcance, con un pañuelo que el mismo dueño se lo quitó por añadidura.
Luego sacó Cortadillo el pañizuelo y lo puso de manifiesto, viendo lo cual Monipodio, dijo.
Cortadillo el bueno que con este titulo y nombre ha de quedar de aquí en adelante, se quede con el pañuelo, y qa mi cuenta se quede la satisfacción de este servicio. Y la bolsa se ha de llevar al alguacil, que es del sacristán pariente suyo, y conviene que se cumplan aquel efran que dice <<Noes mucho que a quien te da la gallina entera, tú des una pierna de ella. Más disimula éste buen alguacil en un día que nosotros em ciemto.
De común consentimiento aprobaron todos la hidalguía de los dos modernos y la sentencia y parecer de su mayoral, el cual salió a la la bolsa al alguacil. Y Cortadillo se quedó confirmado con el nombre de Bueno, bien como si fuera don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, que arrojó el cuchillo por los moros de Tarifa para degollar a su único hijo. De común consentimiento aprobaron todos la hidalguía de los dos modernos y la sentencia y parecer de su mayoral, el cual salió a dar la bolsa al alguacil.
Al volver Monipodio entraron con él dos mozas afeitados los rostros, llenos de color los labios y de albayate los pechos, cubiertos con medios mantos de anascote, llenas de desenfado y desvergüenza señales claras, por donde, en viéndolas Rinconete y Cortadillo, conocieron que eran de la casa llana y no se engañaron en nada. Y así como entraron, se fueron con los brazos abiertos la una a Chiquiznaque y la otra a Maniferro, que estos eran los hombres de los bravos y el de Mqniferro.era porque traía una mano de hierro, en lugar de otra que le habían cortado por justicia.
Ellos las abrazaron con gran regocijo y les preguntaron si traían algo con que mojar la canal maestra. Pues ¿había de faltar.diestro mío?, respondió una que se llamaba la Gananciosa. No tardará mucho a venir Silbatillo, tu trainel, con la canasta de colar atestada de lo que Dios le ha servido. Y así fue , porque al instante entró un muchacho com una canasta de colar atestada de lo que Dios ha sido servido.
Al momento mandó sacar Monipodio unas esteras de enea que estaban en el aposento y tenderla en medio del patio y ordenó asimismo que todos se sentasen a la redonda porque, en cortando la cólera (comer), se trataría de lo que mas conviniese. A esto dijo la vieja que había rezado a la imagen. Hijo Monipodio, yo no estoy para fiestas porque tengo un vagido de cabeza dos ha que me trae loca, y más que, antes se mediodía, tengo que ir a cumplir mis devociones y poner mis candelicas a Nuestra Señora de las Aguas y al Santo Crucifijo de San Agustín, que no dejaría de hacer aunque nevase y ventiscase.
A lo que he venido es que anoche el Renegado y Centopies llevaron a mi casa una canasta de colar, algo mayor que la presente, llena de ropa blanca, y en dios y en mi ánima que venía con su cernada (mezcla de lejía de ceniza y agua que sirve para colar la ropa), y todo, que los pobretes no debieron de tener lugar de quitalla y venían sudando la gota gorda, que era una compasión verlos entrar jadeando y corriendo agua de sus rostros que parecían angélicos.
Me dijeron que iban en seguimiento de un ganadero que había pesado ciertos carneros en la carnicería, para ver si le podrían dar un tiento en un grandísimo gato de reales que llevaba. No desembanastaron ni contaron la ropa, fiados en la entereza de mi conciencia; y así me cumpla Dios mis buenos deseos y nos libre a todos de poder de justicia, que no he tocado a la canasta y que se está tan entera como cuando nació.
Todo se le cree, señora madre respondió Monipodio y estése así la canasta, que yo iré a ella, a boca de sorna, e y daré a cada uno lo que le tocare- Sea como vos lo ordeneis, hijo respondió la vieja, y porque se me hace tarde. dadme un traguillo, si tenéis, para consolar ese estómago, que tan desmayado anda de continuo, - Y tal que lo beberéis, madre mía, dijo a esta sazón la Escalanta, que así se llamaba la compañera de la Gananciosa.
Y descubriendo la canasta, se manifestó una bota a modo de cuero con hasta dos arrobas de vino, y un corcho que podría caber sosegadamente y sin apremio hasta un azumbre. Y llenándole la Escalanta, se le puso en las manos a la devotísima vieja la cual, tomándole con ambas manos y habiéndole soplado un poco de espuma dijo: Mucho echaste, hija Escalanta; pero Dios dará fuerza para todo.
Y aplicándole los labios de un tirón, sin tomar aliento, lo trasegó del corcho al estómago y acabó diciendo: De Guadalcanal es este vino, y aún tiene un es no que no es de yeso el señorico.
Dios te consuele, hija, que así me has consolado, sino que temo que me ha de hacer mal, porque no me he desayunado. -No hará, madre- respondió Monipodio, porque es trasañejo.
Así lo espero yo en la Virgen respondió la vieja y añadió: Mirad niñas, si tenéis acaso algún cuarto para comprar las candelicas de mi devoción, porque con las prisas y gana de venir a traer las nuevas de la canasta, se me olvidó en casa la escarcela (mochila de cazador a modo de red).
Yo tengo señora Pipota (éste era el nombre de la vieja), respondió la Gananciosa, tome ahí, le doy cuatro cuartos; del uno le ruego que compre una para mi y se la ponga al señor San Miguel y así puede comprar dos, ponga la otra al señor San Blas, que son mis abogados.
Quisiera que pusiera otra a la señora Santa Lucía que, por lo de los ojos también le tengo devoción, pero no tengo trocado. (suelto o cambio), más en otro día habrá donde se cumpla con todos,
.- Muy bien harás, hija y mira no seas miserable, que es de mucha importancia llevar a la persona las candelas delante de sí, antes que se muera y no aguardar a que las pongan los herederos o albaceas.
-Bien dice la madre Pipota, dijo la Escalanta. Y echando mano a la bolsa, le dio otro cuarto y le encargó que pusiera otras dos candelicas a los santos que a ella le pareciesen que eran de los mas aprovechados y agradecidos.
Con esto se fue la Pipota, diciéndoles: Holgaos, hijos, ahora que tenéis tiempo que vendrá la vejez, y lloraréis en ella los ratos que perdistes en la mocedad, como yo los lloro. Y encomendadme a Dios en vuestras oraciones, que yo voy hacer lo mismo por mí y por vosotros, porque él nos libre y conserve en nuestro trato peligroso sin sobresaltos de justicia, y con esto se fue.
Ida la vieja se sentaron todos alrededor de la estera, y la gananciosa tendió la sábana por manteles, y lo primero que sacó de la cesta fue un gran haz de rábanos y hasta dos docenas de naranjas y limones, y luego una cazuela grande llena de tajadas de bacalao frito, después medio queso de Flandes y una olla de famosas aceitunas y un plato de camarones con gran cantidad de cangrejos y una fuente de alcaparrones ahogados con pimientos, y tres blanquísimas hogazas de Gandul.
Serían los del almuerzo hasta catorce, y ninguno de ellos dejó de sacar su cuchillo de cachas amarillas, sino fue Rinconete, que sacó su media espada, a los dos viejos de bayeta y a la guia les tocó escanciar con el corcho de la colmena.
Más apenas habían comenzado a dar asalto a las naranjas, cuando les dio a todos gran sobresalto los golpes que dieron a la puerta. Monipodio mandó que se sosegaran y, entrando en la sala baja y descolgando un broquel , puesto mano a la espada, llegó a la puerta y con voz hueca y espantosa preguntó:
-¿Quién llama?.
Respondieron de fuera. Yo soy, que no es nadie, señor Monipodio, soy Tagarete el centinela, de esta mañana, y vengo a decir que viene aquí Juliana la Cariharta, toda desgreñada y llorosa, que parece haberle sucedido algún desastre.
En esto llegó la que decía, sollozando, y sintiéndola Monipodio, abrió la puerta y mandó a Tagarete que se volviese a su postay que de allí en adelante avisase lo que viese con menos estruendo y ruido. él dijo que así lo haría.
Entró la Cariharta, que era una moza de jaez (de calidad), de las otras y del mismo oficio. Venía descabellada y con la cara llena de tolondrones, y así como entró en el patio se cayó en el suelo desmayada.
Acudieron a socorrerla la Gananciosa y la Escalanta, y desabrochándole el pecho, la hallaron toda denegrida y como magullada. Echándole agua en el rostro y ella volvió en sí, diciendo a voces.
La justicia de Dios y del rey venga sobre aquel ladrón desuellacaras, sobre aquel cobarde bajamanero de aquel pícaro lendroso que le he quitado más veces de la horca que pelos tiene en las barbas. Desdichada de mi. ¡Mirad por quién he perdido y gastado mi mocedad y la flor de mis años, sino por un bellaco desalmado, facineroso e incorregible.
-Sosiégate Cariharta dijo a ésta sazón Monipodio, que aquí estoy yo, que te haré justicia. Cuéntanos tu agravio, que más estarás tú en contarle que yo en hacerte venganza. Dime si has habido algo al respecto, que si es así y quieres venganza, no has menester más que boquear (Hablar). - ¿Qué respecto - respondió Juliana- respectada me vea yo en los infiernos si más fuere de aquel león con las ovejas y cordero con los hombres.
¿Con aquel había yo de comer más pan a manteles, ni yacer en uno?. Primero me vea yo comida de adivas, (cierta especie de animal muy común en África y muy parecido al chacal), estas carnes, que me han parado de la manera que ahora veréis.
Y alzándose al instante las faldas hasta la rodilla, y aún un poco más, las descubrió llenas de cardenales.
De esta manera prosiguió; me ha maltratado aquel ingrato del Repolido, debiéndome más que a la madre que le parió, no le dí yo ocasión para ello, no, por cierto, no lo hizo si no porque estando jugando a los naypes y estando perdiendo me envió a pedir con Cabrillas, su trainel, treinta reales, y no le envié más de veinte y cuatro, que el trabajo y afán con que yo los había ganado.
Le ruego a los cielos que vaya en descuento de mis pecados. y en pago de esta cortesía y buena obra., creyendo él que yo le sisaba algo de la cuenta que él allá en su imaginación pensaba.
Esta mañana me sacó al campo, detrás de la Huerta del Rey, y allí entre unos olivares, me desnudó y con la correa y sin excusar, ni recoger la hebilla, me dio tantos azotes que me dejó por muerta. De la cual y verdadera historia son buenos testigos estos cardenales que mirais.
En tales momentos comenzó a chillar y a dar voces y volvió a pedir justicia, y aquí se la prometió nuevamente a Monipodio y a todos los bravos que allí estaban.
La Gananciosa tomó la mano para consolarla, diciéndola que ella diera de muy buena gana una de las mejores preseas que tenía porque le hubiera pasado otro tanto con su querido. -Porque quiero dijo que sepas hermana Cariharta, si no lo sabes, que a lo que se quiere bien se castiga; y cuando estos bellacos nos dan y azotan y acocean, entonces nos adoran, si no, confiesame una verdad, por tu vida, después que te hubo Repolido castigado y abrumado, ¿no te hizo alguna caricia?.
¿Como una? respondió la llorosa Cariharta, cien mil me hizo, y diera un dedo de la mano por que me fuera con él a su posada.
Y aún me parece que casi se me saltan las lágrimas de los ojos después de haberme molido. En verdad respondió Monipodio que no ha de entrar por estas puertas el cobarde envesado si primero no hace una manifiesta penitencia del cometido delito.
¿Las manos había él de ser osado ponerlas en el rostro de la Cariharta, ni en sus carnes, siendo persona que puede competir en limpieza y ganancia con la misma Gananciosa que está delante, que no lo puede más encarecer?. ¡Ay! dijo a esta sazón la Juliana, no diga vuesa merced, señor Monipodio, mal de aquel maldito que cuan malo es, le quiero más que a las telas de mi corazón y hanme vuelto el alma al cuerpo las razones que en su abono me ha dicho su amiga la Gananciosa; y en verdad que estoy por ir a buscarle.
Eso no harás tu por mi consejo replicó la Gananciosa , porque se extenderá y ensanchará y hará tretas en tí como en cuerpo muerto. Sosiégate, hermana que antes de mucho verás venir tan arrepentido como he dicho, y si no viniere,le escribes un papel en coplas que le amargue.
¡Eso si!, dijo la Cariharta, que tengo mil cosas que escribirle. -Yo seré el secretario cuando sea menester, dijo Monipodio. Y aunque no sea nada poeta, todavía, si el hombre se arremanga se atreverá a hacer dos millares de coplas en daca de pajas (frase que indica brevedad y facilidad), y cuando no salieron como deben, yo tengo un barbero amigo, gran poeta, que nos hará las medidas y ahora acabemos que es la hora del almuerzo, después todo se andará.
Contenta quedó la Juliana de obedecer a su mayor. Y así todos volvieron a su gaudeamus (fiesta, regocijo con comida y bebida abundante),, y en poco espacio vieron el fondo de la canasta y las heces del cuero.
Los viejos bebieron sine fine, los mozos adunia, (con abundancia), las señoras, los kiries (beber mucho), los viejos pidieron licencia para irse, y Monipodio se la concedió, con el encargo que no olvidaran en dar noticia con toda puntualidad de todo aquello que viesen ser útil y conveniente a la comunidad. Respondieron que ellos se lo tenía bien en cuidado y fuéronse.
Rinconete, que de suyo era curioso, pidiendo primero perdón y licencia, preguntó a Monipodio que de qué servían en la cofradía esos personajes tan canos, tan graves y apersonados. a lo cual respondió Monipodio, en su germanía y modo de hablar que se llamaban avispones, y que servían de andar de día por toda la ciudad avispando en cuales casas se podía dar tiento de noche y en seguir a los que sacaban dinero de la Contratación (Lonja) o Casa de la Moneda, para ver dónde lo llevaban y aún donde lo ponían, y en sabiéndolo, tanteaban el grosor del muro de la tal casa y diseñaban el lugar más conveniente para hacer los guzpatarras, que son agujeros para facilitar la entrada.
En resolución. dijo que era la gente màs o tanto provecho que había en su hermandad , y que de todo aquello que por su industria se hurtaba llevaban el quinto, como su Magestad de los tesoros; y que, con todo esto, eran hombres de mucha verdad, y muy honrados, y de buena vida y fama, temerosos de Dios y de sus conciencias, que cada día oían misa con extraña devoción. Son muy comedidos, especialmente estos dos que de aquí se agora, que se contentan con mucho menos de lo que por nuestros aranceles les toca.
Otros dos que hay son palanquines (ladrones), los cuales como por momentos mudan casas, saben las entradas y salidas de todas las de la ciudad y cuales pueden ser de provecho y cuales no.
Todo me parece de perlas dijo Rinconete y querría ser de provecho a tan famosa cofradía. Siempre aparece el cielo a los buenos deseo, dijo Monipodio.
Estando en esta plática, llamaron a la puerta. Salió Monipodio a ver quien era y preguntándolo. respondieron; Abra.sorMonipodio voacé, que el Repolido soy.
Oyó esta voz Cariharta y alzando al cielo la suya, dijo: No le abra vuestra merced, señor Monipodio, no le abra a ese marinero de Tarpeya. a ese tigre de Ocaña.
No dejó por esto Monipodio de abrir a Repolido. Pero viendo la Cariharta que le abría, se levantó corriendo y se entró en la sala de los broqueles y cerrando tras si la puerta desde dentro, a grandes voces decía.
Quítenme de delante a ese gesto de por demás, a verdugo de inocentes, asombrador de palomas duendas.
Maniferro y Chiquiznaque tenían a REpolido, que en todas maneras quería entrar donde la Cariharta estaba pero como no le dejaba, decía desde afuera.
¡No haya más enojada mía.! por tu vida que te sosiegues, ansí te veas casada. ¿Casada yo maligno?, respondió la Cariharta, mira en que tecla se toca, ya quisieras tú que fuera contigo, antes lo sería yo con una momia de muerte que contigo. -Ea boba replicó Repolido, acabemos ya que es tarde y mire no se ensanche por verme hablar tan manso y venir tan tendido porque vive el dador, si se me sube la cólera al campanario, que sea peor la recaída que la caída.Humillese, y humillémonos todos y no demos de comer al diablo.
Y aún de cenar le daría yo dijo la Cariharta, por que ye llevase donde nunca más te viesen. ¿No os digo yo?, dijo Repolido, Por Dios que voy oliendo, señora trinquete (prostituta) que lo tengo que echar todo a doce, aunque nunca se venda. A esto dijo Monipodio, en mi presencia no ha de haber demasías. La Cariharta saldrá, no por amenazas, sino por amor mío, y todo se hará bien; que las riñas entre los que bien se quieren son causa de mayor gusto cuando se hacen las paces, Ah Juliana, ah Ah niña, Ah Cariharta mía, sal acá fuera, por mi amor que yo haré que Repolido te pida perdon de rodillas, Como él eso haga dijo la Escalanta , todas seremos en su favor y en rogar a la Cariharta que salga fuera. Si esto ha de ir por vía de rendimiento que huela a menoscabo de la persona dijo Repolido, no me rendiré a un ejército de jenízaros, más por vía de que la Cariharta gusta de ello, no digo yo hincarme de rodillas, pero un clavo me hincaré por la frente en su servicio.
De esta discusión se rieron Chiquiznaque y Maniferro, de los cual se enojó el Repolido, pensando que le hacían burla dél que dijo con muestras de infinita cólera. Cualquiera que se riere o se pensare reir de lo que la Cariharta o contra m, hemos dicho o dijéramos, digo que miente y mentirá todas las veces que se riere o lo pensare, como ya he dicho. Mirarónse destol Chiquinazce y Maniferro de lo cual se enojó tanto el Repolido, pensando que hacían burla de él que dijo con muestras de infinita cólera. Monipodio advirtió que esta discusión degeneraria en un gran mal si no lo remediaba. Y así poniéndose en medios de ellos dijo:
No pase más adelante, caballeros, cesen aquí las palabras mayores y deshágase entre los dientes; y pues las que se ha dicho no lleguen a la cintura, nadie las tome por si. Bien seguros estamos dijo Chiquiznaque que no se dijeran, ni se dirán semejantes disparates. En manos estaba el pandero para quien lo supiera tañer . También tenemos aquí pandero sor Chiquinazque, replicó Repolido, y también si fuera menester,sabemos tocar los cascabeles, y ya he dicho que el que se huelga miente, y quien otra cosa pensare sígame que con un palmo de espada menos hará el hombre que sea lo dicho, dicho.y diciendo esto, cuando se iba a salir estaba la Cariharta escuchando, sintiendo que se iba enojado, entonces salió diciendo:
Ténganle, no se vaya, que hará de las suyas, ¿no ven que va enojado? y es un Judas Macarelo, en esto de la valentía , dijo la Cariharta,vuelva acá, valentón del mundo y de mis ojos. y cerrando con él, le asió fuertemente de la capa, y acudiendo también Monipodio, le detuvieron.
Chiquiznaque y Maniferro, no sabían si enojarse o si no, y estuvieron quietos esperando lo que Repolido haría, el cual, viéndose rogar de la Cariharta y de Monipodio, volvió diciendo.
Nunca los amigos han de dar enojo a los amigos, ni hacer burla de los amigos, y más cuando ven que se enojan los amigos.
A esto dijo Monipodio, todos voacedes han hablado como buenos amigos, y como tales amigos, se den las manos de amigos. Diéronselas luego. y la Escalanta quitándose un chapín comenzó atañer en él como en un pandero .
La Gananciosa tomó una escoba de palma nueva, que allí se halló acaso, y, rascándola, hizo un son que, aunque ronco y áspero, se concertaba con el del chapín. Monipodio rompió un plato e hizo dos tejoletas, que, puestas entre los dedos y repicadas con gran ligereza, llevaban el contrapunto al chapín y a la escoba. Espantánonse Rinconete y Cortadillo de la nueva invención de la escoba, porque hasta entonces nunca la habían visto.
Conocido por Maniferro y dijóles:¿Admírense de la escoba? Pues bien hacen, pues música más presta y más sin pesadumbre, ni más barata, no se ha inventado en el mundo.Y en verdad que oí decir el otro día a un estudiante que ni el Negrofeo (Orfeo quería decir) que, sacó a la Arauz del infierno, ni al Marión (quiso decir Marión, que subió sobre el delfín y salió del mar como si viniera caballero sobre una mula de alquiler, ni el otro gran músico que hizo una gran ciudad con cien puertas y otros tantos postigos, nunca inventaron mejor género de mùsica . tan fácil de aprender, tan mañanera de tocar, tan sin traste de clavijas, ni cuerdas y tan sin necesidad de templarse, y aún ¡voto a tal', que dicen que la inventó un galán desta ciudad que se pica de ser un Héctor en la música.
-Eso creo yo muy bien respondió Rinconete, pero escuchemos lo que quieren cantar nuestros músicos, que parece que la Gananciosa ha escupido señal de que quiere cantar. Y así era la verdad porque Monipodio le había rogado que cantase algunas seguidillas de las que usaban. Más la que comenzó primero fue la escalante y con sutil y quebradiza cantó lo siguiente:
-Por un sevillano rufo a lo valón
tengo socarrado el corazón
Siguió la gananciosa cantando
-Por un morenico de color verde
¿cual es la fogosa que no se pierde?
Y luego Monipodio, dándose gran priesa al meneo de sus tejoletes dijo:
-Riñen dos amantes, hácese la paz
si el enojo es grande, el gusto más grande..
No quiso la cariharta pasar su gusto en silencio, porque tomando su chapín se metió en danza y acompañó a los demás diciendo: -Detente enojado, no me azotes más que si bien lo miras, a tus carnes das. No tenían priesa por acabar tan presto el comenzado cántico, cuando sintieron que llamaban a la puerta con fuerza; salió Monipodio a ver quién era, y el centinela le dijo cómo al cabo de la calle había asomado el alcalde de la justicia, y que delante de éste venían el Tordillo y el Cernícalo, corchetes neutrales. Oyéndolo los de dentro y alborotandose de manera que la Cariharta y la Escalanta se calzaron sus chapines al revés, dejó la escoba la Gananciosa, Monipodio sus tejoletas, cesó toda la música y quedó todo en turbado silencio.
Enmudeció Chiquiznaque, pasmose el Repolido, y quedó suspendido Maniferro, y todos desaparecieron subiéndose por los tejados y azoteas para escaparse y poder pasar a otra calle.
Los dos novicios de Rinconete y Cortadillo no sabían que hacer permaneciendo quedos, esperando ver en que paraba aquella repentina borrasca, hasta que el centinela avisó que el alcalde y su comitiva se había pasado de largo, sin dar muestras ni resabio de mala sospecha alguna.
Y estando diciendo esto a Monipodio, llegó un caballero mozo a la puerta, vestido, como se suele decir, de barrio (en traje acomodado pero sin formalidad), entonces Monipodio le entró consigo en la casa y mandó llamar a Chiquinazque, a Mqniferro y al Repolido, y que los demás no bajasen ninguno de la terraza, mientras tanto Rinconete y Cortadillo se habían quedado en el patio, pudiendo oír toda la plática que hablaron Monipodio con el caballero recién venido. El cual dijo a Monipodio que porqué se había hecho tan mal aquello que había encomendado.
Monipodio respondió que aún no sabía lo que se había hecho, pero que allí estaba el oficial a cuyo cargo regentaba su negocio, y que él daría muy buena cuenta de sí. Bajó en esto Chiquinazque. y le preguntó Monipodio si había cumplido con la obra que se le encomendó de la cuchillada de a catorce.
-¿Cual? respondió Chiquiznaque, es la de aquel mercader de la encrucijada.
-Esa es dijo el caballero. Pues en lo que eso pasa, respondió Chiquiznaque, es que yo le aguardé anoche a la puerta de su casa, y él vino a ntes de la ración. Me llegué cerca de él y le marqué el rostro con la vista y vi que le tenía tan pequeño que era imposible de toda imposibilidad de poder cumplir caber en él cuchillada de catorce puntos; y hallándome imposibilitado de poder cumplir lo prometido y de hacer lo que que llevaba pendiente, fue imposible en aquel reducido rostro y porque no fuera mi ida en balde , di la cuchillada a un lacayo suyo, que a buen seguro que la puedan poner por mayor de marca. - Más quisiera dijo el caballero que se la hubiera dado al amo a una de siete que al criado la de a catorce.
En efecto dijo el caballero, conmigo no se ha cumplido como era razón, pero no importa; poca mella me harán los treinta ducados que dejé en señal. Beso a vuestra merced las manos. Y diciendo esto, se quitó el sombrero y volvió las espaldas para irse, pero Monipodio le asió por la capa que traía puesta, diciéndole:
- Voacé se detenga y cumpla su palabra, pues nosotros hemos cumplido la nuestra con mucha honra y con mucha ventaja, veinte ducados faltan, y no ha de salir de aquí sin darlos o prendas que lo valgan -Pues a esto le llama vuestra merced cumplimiento de palabra.
-Respondió el caballero, él dar cuchillada al mozo habiéndose encargado darla al amo.
¡¡Pues que bien está en la cuenta el señor, dijo Chiiquinazque, bien parece que no se acuerda de aquel refrán que dice <<Quien bien quiere a Beltrán, bien quiere a su can>>.
Respondió el caballero, a modo de que viene aquí ese refrán. -
Pues no es lo mismo prosiguió Chiquiznaque y si Beltran es el mercader, voacé le quiere mal, su lacayo es su can, y dando al can se da a Beltran, y la deuda queda liquidada, trayendo aparejada su ejecución; por eso no hay más sino pagar sin apercibimiento de remate.
-Eso juro yo bien, añadió Monipodio, y de la boca me quitaste, Chiquinazque amigo todo cuanto aquí has dicho, y si, voacé, señor galán, no se meta en puntillos con sus servidores y amigos de modo que tome mi consejo y pague lo trabajado, si fuere servido que se le dé otra al amo, de la cantidad que pueda llevar en el rostro, haga cuenta que ya le están curando. -Como eso sea respondió el galán de muy entera voluntad y gana pagaré la una y la otra por entero.
No dude en esto respondió Monipodio,más que en ser cristiano que Chiquiznaque se la dará pintiparada de manera que parezca que allí se le nació. -Pues con esa seguridad y promesa respondió el caballero, recibase esta cadena en prenda de los veinte ducados atrasados y de cuarenta que ofrezco por la venidera cuchillada. Pesa mil reales y podrá ser que se quedase reatada porque traigo entre ojos que serán menester otros catorce puntos antes de mucho. Se desprendió en esto de una cadena de vueltas menudas del cuello y se las dió a Monipodio, que al color y al peso bien vio que no era de alquimia. -Monipodio la recibió con mucho contento y cortesía, porque era en extremo bien criado, la ejecución quedó a cargo de Chiquiznaque, que sólo tomó termino de aquella noche.
El caballero se fue muy satisfecho y Monipodio llamó a todos los ausentes y azorados. Bajaron todos, y poniéndose Monipodio en medio de ellos, sacó un libro de memoria que traía en la capilla de la capa y diósela a Rinconete que leyese, porque él no sabía leer. Abriole Rinconete y en la primera hoja vio que decía: MEMORIA DE LAS CUCHILLADAS QUE SE HAN DE DAR ESTA SEMANA.
La primera, al mercader de la encrucijada: vale cincuenta escudos y están incluidos treinta escudos dados a cuenta, el ejecutor debe ser Chiquinazque.. No creo que haya, otro hijo dijo Monipodio, pasa adelante y mira donde dice <<Memoria de Palos que se han de dar, volvió la hoja Rinconete y vio que en otra estaba escrito MEMORIA DE PALOS, Y más abajo decía: Al bodeguero de la Alfalfa, doce palos de mayor cuantía a escudo cada uno, están dados a cuenta ocho. El término seis días. Ejecutor Maniferro.
Bien podía borrarse esa partida, dijo Maniferro porque esta noche el finiquito de ella.
-Hay más hijo, dijo Monipodio. Sí, otra respondió Rinconete que dice así: Al sastre corcovado que por mal nombre se llama el Silguero, seis palos de mayor cuantía, a pedimiento de la dama que dejó la gargantilla. Ejecutor, el Desmochado. -
Maravillado estoy dijo Monipodio, cómo todavía está esa partida en ser. Sin duda alguna debe de estar mal dispuesto, el Desmochado, pues son dos días pasados del término y no ha dado puntada en esta obra. -Ya le tope ayer dijo Maniferro, y me dijo que, por haber estado retirado por enfermo no había cumplido con su débito.
-Eso creo yo bien dijo Monipodio, porque tengo por tan buen oficial al Desmochado, que si no fuera por tan justo impedimento, ya él hubiera dado al cabo con mayores empresas ¿hay más mocito?.
-No señor respondió Rinconete. -Pues pasad adelante dijo Monipodio, y miras donde dice Memorial de agravios comunes. Pasó adelante Rinconete y en otra hoja halló escrito.-MEMORIA DE AGRAVIOS COMUNES, CONVIENE A SABER REDOMAZOS (Golpe con una redoma, untada de mierda).
CLAVAZÓN DE CUERNOS -Tampoco se lea dijo Monipodio, la casa ni adónde, basta que se le haga el agravio, sin que se diga en público, que es cargo de conciencia. A lo menos, más querría yo clavar cien cuernos y otros tantos sambenitos, como se me pagase mi trabajo, que decirlo sola una vez aunque fuese a la madre que me parió. El ejecutor de esto es dijo Rinconete, el Narigueta.
- Ya está hecho y pagado dijo Monipodio. Mirad si hay más, que sin mal no me acuerdo, ha de haber ahí un espanto de veinte escudos; está dado la mitad, y el ejecutor es la comunidad toda, y el término es todo el mes en que estamos y cumplirse será al pie de la letra, sin que le falte una tilde y será una de las mejores cosas que hayan sucedido en esta ciudad de muchos tiempos a esta parte.
-Dadme el libro, mancebo, que yo sé que no hay más y se también, que anda muy flaco el oficio, pero tras este tiempo vendrá otro y habrá que hacer más de lo que quisiéramos que no se mueve la hoja a voluntad sin voluntad de Dios, y no hemos de hacer nosotros que se vengue nadie por fuerza, cuanto más que cada uno en su causa debe ser valiente y no quiere pagar las hechuras de la obra que él puede hacer por sus manos. - Así es dijo a esto Repolido, pero mire vuesa merced, señor Monipodio, lo que nos ordena y manda, que se va haciendo tarde y va entrando el calor más que de paso.
-Lo que ha de hacer respondió Monipodio, ess que todos se vayan a sus puestos, y nadie se mude hasta el domingo, que nos juntaremos en el mismo lugar, y se repartirá todo lo que hubiere caído, sin agraviar a nadie.
A Rinconete el Bueno y a Cortadillo se les da por distrito hasta el domingo desde la Torre del Oro, por fuera de la ciudad, hasta el postigo del Alcázar, donde se puede trabajar a sentadillas, con sus flores que yo he visto a otros de menos habilidad que ellos salir cada día con más de veinte reales en escudos, amen de la plata, con una baraja sola. y ésa con cuatro naipes menos . Este distrito os lo enseñará Ganchoso, y aunque os extendáis hasta San Sebastián y San Telmo, importa poco, puesto que es justicia meramente mixta, que nadie se entre en pertenencias de nadie.
- Sacó, en esto Monipodio un papel doblado de la capilla de la capa, donde estaba la lista de los cofrades, y dijo a Rinconete que pusiese allí su nombre y el de Cortadillo, mas porque no había tintero, le dio el papel para que lo llevase, y en el primer boticario los escribiese, poniendo Rinconete, floreo, Cortadillo bajón (ladrón), y el día del mes y año, callando padres y patria. Estando en esto entró uno de los viejos avispones y dijo: -Vengo a decir a vuesas mercedes como agora,agora topé en gradas a Lobillo el de Málaga, y diceme que viene mejorado en su arte de tal manera, que con un naipe limpio quitará el dinero al mismo Satanás y que por venir maltratado no vine luego a registrarse y a dar la solita obediencia, pero que el domingo vendrá aquí sin falta.
-Siempre se me asentó a mí, dijo Monipodio que este Lobillo había de ser único en su arte, porque tiene las mejores y acomodadas manos para ello que se pueden desear, para ser un buen oficial en su oficio, tanto ha menester de los buenos instrumentos con que le ejercita como el ingenio con que le aprende. - También topé dijo el viejo en una casa de posadas en la calle de Tintores, al judío, en hábito de clérigo, que ser ha ido a posar allí por tener noticia de dos peruleros (enriquecidos en la Indias) , viven en la misma casa, y querría ver si pudiese trabajar con ellos aunque fuese de poca cantidad, que de allí podría venir mucha. Dice también que el domingo no faltará ala junta y dará cuenta de su persona.
-¿Ese judío también- dijo Monipodio, es gran sacre (el que roba o hurta con habilidad) y tiene gran conocimiento?, días ha que no le visto, y se que no lo hace bien, pues a fe que si no se enmienda, que yo le deshaga la corona, que no tiene más órdenes de ladrón que las tiene el turco, ni sabe más latín que mi madre.
¿Hay algo más de nuevo?, no dijo el viejo, al menos que se sepa. Que sea en buena hora dijo Monipodio y voacedes tomen ésta miseria, repartiendo entre todos hasta cuarenta reales, y el domingo no falte nadie, que no faltará nada de lo corrido.
Todos le dieron las gracias y tornáronse a abrazar Repolido y la Cariharta, la Escalanta con Maniferro y la Gananciosa con Chiquinazque, concertando que aquella noche de haber alzado la obra en la casa, (acabar el trabajo), se viesen en la casa de la Pipota, donde también dijo que iría Monipodio al registro de la canasta de colar, y que luego había de ir a cumplir y borrar la partida. Abrazó a Rinconete y a Cortadillo y echándoles su bendición, los despidió encargándoles que no tuviesen jamás posada cierta ni de asiento, porque así convenía a la salud a todos. Acompáñolos Ganchoso hasta enseñarles sus puestos, acordándoles que no faltasen el domingo, porque a lo que creía y pensaba, Monipodio había de leer una lección de posición acerca de las cosas concernientes a su arte.
Con esto se fue, dejando a los compañeros admirados de lo que habían visto. admirados - Era Rinconete, aunque muchacho, de muy buen entendimiento y tenía un buen natural, y como había andado con su padre en el ejercicio de las bulas, sabía algo de buen lenguaje y le daba gran risa pensar en los vocablos que había oído a Monipodio y a los demás de su compañía y bendita comunidad; y cuando por decir per modum su frágil había dicho per modo de naufragio y que sacaban el estupendo por decir estipendio.de lo que se garbeaba, y cuando la Cariharta dijo que era Repolido como un marinero de Tarpeya y un tigre de Ocaña, por decir Hircania, con otras mil impertinencias (especialmente le cayó en gracia cuando dijo que el trabajo que había pasado en ganar los veinte y cuatro reales lo recibiese el cielo en descuento de sus pecados, a estas y a otras peores y semejantes, y sobre todo le admiraba la seguridad que tenían y la confianza de irse al cielo con no faltar a sus devociones, estando llenas de hurtos y de homicidios y de ofensas de Dios. Y sobre todo se reían de la otra buena vieja Pipota, que dejaba la canasta de colar hurtada guardada en su casa y se iba a poner candelillas de cera a las imágenes, y con ello pensaba irse al cielo calzada y vestida. No menos le suspendía la obediencia y respeto que todos tenían a Monipodio, siendo un hombre bárbaro, rústico y desalmado.
Consideraba lo que había leido en su libro de memoria y los ejercicios en que todos ocupaban. Finalmente, exageraba cuan descuidada justicia había en aquella famosa ciudad de Sevilla, pues casi al descubierto vivía en ella la gente tan perniciosa y tan contraria a la misma naturaleza, y propuso en si de aconsejar a su compañero que no durasen mucho en aquella vida tan perdida y tan mala, tan inquieto y tan libre y disoluta.
Pero con todo esto, llevado de sus pocos años y su poca experiencia, pasó con ella adelante algunos meses, en los cuales le sucedieron cosas que piden mayor escritura, por último, así si deja para otra ocasión contar su vida y milagros, con los de su maestro Monipodio, y otros sucesos de aquellos de la infame academia, que todos serán de grande consideración y que podrán servir de ejemplo y aviso a los que esto leyeren.
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