domingo, 24 de noviembre de 2024

DON QUIJOTE Y SANCHO PANZA

            

COMO SANCHO  PANZA  FUE LLEVADO AL GOBIERNO Y DE LA             EXTRAÑA AVENTURA QUE EN EL CASTILLO  LE SUCEDIÓ A                                                   DON QUIJOTE

Dicen que en el propio original de esta historia se lee que llegado Cide Hamete a escribir este capítulo, no lo tradujo su intérprete como él le había escrito y dicho  que fue en modo de queja que tuvo el moro de sí mismo, por haber tomado entre manos una historia tan seca y tan limitada como ésta de Don Quijote, por parecerle que  siempre había de hablar del y de Sancho, sin osar extenderse a otras digresiones y episodios más graves y más entretenidos : y decía que él de siempre ha tenido el entendimiento, la mano y la pluma a escribir de un solo sujeto y hablar por las bocas de poca personas era  un trabajo incomprensible, cuyo fruto  no redundaba  en el de su autor, y que por huir del inconveniente había usado en la primera parte del artificio de algunas novelas, como fueron la del Curioso Impertinente y la del Capitán Cautivo  que están como separadas de la historia, puesto que las demás que allí se cuentan son casos sucedidos al mismo  Don Quijote, que no podía dejar de escribirse .




También pensó, como él dice  que muchos llevados por la atención que piden las hazañas de Don Quijote, no la darían a las novelas y pasarían por ellas, con  prisas, o con enfado, sin advertir la gala y artificio que en sí contienen,  y se mostrará bien al descubierto, causado por sí solas y sin arrimarse a las locuras de Don Quijote,  ni a las sandeces de Sancho, salieran sueltas a la luz y así, en esta segunda parte no quiso ingerir novelas sueltas, ni pegadizas.


Son algunos episodios que lo pareciese haber  nacido de los mismos sucesos que la verdad ofrece, y aun éstos, limitadamente y con solas las palabras  que bastan a declararlos; y pues se contiene y cierra en los estrechos límites de la narración,  teniendo habilidad  suficiente y entendimiento para tratar del universo  todo, pide no se desprecie su trabajo, y se le den las alabanzas, no por lo que escribe, sino por lo que ha dejado de escribir.

Y luego prosigue la historia diciendo : que en acabando de comer Don Quijote el día que le dio los consejos a Sancho, aquella tarde se los dio escritos para que él buscase   quien se los leyese; pero apenas se las hubo dado, cuando se le cayeron  y vinieron a manos del Duque que los comunicó con la Duquesa, y los dos se admiraron  de la locura y del <ingenio de Don Quijote, y así llevando adelante sus burlas , aquella tarde enviaron a Sancho con mucho acompañamiento al lugar que para él había de ser Ínsula.,

Acaeció pues, que el que le llevaba a cargo era un mayordomo del Duque, muy discreto y muy gracioso, el cual había hecho la Condesa Trifaldi, con el donaire que quedó referido  y con esto, y con ir industriado de sus señores  de cómo se había de haber con Sancho con su intento maravillosamente. 

Digo pues, que acaeció que así como Sancho vio aquel mayordomo, se le figuró en su rostro el mismo de la Trifaldi, y volviéndose  a su señor le dijo:

-Señor o a mí me ha de llevar el diablo de aquí de donde estoy, en justo y en creyente, o vuesa  merced  me ha de confesar que el rostro de este mayordomo del Duque que aquí está es el mismo de la Dolorida.

Miró Don Quijote  atentamente al mayordomo, habiendo mirado dijo a Sancho:

No hay para qué se lleve el diablo, Sancho, ni en justo, ni en creyente (que no sé qué quieres decir), que el rostro de la Dolorida  es el del mayordomo .pero no por eso el del mayordomo es la Dolorida; que a serlo implicaría contradicción muy grande, y no es cierto ahora hacer estas  averiguaciones, que sería entrarnos en intrincados laberintos.

Créame amigo, que es menester rogar a nuestro Señor muy de veras  que nos libre a los dos de malos hechiceros y encantadores.

-No es burla señor- replicó Sancho, sino que antes le oí hablar, y me pareció  sino que la voz de la Trifaldi me sonaba en los oídos. Ahora bien, yo callaré pero no dejaré de andar advertido de que aquí en adelante a ver si se descubre otra señal que confirme o deshaga mi sospecha.

-Así has de hacer, Sancho, dijo Don Quijote  y me darás aviso de todo lo que en todo caso descubrieres y de todo aquello que en el gobierno te sucediere.

Salió, en fin, Sancho acompañado de mucha gente  vestido a lo letrado  y encima con un gabán muy ancho, de chamelote de aguas leonado, con una montera de lo mismo, sobre un macho a la jineta y detrás del, por orden del Duque  iba  el  rucio con jaeces y ornamentos jumentiles de seda y flamantes.

Volvía Sancho la cabeza de cuando en cuando a mirar a su asno, con cuya compañía iba tan contento que no se cambiaba con el Emperador de Alemania. Al despedirse  de los duques, les besó las manos y tomó la bendición de su señor, que se le dio con lágrimas, y Sancho la recibió con pucheritos.

Deja lector amable  de ir en paz y en hora buena, al buen Sancho y espera dos fanegas de risa, que te ha de causar el saber cómo se portó en su cargo, y en tanto atiende a saber lo que le pasó  a su amo aquella noche, que si con ello no te rieres, por lo menos no desplegarás los labios con risa de jimio, porque los sucesos de Don Quijote, o se han de celebrar con admiración o con risa.

Cruentase pues  que, a penas se hubiese partido  Sancho, cuando don Quijote sintió su soledad, y si le fuera posible revocarle  la comisión y quitarle el gobierno, lo hiciera. Conoció la Duquesa su melancolía, pregúntele que de que estaba triste, que si era por la ausencia de Sancho, que escuderos, dueñas y doncellas había  en su casa que le servirían de manera muy satisfacción  de  su deseo

-Verdad  es, señora mía, respondió Don Quijote que siento la ausencia de Sancho, pero no es esa la causa principal que me hace parece que estoy triste, y de los muchos ofrecimientos que vuestra excelencia me hace  solamente acepto y escojo la voluntad con que se me hacen  y en lo demás suplico que dentro de mi aposento consienta y permita el que me sirva.

Es verdad dijo la duquesa, señor don Quijote que no  ha de ser así, que le han de servir cuatro doncellas de las más hermosas.

-Para mí respondió Don Quijote no serán ellas como flores sino como espinas que me puncen en el alma.

Así entrarán ellas en mi aposento, ni cosa que lo parezca como volar. Si es que vuestra grandeza quiere  llevar a delante el hacerme merced,  sin yo merecerla, deje me que yo me las haga conmigo y que yo me sirva de mis puertas adentro y que yo ponga una muralla en medio de mis deseos y de mi honestidad  y no quiero perder esta costumbre por la liberalidad  que vuestra alteza quiere mostrar conmigo, y en resolución, antes dormiré vestido que consentir que nadie me desnude.


No más, no más señor don Quijote, replicó la Duquesa, por mi digo que daré orden que ni aún una mosca entre en su estancia, no una doncella, no soy yo persona que por mí se ha descabalar la decencia del señor don Quijote, que según se me ha traslucido la que más campea  entre sus muchas virtudes  es el de la honestidad. Desnúdese vuestra merced y visitase a sus solas y a su modo, dentro de su aposento hallará los vasos necesarios a menester del que duerme  a puerta cerrada, porque ninguna natural necesidad le obligue a que la abra. Viva mil siglos la Gran Duquesa del Toboso y sea su nombre extendido  la redondez de la tierra, pues mereció ser amada de tan valiente y honesto caballero, y los benignos cielos infundan en el corazón de Sancho Panza, nuestro gobernador un deseo de acabar pronto sus disciplinas, para que vuelva a gozar el mundo de la belleza de tan gran señora.

A  lo cual dijo Don Quijote.

-Vuestra altitud ha hablado como quien es que en la boca de las buenas señoras no ha de haber ninguna que se mala; y más venturosa y más conocida será en el mundo Dulcinea por haberla alabado vuestra grandeza que por todas las alabanzas que puedan darle los más elocuentes de la tierra.

Agora bien Señor don Quijote, replicó la Duquesa,  la hora de cenar se acerca y el Duque debe de esperar a vuestra merced, y cenemos acostarse temprano,  que el viaje que ayer hizo de Candaya no fue tan corto que no haya causado algún molimiento.

-No siento ninguno señora, respondió Don Quijote; porque osaré jurar a vuestra excelencia  que en mi salida he subido más reposada ni de mejor paso que Clavileño, y no sé yo que le pudo a mover a Mambrino para deshacerse de tan ligera y tan gentil cabalgadura, y abrasarla así sin más ni más.

- A eso se puede imaginar respondió la Duquesa que arrepentido  del mal que habéis hecho a Trifaldi, y compañía y a otras personas, y de las maldades que como hechicero y encantador debía de haber cometido, quiso concluir con todos los instrumentos de su oficio, y como a principal y que más le traía desosegado, vagando  de tierra en tierra,  abrasó a Clavileño , que con sus abrasadas cenizas y con el trofeo del cartel queda eterno el valor del gran Don Quijote de la Mancha.


De nuevo dio las  gracias Don Quijote  a la Duquesa, y en cenando, Don Quijote se retiró  a su aposento solo, sin consentir que nadie entrase con él a servirle; tanto se temía de encontrar ocasiones que lo moviesen  a forzarle y perder el honesto decoro que a su señora Dulcinea guardaba, siempre puesta en  la imaginación y la bondad de Amadís, flor y espejo  de los andantes caballeros.

Cerró  tras si  la puerta  y a la luz de dos velas de cera se desnudó y al descalzarse (och desgracia indigna e tal persona) se le soltaron, no suspiros, ni otra cosa que desaceitasen  la limpieza de su policía, sino dos docenas de puntos de una media, que quedó hecha policía. Afligiese en extremo el buen señor y diera él por tener allí un adorne de seda verde una onza de plata; digo seda verde porque las medias eran verdes

Aquí exclamó Benengeli, y escribiendo, dijo; och pobreza, pobreza. No  sé yo con qué razón se movió aquel gran poeta cordobés a llamarle, dádiva santa desagradecida.

Yo aunque moro bien sé por la comunicación que he tenido con cristianos, que la santidad consiste en la caridad, humildad, fe, obediencia y pobreza; pero con todo eso, digo que ha de tener mucho de Dios el que viniere a contentar con ser pobre, si no  es de aquel modo de pobreza de espíritu, pero tú , segunda pobreza,¿ porque quieres estrellarte con los hidalgos? y  bien nacidos más que con  la otra gente que desde una legua se le descubre el remiendo del zapato, el trasudor del sombrero, la hilaza del herreruelo y el hambre de su estómago.

Todo esto se le renovó a don Quijote en la soltura de sus puntos, pero se consoló con ver que Sancho le había dejado unas botas de camino, que pensó ponerse otro día.

Finalmente, él se recostó pensativo, y pesaroso, así de la falta que  Sancho le hacía, como de la irreparable desgracia de sus medias, a quien tomara los puntos aunque fuera con seda de otro color, que es una de las mayores señales de miseria que un hidalgo puede dar en el discurso de su prolija estrechez

Apagó la velas, hacía calor aquella noche y no podía dormir, se levantó del lecho y abrió un poco la ventana  de una reja que daba sobe un hermoso jardín, y al abrirla  sintió y oyó que andaba y hablaba gente en aquel jardín  y se puso a escuchar atentamente, levantaron la voz los de abajo, tanto que pudo oír estas razones: 

No me porfíes Emerencia a  que cante, pues sabes que desde el punto que este forastero entré en este castillo y mis ojos te miraron, yo no sé cantar, sino llorar; cuanto más que el sueño de mi señora tiene más de ligero que de pesado, y no quería que nos hallase aquí, por todo el tesoro del mundo, y puesto que durmieses y no despertase, en vano sería mi canto si duerme y no despierta para oírle este nuevo Eneas  que ha llegado a mis regiones para dejarme escarnecido..

-No des en eso, Altisidora amiga  que sin duda fue la Duquesa y cuantos hay en ésta casa duermen, sino es el señor de tu corazón y el despertador de tu alma, porque ahora sentí que abría la ventana de la reja de su estancia, y sin duda debe estar despierto, canta lastimada mía, en tono bajo y suave al son de tu harpa, y cuando alguien nos sienta le echaremos la culpa al calor que hace y con esto cerró de golpe ventana y aquí dejaremos por ahora porque nos está llamando el gran Sancho Panza, que quiere dar principio a su famoso gobierno.


 

 

 

 

 

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