CRUZADA
CONTRA LOS ALMOHADES
Febrero
de 1212. Ya empiezan llegar a Castilla con sus respectivas huestes los primeros
caballeros ultramontanos que han
decidido participar en la cruzada convocada contra los almohades.
El
contingente almohade que constituido por casi 300.000 soldados se ha reunido en
Sevilla en 1211 y se ha formado en respuesta a la llamada lanzada en 1209 por al-
Nasir declarando la guerra santa en todas sus tierras,
La amenaza
almohade de una guerra santa asusta sobremanera a los reinos cristianos de la Península, que no hacen nada
para evitarla en un principio,
Cuando en
septiembre de 1211 cae en poder almohade la fortaleza de Salvatierra, situada
en Calzada de Calatrava provincia de Ciudad Real, que estaba defendida por la
orden de Calatrava, el peligro parece patente.
El monarca
castellano Alfonso VIII, aprovecha hábilmente el miedo creado por los almohades,
pidiendo al Papa que expida una bula decretando una cruzada contra los almohades
en la península Ibérica con igual indulgencia plenaria que las Cruzadas de Tierra
Santa. El Papa Inocencio III concede a Alfonso VIII tales condiciones y se
prevé la ofensiva cristiana para el verano de 1212.
La
llamada a la cruzada se extiende por
toda Europa, atrayendo la atención ante la posibilidad de conseguir indulgencia
plenaria sin abandonar el continente.
Además
para asegurar la buena organización de la campaña, Inocencio III ordena guardar
tregua a todo el que tenga cuestiones pendientes con el rey castellano, bajo
amenaza de excomunión. Los emisarios castellanos se dirigen a todas las cortes
europeas, llevando las condiciones de la cruzada, así como la promesa de
Alfonso VIII de pagar sueldo y avituallamiento a los caballeros que acuden a la
península y a las tropas que les acompañen.
Como lugar
de reunión se fijó la ciudad de Toledo,
siendo el 31 de mayo de 1212 el último día de plazo para acudir a la cita.
Mientras no llega a Toledo el rey castellano, los cruzados se encuentran a las órdenes del
Arzobispo de la ciudad toledana.
Rodrigo Jiménez
de Rada que se convierte también en historiador del magno acontecimiento.
Los
primeros extranjeros en llegar son los franceses que llegaron en febrero de
1212, con figuras como los arzobispos de Narbona y Burdeos y el obispo de
Nantes. Los franceses agrupan a 2,000 caballeros con sus pajes de lanza, 10.000 soldados de a caballo 50.000 peones, A estos
se unen luego las escasas huestes del navarro Sancho VII los 60.000 castellanos y los 50.000
aragoneses aportados por Pedro II el Católico que ha de correr para poder
acudir a tiempo.
Mientras
se espera poner en marcha la cruzada, los soldados ultramontanos inician sus
primeros hechos de armas por su cuenta, tomando como objetivo la comunidad judía de Toledo. Algo anormal en
las cruzadas, los soldados pero que no es comprendido por la mentalidad
peninsular, que pone fin a tal desmán, gracias a la intervención de Pedro el
Católico, que ha de correr para llegar a tiempo.
Mientras se
espera poner en marcha la cruzada, los soldados ultramontanos inician sus
primeros hechos de armas por su cuenta
tomando como objetico la comunidad judía de Toledo poniendo fin a estos
desmanes Pedro el Católico y Alfonso VIII.
Por fin
en el mes de junio se inicia la campaña. Tras la toma de Calatrava y Malagón,
ya a principios de julio, los cruzados ultramontanos abandonan la cruzada según
dicen obligados por el calor sofocante y la sed. A esto habría que añadir el
poco botín que se consigue en las
conquistas y el que no se permite pasar a cuchillo a todos los musulmanes
derrotaos, antigua tradición cruzada que no guarda que no guarda elación con la
norma general seguida en toda la reconquista.
Gracias a
esta deserción, todo el honor y todas las indulgencias prometidas por el Papa Inocencio
III que se consiguen tras la posterior Batalla de las Navas de Tolosa (16-7-1.212),
quedan en manos hispanas.
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