lunes, 13 de septiembre de 2021

CUENTO V

 

         


                                                 
                   

                                                            

Tras varios días de largo viaje caminando por tierras de Castilla llegamos a un sitio entre montañas inhóspitas y con un frío aterrador, a pesar de  estar en pleno estiaje, al  trasponer  una de aquellas montañas muy prominentes y buscando la orilla izquierda del río Pisuerga, nos llevamos el susto padre, ya estaban avisados los cristianos que íbamos de marcha hacia esa tierra, no sé de donde sacarían tanta gente, allí  estaba el rey de León, Ramiro el II  luciendo sus galas guerreras, con sus gentes de Riaño, Astorga, Bembibre, Bañeza, Carracedelo, Fabero, Gusendos, Órbigo, Maraña, Pajares, Ponferrada, Reyero, Sahagún y Villazala, más las coalicionadas de Asturias y Navarra, también estaban los maragatos leoneses, los bables asturianos, los pasiegos santanderinos, los navarros, euskaldunos y vascones, había gentes de la Alcarria,  el conde de Burgos y Castilla Fernán González con sus tropas de Bujedo, Briviesca y Pancorbo,  los del Alfoz de Bricia, Ameyugo, Arlanza, Barbadillo, Cogollos, Moncalvillo, Orbanegra, Pardilla, Belorado, Cabezón, Prádanos, Quintanapalla, Salas, San Mamés, Tobalina y Villarcayo, también los había de Soria y Ágreda, del Burgo de Osma, Calatañazor, Coscurita, Duruelo, Gómara, Medinaceli, Almazán, San Esteban de Gormaz y también los de Vila Mazan, ya sabes no me gusta la prolijidad  por ello solo cito lo más esencial y breve.

 

Nosotros llevábamos el auxilio del gobernador de Zaragoza, Abu-Yahia no olvidando que resultó un traidor y culpable del principal desastre de Osma, tres años antes de esta confrontación, llevaba sus gentes de Calatorao, Ricla, La Almunia y Sansueña, de saeteros iban los saqalibas muy diestros en este oficio, la caballería bereber y andalusí bien dotada de lanzas y alfanjes, la infantería de los Banu Hudayir con arcos y flechas lanzas y lanzones y  como tropas auxiliares para  llevarse los primeros envites de la contienda vinieron los nobles de:

 


Benichembia, Benilloba, Almudaina, Benifallín, Aljorfa, Busot Confrides, Benesaou, Aljufia, Abarán, Bendame, Benétuzar, Benimongí, Benéjuzar, Alfadarin, Alboraiba, Benovia, Condomina, Tiñosa, Benicomai, Alfande, Albarilla, Beniazón, Benicomai, Farabosque, Beniazón, Acenete, Benihalel, Benifiel, Alnaxar, Zaraiche, Albatalia, Benifiar, Urdienca, Albocácer, Betxí, Zucaina, Agullent, Zeneta, Albuisech, Beneguasil y Benipotrox.

                                  


También llevábamos un enorme contingente de caballería berebere en la retaguardia, alma mater de nuestras  tropas andalusíes.

                                                 


Hicimos sonar atabales formando un  estruendoso ruido así como la marcha del miedo,  después  marcha allegro non tropo, al Abderrahman se le escapó un suspiro y un “hay” al observar el enorme contingente del enemigo, al hombre se le hizo un nudo en la garganta impidiéndole hablar, después pidió que le trajeran y sirvieran un chambi, al hombre se le quedó la lengua seca y la   garganta atragantada.

                                       


Con dificultades   tragó el helado como pudo y se  quedó pensativo y cabizbajo, a continuación miró al cielo y se encomendó a Alá,  después se sacudió el polvo acumulado en el pecho con la mano diestra, sacó el pañuelo se limpió el sudor frío de sus mejillas.

                                 


Tocamos zafarrancho de combate dando comienzo la confrontación guerrera entre ambos contingentes que  se apresuraron en enorme carrera finalizando en tremendo choque, hubo empujones, apretones y revolcones, pisotones y  agarrones, estruendoso crujir de escudos al chocar contra las espadas,  el trote de los caballos galopando  hacía que temblase la tierra, los equinos asustados relinchaban con denuedo, daban brincos, patadas y coces evidentemente  estaban desbocados ante el fuerte y ronco vocerío de ambos ejércitos.

                                    


Desde nuestra tribuna en el puesto de observación resultó imposible dirigir palabras de aliento a nuestros guerreros, no obstante  se  aplaudía con entusiasmo   al objeto de enaltecer los ánimos en esa dura  pelea.

                                   


Hubo de todo,  lamentos de heridos en el umbral de la muerte, regueros de sangre y cuerpos llenos de mutilaciones, sollozos y llantos, hombres agonizantes pidiendo auxilio,  fue un duro y cruento combate todo un horror que jamás se borrará del recuerdo.       

                                                      


                                        



Cinco días duró aquella pelea de amargos sudores, eso sí cuando sacábamos la bandera blanca era de obligado cumplimiento  descansar un rato de tanta refriega, por la noche sonaban  trompetas dando la señal de  silencio,  era necesario  dormir para reponer las fuerzas respetando por ambos bandos tan deseada señal.

                                    


 Al quinto día y antes del alba  tocaron ellos una marcha muy alegre con chirimías y trompetas, muy entusiasta con  redobles de tambores, afinamos la oreja y oímos que estaban eufóricos, tocaban los mardita madre la marcha de “allegro triunfati”,  estos traidoramente hicieron el recuento y les resultó favorable,  de momento  salieron árbitros de ambos bandos  cotejaron el resultado y efectivamente ellos habían vencido,  pusieron el cartelón como ganadores de la pelea en el quinto roung.

                                        


                                                  

Cuando observamos el resultado de aquella batalla nos vimos obligados a tocar la marcha “huida con motto” y se formó la desbandada,  muchas vidas costó aquel trance,  al Abu-Yahia de Zaragoza nuestro aliado lo hicieron  prisionero, de modo que los omeya perdimos la batalla pero no la guerra. Pasemos al siguiente cuento. 










 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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