lunes, 27 de febrero de 2017

UNA PROCESION DE SEMANA SANTA



     UNA PROCESIÓN DE SEMANA SANTA



Una semana al año se celebra la Semana Santa conmemorando la muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret el hijo del carpintero, quien en su vida muchos milagros hizo, decían era el Mesías, el ungido  el hijo y la encarnación de Dios hecho hombre resucitando al tercer día después de su muerte, y prosigo con la procesión. 

Salen  los cofrades  con túnicas  de diversos colores dependiendo de la Hermandad o Cofradía  a que pertenezcan, filas interminables de penitentes o nazarenos, estos  caminan  con lentitud parsimoniosa y  en silencio sepulcral, los mayordomos van en el centro manteniendo el orden en la formación al objeto de guardar  la debida simetría del enorme cortejo procesional.


Un fúnebre redoble de tambor invita al silencio callejero, los nazarenos llevan la cara cubierta mediante caperuzas o capuces portando velas  encendidas, otros como signo de penitencia cargan sobre sus hombros enormes y pesadas cruces de madera que les arrastra por el suelo, otros grandes velones encendidos. 




Ello  requiere tremendo esfuerzo, algunos van descalzos en cumplimiento de alguna penitencia impuesta por propia voluntad o dando gracias por los favores recibidos,  no  faltando algunos  penitentes que se fustigan la espalda  de forma reiterada con un azote de cuero, lo más benigno es portar un largo y pesado cirial en la mano derecha.

          

Los grupos de costaleros  llevan a hombros una especie de gran trono tallado en madera policromada dorada con pan de oro, donde van colocadas las imágenes cual estatuas pétreas, estas diseñadas por grandes maestros escultores que van desde la época del renacimiento y barroco hasta nuestros días; la nómina de escultores   podría ser interminable según los siglos siendo muy destcados, Juan Martinez Montañés,  Juan de Mesa  y Salzillo de la escuela murciana, que destacan como  especialistas en el arte y manejo de la gubia. 

Las imágenes en sus rostros reflejan tristeza, dolor y amargura por la muerte del Mesías.

El paso va  exornado con bellísimos juegos florales que realza su belleza, en la  parte de abajo van los costaleros   sosteniemdo  sobre los hombros el paso quienes  obedecenla voz del capataz que dirige  la procesión,  estos suelen  algunas veces dar al paso  un  rítmico  movimiento que con todo verismo parece hacer  andar a  las imágines  por propia voluntad, todo  se realiza bajo un silencio sepulcral y con gran con solemnidad.



La muchedumbre se apiña en las calles  para ver con devoción el procesional desfile,  las ventanas y balcones de las casas se colman de fervientes observadores quienes suelen  echar una lluvia de pétalos de frescas rosas sobre las divinas imágenes a su  paso.


A veces y de forma espontánea se escucha  algún cante saetero de buen timbre acústico para regalo del oído, estos cantes tienen tono quejumbroso, lastimero y desgarrador, al momento de iniciarse el cante el paso y su procesional cortejo se detiene hasta finalizar la interpretación, la cual es premiada con un atronador y respetuoso aplauso.  


Esta copla o cante para quien lo prefiera requiere notas y semitonos muy difíciles de interpretar, pasando a velocidad de vértigo de los tonos muy agudos a los graves, siendo  necesario tener cualidades muy especiales para ese difícil arte de interpretación canora, sin perjuicio de requerir otros muchos valores que  exige dominar la muy importante  técnica de la respiración adecuada en evitación del  imprevisto ahogo por falta de aire en los pulmones o la vulgar desafinación.
       

         


Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo andaluz,
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!

 La saeta  por antonomasia es el genuino cante andaluz de Semana Santa, ello contribuye notablemente a exaltar la devoción y penitencia del fervoroso público asistente,  finalizada  su interpretación, el procesional cortejo  continúa la silente marcha, no sin antes hacer la “levantá” con tanto arte y gracia que arranca  una entusiasta y atronadora salva de aplausos.
                                                                                  
       
Como colofón de este desfile procesional va una banda de música quienes interpretan sonatas y marchas  que invitan al recogimiento a la oración y al silencio, detrás les seguirán todo un río de fieles y devotos de la Cofradía y algunas veces     también las autoridades más significativas e importantes y algún que otro de los muchos caciques y caciquillos siempre prestos a sacar pecho y barriga ante la multitud callejera.



                                                 ¡¡¡HASTA OTRA OCASIÓN!!!






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