EL ANTIGUO IMPERIO BIZANTINO
Parte oriental del Imperio romano que sobrevivió a
la caída de Occidente en el siglo V d.c. su capital fue Constantinopla, la
actual Estambul, en Turquía y su duración se prolongó hasta la toma de ésta por
los otomanos en 1.453.
Los investigadores, lo han
llamado Imperio Bizantino según el antiguo nombre de su capital, Bizancio, o
también el Imperio romano de Oriente, pero los coetáneos, y en la terminología
de la época, era simplemente Roma y sus ciudadanos eran romanos (en griego, rhomaioi).
El griego era la lengua principal,
aunque algunos habitantes hablaban latín, copto, sirio, armenio y otras lenguas
locales a lo largo de su historia (330-1453. Sus emperadores consideraban los
límites geográficos del Imperio romano como los suyos propios y buscaron en
Roma sus tradiciones, sus símbolos y sus instituciones.
El Imperio regido por un
emperador (en griego, basileus) sin una constitución formal, lentamente formó
una síntesis a partir de las instituciones tardorromanas, del cristianismo ortodoxo y de la cultura y lengua
griegas.
Constantino estableció las bases
de la armonía entre las autoridades eclesiásticas y las imperiales que duró a
lo largo de la historia del Imperio.
Éstas incluían la creación de un sistema
monetario tasado en la moneda llamada el solidus
áureo, o nomisma, que perduró hasta la mitad del siglo XII.
La prosperidad comercial de los
siglos IV, V y VI hizo posible el auge de muchas antiguas ciudades. Las grandes
propiedades dominaban el mundo rural y aunque los elevados impuestos tuvieron
como consecuencia el abandono de la tierra, la agricultura permaneció como
principal fuente de riqueza del Imperio.
La Iglesia y la corona adquirieron vastos territorios, convirtiéndose de este modo en los mayores
terratenientes del Imperio. Una rigurosa regulación imperial sobre la pureza y
suministro de los metales preciosos, al igual que sobe la organización del
comercio y la actividad artesanal caracterizaron la vida económica.
El emperador Justiniano I y su
esposa, Teodora, intentaron restaurar laa antigua majestuosidad y los límites geográficos
del Imperio romano. Entre el 534 y el 565 reconquistaron el norte de África,
Italia, Sicilia, Cerdeña y algunas zonas de la península Ibérica. Sin embargo,
este esfuerzo, junto con los importantes gastos contraídos por las guerras, la
construcción de edificios públicos majestuosas iglesias, como la de Santa Sofía
den Constantinopla, agotaron los recursos económicos del Imperio a la vez que
distintas plagas diezmaron su población.
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