Íbamos navegando en la barca a golpe de remo adentrándonos en la Cueva del Drach, con los ojos avizorantes pudiendo ver desde el umbral de la oquedad cuando surgen, columnas de encaje de magistrales arquitecturas.
Estalagmitas y Estalactitas de extrañas visiones de brujería, otras mediante figuras de visión atlética y de brazos de nervudos y bíceps protuberantes, otras de amenazadoras fauces, arcadas ojivales y ábsides y catacumbas, así como hermosos boscajes de ornamentación egipcia y un fantástico lago alumbrado con áureas luces de carburo y bengalas de magnesio, dando la sensación de navegar a través de un extraño palacio habitado por hadas y gnomos
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