Cerro de Alarcos
Vado del Rio Guadiana
El Cerro de Alarcos ocupa una posición estratégica, ya que se alza unos cien metros sobre el valle del Alto Guadiana controlando el único vado que presenta el río por esta zona. La posición elevada sobre la llanura la dota de amplia visibilidad y fácil defensa, al tiempo que permite la explotación económica de la vega y el control de los pasos naturales y las rutas comerciales que cruzan la región de norte a sur y de este a oeste.
Los primeros datos hablan de una ocupación en la Edad del Bronce, y los trabajos arqueológicos que se vienen realizando desde desde 1.984 han permitido conocer una importante ocupación en época ibérica. Desde dicha época y hasta bien entrado el siglo XI, no se encuentran datos sobre Alarcos, por lo que resulta difícil establecer el panorama que presentaba la región hasta el comienzo de la reconquista y repoblación.
Durante el periodo anterior son Oreto, es decir parte de la Oretania y Caracuel, los núcleos má importantes, y luego dan paso a Calatrava . Con la conquista de Toledo en 1.086, la región cobra una gran importancia; el territorio se encuentra sometido a continuas guerras y razzias que la devastan periódicamente y resulta imposible trazar una linea de frontera, entre Caracuel y Calatrava, controlando dos de los caminos principales que servían de unión a Córdoba con Toledo, se desarrolla la fase medieval de Alarcos.
Castillo de Caracuel
La primera noticia conocida sobre Alarcos se enmarca en un paraje legendario, en el que se dice que Zaida hija de Al-Mutamid de Sevilla aportaba como dote para su matrimonio con Alfonso VI, las tierras de la meseta inferior, aproximadamente las tierras de Sierra Morena y la ribera del Tajo; los castillos de Caracuel, Alarcos, Consuegra, Ocaña, Oreja, Uclés, Huete, Amasatrigo y Cuenca.
Ribera del Peralejo
No obstante la mayoría de las tierras citadas estarían en manos musulmanas, poco más tarde, sobre todo después de la batalla de Sagrajas, y no aparece que se entrasen en los planes repobladores de Alfonso VI, preocupado en la repoblación y fortificación del Tajo,tanto Caracuel como Alarcos y Calatrava, la plaza más alejada del país musulmán, estaba en poder almorávide.
Castillo de Calatrava
Hasta 1.147 no se puede apreciar un auténtico afán de retener la zona como centro de operaciones para la conquista de Andalucia. Es entonces cuando
Alfonso VII de León
Alfonso VII toma Calatrava con todos los lugares circundantes,entre ellos Alarcos. Pero al igual que su abuelo Alfonso VI tiene sobre si una nueva invasión, la de los almohades, que se atacan y destruyen el imperio almorávide. Este nuevo imperio creará un clima de angustia y un sentimiento de cruzada, y toda la zona se convierte en una gran línea de frontera.
Alfonso VII de Calatrava para su defensa, al Temple, que la mantiene en su poder hasta que al comienzo del reinado de Sancho III y el empuje de los almohades,renuncia a ella. defensivo en él planteó un grave problema en el bando cristiano solucionado en 1158, cuando Sancho hace donación de la villa de Calatrava al Cister para la creación de una nueva orden militar y se desarrolla entonces una tarea de fortificación de Calatrava .
Se desarrolla entonces una amplia tarea de fortificación de Calatrava, a la que el castillo de Alarcos no fue ajeno . Sin embargo el proyecto real parecía más ambicioso, aparte de la renovación del castillo, el rey comenzó la construcción de una gran villa de nueva planta.
Una crónica de la época nos cuenta que comenzó a edificar la villa de Alarcos, y, no acabado el muro y la villa de Alarcón, todavía declaró la guerra al rey marroquí.
Esta era la situación de la villa antes de 1.195, cuando una expedición cristiana a Al.Andalus mandada por el arzobispo de Toledo, Martín López, llegó hasta la región de Sevilla. provocando la ira del califa almohade Abu-Yaqub al-Mansur, que en ese momento dirigía una expedición hasta Ifriqiya.
Cambió el rumbo y cruzó el Estrecho el 1 de junio de 1.195. El otro se encontraba ya en Sevilla, y desde allí, siguiendo el Guadalquivir, subió hacia Córdoba el 22, llegando el 30 del mismo mes. Tras descansar tres días, salió hacía Alarcos el 4 de julio, y una vez cruzado el puerto del Muradal, los almohades se extendieron por la llanura de Salvatierra.
Alfonso VIII convocó en Toledo a sus vasallos y, sin esperar a las tropas leonesas de alfonso IX, reunió a su ejército en Guadalerzas se le unió D. Gonzalo Rodriguez, maestre de Santiago, con sus mesnadas, y en Malagón D. Nuño Pérez de Quiñones, maestre de Calatrava, con las suyas, y con ellos marchó a Alarcos, en donde esperó el avance almohade. También se encontraban con el rey los obispos de Ávila, Segovia y Sigüenza y Extremadura, así como el gran maestre de la Orden de Évora, Gonzalo Vargas.
Alarcos 19 de julio de 1195. Las tropas de Alfonso VIII de Castilla son barridas por los efectivos de Abu Yakub Yusuf en la la llanura de Alarcos.
Alfonso VIII aprovechando que Abu Yakub se encuentra en el norte de África penetra con sus
ejércitos en tierras musulmanas y envía una carta retadora al Emir. Este
enfurecido de tal osadía, decide volver para enfrentársele, tras contestar a su
misiva <<Dijo Alá Todopoderoso: Me revolveré contra ellos y los haré
polvo de podredumbre con ejércitos que no han visto y de los cuales no podrán
escapar y los sumiré en la profundidad y los desharé.
Sin embargo, la impaciencia y la osadía hacen perder la cabeza a
Alfonso VIII. Mientras espera la llegada de los acuerdos prometidos, se asoma a
contemplar la marcha de las tropas musulmanas, encontrándoselos en
la llanura de Los Arcos. Sin meditarlo entra en batalla.
Mientras
que las tropas musulmanas acampan junto al Congosto entre el
Castillo que se llama Salvatierra y Alarcos, una vez instalado
el campamento, convocó una reunión de jefes y les mandó prepararse para
el día siguiente.
Ese
mismo día 18 de julio Alfonso ordenó a los suyos salir
armados al campo para luchar, pero los musulmanes descansaron,
deseando burlar a sus enemigos de tal forma que fatigados por el peso de las
armas y por la sed se encontraron al día siguiente menos aptos para la batalla.
Como así sucedió.
Al
día siguiente miércoles 19 de julio marcharon los musulmanes
y ordenaron sus filas hasta colocarse a una distancia de dos flechas
o más cerca y ordenaron sus filas. En vanguardia se colocaron los voluntarios,
los Guz y arqueros al mando de Hay Abu Jazir Yakluf, detrás el cuerpo principal
de mando de Abu Yailla con los Hintata, bajo las banderas califales, el ala
derecha estaba por las tropas andaluzas de Ibn Snadid y la izquierda por los Zenetas
Masmudas y otras tribus magrebíes. Detrás quedó Al-Mansur con las tropas
formadas por su guardia negra y por los almohades escondidos tras el montículo
que se ve frente a Alarcos.
Los
cristianos apoyados en la ciudad y desplegados por la ladera entre
los cerros de Alarcos y del Despeñadero comenzaron al ataque, la élite de caballería, donde se encontraban los caballeros de Calatrava y
Santiago, y las huestes del Arzobispo Don Martín, entre dos mil y tres mil
caballos cubiertos de hierro acometieron al ejército árabe- almohade.
Tras
el choque arrasaron la vanguardia de voluntarios de los musulmanes y
retrocedieron para lanzarse de nuevo contra el cuerpo central almohade mandado
por el visir Abu Yahia <que portaba el estandarte califal, sin llegar a romper
las líneas enemigas.
En un tercer intento obligaron a actuar al ala derecha de los andalusíes.
Parece
ser que, en este ataque la tribu Hintata y el centro del ejército almohade
fueron los más perjudicados y que cayeron la mayoría de sus guerreros, incluido
Abu Yahia.
En el momento en que la pujanza cristiana era más fuerte la retaguardia Al-Mansur avanzó contra ellos y las dos alas hicieron un movimiento que permitió rodear al ejército cristiano que atacaba el centro y el ala derecha del ejército almohade.
Alfonso VIII mandó cargar al resto de sus tropas
pero vio el movimiento de tenaza de las tropas de Al Mansur, que rodearon al
ejército cruzado, sembrando el pánico entre los cristianos y haciendo que
abandonaran la lucha y salieron huyendo perseguidos por los almohades, el
rey castellano fue retirado por sus más allegados y huyó hacía Calatrava y
Toledo.
El
combate encarnizado y las flechas de los arqueros almohades hicieron estragos
en el campo cristiano, Don Diego López de Haro se quedó conteniendo a los
musulmanes cercados en el castillo de Alarcos con cinco hombres según las
fuentes, y, al día siguiente, llegaron allí los condes de Lara parientes de don
Diego López de Haro. quien aceptó la rendición y pudo salir del castillo a
cambio de algunos rehenes .
Durante
las negociaciones según las fuentes apareció un caballero cristiano llamado Don
Pedro López de Castro, que al parecer era quien aconsejaba a Al-Mansur y ayudó
a los almohades en esta contienda, junto a un nutrida grupo de
combatientes cristianos.
Una vez terminada la batalla, los cronistas árabes enumeran los muertos prisioneros al-Bayan cifra en unos treinta mil entre cristianos y quinientos entre los musulmanes y habla de cinco mil prisioneros. Estas cifras parecen muy abultadas, pero otros autores árabes las elevan muy desmesuradamente como Ibn al-Atir que había de ciento cincuenta y seis mil muertos cristianos y veinticuatro mil musulmanes.
La llegada de tropas musulmanas de refresco propician la destrucción de la
caballería cristiana
Como resultado fallecen varios miles de cristianos, en la batalla y en la interminable persecución de que son objeto. El mismo Alfonso VIII está a punto de perder si no la vida, si al menos la libertad. Los musulmanes sitiaron la plaza de Alarcos, pensando que Alfonso se encuentra refugiado entre sus muros. Sin embargo, hábilmente, Alfonso escapa, pues entra por una puerta de la plaza y sale inmediatamente por otra, no parando hasta encontrarse plenamente seguro entre los muros de Toledo. Allí se encuentra con el rey de León que han acudido con sus huestes para auxiliarle, pero fue para nada.
La Primera Crónica General se hace eco de una leyenda popular que cuenta cómo la derrota de Alarcos fue un castigo divino por haber vivido Alonso VIII siete años con una judía en Toledo; y por eso fuiste vencido en la batalla de Alarcos y perdiste a toda la gente. Lo cierto que las consecuencias fueron inmediatas aunque nunca definitivas; retrasó durante diecisiete años el avance cristiano hacia Andalucia y la frontera volvió a las ribera del Tajo.
En cuanto a la orden de Calatrava la dejó diezmada hasta que, los que quedaron tuvieron que replegarse a la villa de Ciruelos hasta que en 1198 conquistaron Salvatierra y con dicho nombre se conocerá hasta 1212, fecha de la batalla de Las Navas de Tolosa y la revancha definitiva del ejército cristiano. El avance musulmán en Al-Andalus, con los almohades, y en Tierra Santa con Saladino motiva la idea unificadora de cruzada en la cristiandad propiciando la victoria de 1212.
Los Almohades no aprovecharon la victoria de Alarcos ni la situación estratégica resultante renunciando a conquistar Toledo. Del máximo esplendor pasaron al principio de su declive. A escala local, acabó con el desarrollo de Alarcos, pero fue el origen de la fundación de la ciudad de Ciudad Real, en un lugar próximo y posteriormente a su alfoz. Tras la batalla, Alarcos y todo el territorio manchego cayeron en manos almohades, aunque en Alarcos la ocupación se ciñó al interior del castillo, donde se ha confirmado la presencia de un barrio de traza islámica aprovechando los restos de materiales de obra cristianos.
Todo lo cristiano parte de datos aportados por documentos escritos por autores musulmanes y cronistas cristianos, pero han sido las excavaciones realizadas en el Cerro de Alarcos desde 1984 las que han aportado nuevos argumentos a la investigación y han corroborado en parte lo que se dicen las fuentes. En todos los lugares del yacimiento objeto de excavación, la recuperación de armamento de la batalla es más que significativa. En este sentido destacamos la excavación en la zona del yacimiento, en la muralla, donde se produjo el hallazgo de un gran amontonamiento de huesos y armas aprovechando la fosa de fundación de la misma y en donde no se encuentran los esqueletos en posición anatómica, sino formando una especie de fosa común o de despojos compartiendo el lugar con restos de animales .
El hallazgo ilustra el estado en que se encontraba la villa en el momento de la batalla. Por un lado la fosa se encontraba abierta y no llegó a taparse tras su construcción, lo que demuestra que la ciudad estaba en obras. Por otro se constata su ultimación tras la contienda, aportando una gran cantidad y variedad de material arqueológico, correspondiente a una parte del bagaje de los dos ejércitos, los que arroja la luz a la historia del armamento medieval conocido por referencias iconográficas y hallazgos aislados .
Las armas de Alarcos forman un conjunto único de un gran valor histórico y arqueológico. Al tratarse de despojos de guerra no podemos asegurar a cual de ambos ejércitos pertenecieron. Las tipologías de algunas de ellas sugieren que en su mayor parte fueron utilizadas por cuerpos de infantería. Las grandes puntas de lanza de doble filo son propias de estos cuerpos, así como las espadas cortas o grandes cuchillos, muy diferentes a la espada caballeresca.
Otros elementos como las bolas para las hondas, o las nueces de ballesta, confirman la participación en la batalla de cuerpos especializados dentro de la infantería, muy activos en la última fase.
Alarcos cayó de nuevo en manos cristianas con motivo de la cruzada que organizada por Alfonso VIII concluía con la victoria de Las Navas de Tolosa. En su camino, el ejército recuperó poco a poco las tierras manchegas, primero el hospital de las Guadalerzas, castillo cercano hoy a la localidad de los Yébenes, en Toledo. A continuación se dirigió a Malagón, donde sus habitantes fueron pasados a cuchillo, y a Calatrava.
Consolidada la retaguardia tras su recuperación, los cristianos se dirigieron a Alarcos el 4 de julio. Tras su toma se rindieron las fortalezas limítrofes de Piedrabuena, Benavente y Caracuel, es decir las más antiguas encomiendas calatravas, y con ellas todo el territorio circundante.
En Alarcos, en el lugar donde fue vencido Alfonso VIII esperó al rey de Navarra y al de Aragón, según afirman los Arzobispos de Toledo y de Narbona, y desde allí partieron los tres reyes el 7 de julio de 1.195 y tras un descanso, y dejándola a un lado, pasaron por el puerto del Muradal hacia Las Navas de Tolosa.
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