BABILONIA
Mandó hacer
el Rey Nabucodonosor que se construyesen, para holganza de su conyugue, los fastuosos
jardines de Babilonia. Eran unas hiperbólicas terrazas, eslabonadas por atrevidos arcos de
alabastro.
Hortensias,
azahares y claveles de exuberante vegetación rivalizaban, exhalando aromas
exquisitos, a la vez ornaban aquella herbácea umbría donde la Reina evocaba y
añoraba los espléndidos vergeles helénicos.
De una a
otra terraza se subía por grandes escaleras. La última formaba un estrado a guisa de gigantesco y horquillado búcaro o
maravilloso pebetero. Los vates más escogidos esculpieron en sus versos, la
ostentosa estructura de este edén de alucinador espectáculo.
¡¡Ve
pensamiento, sobre alas doradas, ve pósate en las praderas, en las colinas, donde exhalan su fragancia tibias y suaves las auras dulces de la tierra natal.
Del Jordán las orillas saludan, de Sion las torres derruidas.
¡Och patria mía, tan hermosa y perdida!
¡Och recuerdo tan grato y fatal¡
Arpa de oro de los fatídicos hados
¿Por
qué rama del sauce cuelgas?
Los recuerdos en el pecho reenciendes
¡Háblanos del tiempo que fue!
Och semejante a los hados de Salima
Traes
un sonido de crudo lamento
Ojalá te inspire el Señor una melodía
Que infunda al padecer virtud.
Córdoba, viernes día 18 de marzo de 2022
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