Se vislumbró un majestuoso relámpago, cuya proyección hundió el plúmbeo cielo como una arista enrojecida y zigzagueante.
El rayo agujereó la agreste montaña, que se
estremeció en un zumbido espectral, enervante y estentóreo, de explosión
volcánica, y los rimbombantes ecos rebotaron en una extensa área, por valles,
barrancos y abismos, cual si el orbe fuera a derrumbarse por inestabilidad.
Los
gélidos aquilones silbaron, removiendo espeluznantes tolvaneras, que astillaron
las helicoidales aspas de los molinos y las nubes vertiginosamente se
recogieron.
Los
pájaros, esquivando el temporal, se ovillaron acobardados, cobijados en las
oquedades abruptas, y la tempestad, en
su apogeo turbulento adquirió ambiente apocalíptico, hasta el aluvión en tromba
cayó sobre caminos y atajos inundándolos.
Anegó y devastó ubérrimos vergeles y sepultó en la aldea las
débiles covachas de adobes.
El mar,
embravecido balanceaba una endeble corbeta de velas henchidas por el batiente
torbellino, la cual fue a encallar en brusco envite o embestida en un escollo que horadó el estrave junto a
la curvilínea y abollada quilla.
Martes
día 15 de marzo de 2021
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