martes, 23 de septiembre de 2025

EL LICENCIADO VIDRIERA DE DON MIGUEL DE CERVANTES



Paseándose dos caballeros estudiantes por las riberas del Tormes, hallaron en ellas, debajo de un árbol, a un muchacho  durmiendo,  de hasta once años  de edad, vestido como de labrador. luego mandaron a un criado que le despertase, despertó, y preguntándole de adonde era y qué hacía allí durmiendo en aquella soledad.



A lo cual el muchacho respondió que el nombre de su tierra se la había olvidado y que iba a la ciudad de Salamanca a buscar a un amo a quien servir, por solo que le diese estudio,  le preguntaron  si sabía leer, respondió que sí y  escribir también.

De esa manera dijo uno de los caballeros, no es por falta de memoria el haber  olvidado el nombre de tu patria.

Sea por lo que fuere, respondió el muchacho que ni de ella ni de mis padres sabrá ninguno donde voy hasta que yo pueda honrarlos a ellos.

-Pues ¿de qué suerte los piensas honrar?, preguntó el otro caballero.

Con mis estudios, respondió el muchacho,  he oído decir que, de los hombres se hacen los obispos.

Esta respuesta movió a los dos caballeros a que le recibiesen y llevasen consigo, como lo hicieron, dándole estudio de la manera que se usa dar en aquella universidad a los criados que sirven.

Dijo el muchacho que se llamaba Tomás Rodaja, circunstancia por la que  sus amos dedujeron  por el nombre y por su vestimenta, que debía de ser hijo de algún labrador pobre.

A pocos días le vistieron de negro y a pocas semanas ya  dio Tomás muestras de tener raro ingenio, sirviendo a sus amos con toda fidelidad, puntualidad y diligencia que, con no faltar un punto a sus estudios, parecía que solo se ocupaba en servirlos.

Y como el buen servir del siervo, mueve la voluntad del señor a tratarle bien, ya Tomás Rodaja, criado de sus amos, con ellos se hizo tan famoso en la universidad por su buen ingenio y notable habilidad, que de todo género de gentes era estimado y querido.


Su principal deseo  fue de leyes; pero en lo que más se mostraba era en letras humanas; y tenía tan feliz memoria que era cosa de extrañeza,  ilustraba con tanto  entendimiento que pronto se hizo  famoso, pasó el tiempo que sus amos acabaron sus estudios y se fueron a su lugar siendo  uno de las mejores ciudades de Andalucía, llevándose consigo a  Tomás y estuvo con ellos algunos días pero sus  deseos eran de volver  a Salamanca, y pidió a sus amos licencia para volverse.

Ellos corteses y liberales se la dieron, acomodo de suerte que con el dinero que le dieron se pudiera sustentar  durante algún tiempo .


Despidiose de ellos, mostrando en sus palabras su agradecimiento y salió de Málaga que era la patria de sus señores, y al bajar de la cuesta de la Zambra camino de Antequera, se topó con un gentil hombre a caballo vestido bizarramente y   con dos criados también a caballo, juntándose con él y pronto supo que estos llevaban su mismo viaje, hicieron amistades  y departieron diversas cosas en amena charla  y al poco rato Tomás vino a dar  muestras de su raro ingenio y el caballero le dio por contar su bizarría y cortesano trato,  dijo que era capitán de infantería de su  Majestad y que su alférez estaba  haciendo la compañía de servicio de la milicia   en tierra de Salamanca.

Alabó la vida de la soldadesca pintándola muy al vivo la belleza de la ciudad de Nápoles, las holguras de Palermo, la abundancia de Milán, los festines de Lombardía, las espléndidas comidas de las hosterías, puso las alabanzas en el cielo de la vida libre del soldado y de la libertad en Italia, pero no le dijo nada del frío ni  de las centinelas, del peligro de los asaltos, del espanto de las batallas, del hambre de los cercos, de las ruinas de la minas, en resolución tantas cosas le dijo y también dichas que Tomás  Rodaja comenzó a titubear de aquella vida que transcurría tan cerca de la muerte.


Hizo amistad con el capitán Don Diego de Valdivia que así se llamaba, le rogó que se fuese con él a Italia tan solo por curiosidad   de verla que él le ofrecía su mesa y lo que le fuera necesario y aún seria  necesario su auxiliar porque su alférez le había de dejar pronto.  

Poco más fue menester para que Tomás aceptase el envite con cierta reticencia  y que sería bueno conocer Italia y Flandes y otras diversas tierras y países dando la conformidad de irse con él a Italia  a condición que no se había de sentar debajo de compromiso alguna   y que al cabo de pocos años volvería a sus estudios.

Conciencia tan escrupulosa dijo don Diego es mas de religioso que de soldado, pero como quiera que ya somos camaradas todo se haga cómo se convenga  a conveniencia de ambos.   


Llegaron aquella noche a Antequera, y en pocos días y grandes jornadas se pusieron donde estaba la compañía, allí notó Tomás la autoridad de los comisarios, la incomodidad y la soberbia de algunos capitanes, la insolencia de los bisoños, las pendencias de los huéspedes y finalmente, la necesidad casi precisa de hacer todo aquello que notaba y mal le parecía.

Habíase vestido Tomás de papagayo renunciando a  las vestimentas de los estudiantes, no olvidando los muchos libros que tenia pero que los redujo mediante su venta y para que cupiesen en las dos faltriqueras que llevaba.


Llegaron a Cartagena notando la incómoda vida de  aquellos malos  alojamientos y posadas  y allí se embarcaron en cuatro galeras de Nápoles   también notó Tomás Rodaja la extraña vida de aquellas marítimas cosas que diariamente sucedían adonde lo más del tiempo maltratan el cuerpo las chinches que mal te dejan dormir. roban los forzados y  se enfadan los marineros y hay broncas y malos modos con la soldadesca 

Las grandes borrascas y tormentas durante la travesía del viaje en el golfo de León desvió la embarcación a Córcega y la otra a Tolón, y así mareados y confusos durante el viaje llegaron a la hermosa y bellísima ciudad de Génova donde desembarcaron  en su puerto y en una de aquellas iglesias dimos gracias al altísimo por haber llegado al menos  sanos y salvos.

Allí dio el capitán permiso a todos sus camaradas viniendo a detenerse en una hostería que no era la del Laurel, para poner en olvido todas las malas horas pasadas y los dolores de cabezo y del vacío que todos tenían en el  estómago por la falta de alimentos pero muy prestos y diligentes se dedicaron  a probar la fuerza del Asperino y la suavidad del Treviano de las Cinco Viñas, así como la dulzura y apacibilidad de la  señora  Garnacha y  la rusticidad de la Chéntola, sin que entre todos estos señores osase catar la bajeza del Romanesco.

Y habiendo hecho el huésped y la reseña de tantos y diferentes vinos, se ofreció de hacer parecer allí, sin usar la tropelía, ni como pintados en mapa, sino real y verdaderamente a Madrigal, Coca, Alaejos, y a la imperial más que Real Ciudad de Toledo, siendo la  recámara del verdadero príncipe de la risa, ofreció a Esquivias y a Yeles a Alanís y  Cazalla, a Guadalcanal y la Membrilla sin olvidar a Jumilla, finalmente nombró más vinos que el Huésped del Sevillano y más le dio, que pudo tener en sus bodegas hasta el mismo Baco.

A  Tomás Rodaja le admiraron los rubios cabellos de las mesoneras  genovesas y la gentileza y gallarda disposición de los hombres, la admirable belleza de la ciudad que en aquellas peñas parece que tiene las casas engastadas, como diamantes en oro.

Otro día desembarcaron todos los barcos de las compañías que debían ir al Piamonte, pero Tomás no quiso hacer este viaje, sino irse desde allí por tierra a Roma y Nápoles, quedando de volver por la gran Venecia y por Loreto a Milán y al Piamonte,  dijo don Diego de Valdivia que  por aquellos lares le hallaría si ya no los hubiesen llevado a Flandes.

                                                  Florencia

                                                         Río Arno.

habiendo visto primero a  Lucano, ciudad pequeña, pero muy bien trazada siendo  una de las  mejores partes de Italia y además son bien vistos y agasajados los españoles, mucho le gustó y contentó Florencia tanto por la belleza y limpieza de sus calles como por  sus emblemáticos edificios, estuvo en ella cuatro días y desde aquella bella ciudad partió para Roma, la reina de las ciudades y señora del mundo, visitó sus templos y admiró su grandeza, se asombró de sus despedazados mármoles, de sus medias y enteras estatuas, así como por sus derribadas termas y sus magníficos pórticos y  grandes anfiteatros, por su famoso río que siempre  llena sus márgenes de agua, por sus puentes que parece  que se están mirando unos  otros y por sus calles que con sólo el nombre cobran autoridad sobre otras ciudades del mundo especialmente la vía Apia, la Flaminia, la Julia, pero no le admiraba menos la división de sus montes dentro de si misma: el Aventino, Capitolino, Celio, Esquilino, Palatino, Viminal y el  Quirinal.   


                                                  Messina

 Un buen día desde allí se fue a Sicilia, y vio Palermo y después a Messina de Palermo, le pareció bien el asiento y belleza sobre todo el puerto, y toda la isla, la abundancia, por quien propiamente y con verdad es llamada granero de Italia. después se volvió a Nápoles y Roma, y desde allí fue a Nuestra Señora de Loreto, en cuyo santo templo n o vio paredes ni murallas porque todo estaba cubierto de muletas, de cadenas, de grillos, de pinturas y retablos que daban manifiesto de las innumerables mercedes que muchos habían recibido de la mano de Dios por intercesión de su divina madre

Desde allí, embarcandose en Ancona, fue a Venecia ciudad que de no haber nacido Colón en el mundo no tuviera en él semejante merced al cielo y al gran Hernán Cortés que conquistó la gran Méjico para que la Venecia tuviese en alguna manera quien se le opusiera.

Estas dos famosas ciudades se parecen en las calles, que son todas de agua la de Europa admiración del mundo antiguo; la de América para espanto del mundo nuevo, parecía que su riqueza era infinita, su gobierno prudente, su sitio inexpugnable, su abundancia mucha, sus contornos alegres, y finalmente toda ella en si y en sus partes digna de la fama que de su valor por todas partes del orbe se extiende, dando cusa de acreditar más esta verdad la máquina de s famoso arsenal, que es el lugar donde se fabrican las galeras, con otros bajeles que no tienen número.

Por poco fueron los de Calipso los regalos y pasatiempos que halló nuestro curioso en Venecia, pues casi le hacían olvidar de su primer intento, pero habiendo estado un mes en ella, por Ferrara, Parma y Plasencia volvió a Milán, oficina de Vulcano, ojeriza del reino de Francia, ciudad de abundancia de todas las cosas en a la vida necesarias, a los pocos días se fue el Tercio a Flandes y fue muy bien recibido por su amigo  el capitán, y en su compañía y camarada,  pasó a Flandes y llegó a Amberes, ciudad no menos que para maravillar que las que había visto en Italia, vio a Gante y a Bruselas viendo que todo el país se disponía en tomar las armas para salir en campaña el verano siguiente.

Y habiendo cumplido con el deseo que le movió a ver lo que había visto. determinó volverse a España y a Salamanca se fue para acabar sus estudios, y como lo pensó lo hizo con pesar grandísimo de sus camarada el capitán quien le dijo que fuese avisado de su llegada y sucesos, le prometió todo lo que le pedía y por Francia se volvió a España, sin haber visto Paris, por estar puesta en armas. En fin donde fue bien recibido de sus amigos. y con la comodidad que ellos le hicieron prosiguió sus estudios hasta graduarse de licenciado en leyes. 



Sucedió que en este tiempo llegó a aquella ciudad una dama de todo rumbo y manejo y acudieron luego a la añagaza y reclamo todo los pájaros del lugar, sin quedar vademecum que no le visitase. Le dijeron a Tomás que aquella dama decía que había estado en Italia y en Flandes, y por ver si la conocía, fue a visitarla, de cuyas visitas quedó ella enamorada de Tomás. Y el sin echar de ver en ello, sino era por fuerza y llevado de otros consejos no quería entrar en su casa.Finalmente ella le descubrió su voluntad y le ofreció su hacienda, pero como él atendía más a sus libros que a otros pasatiempos de ninguna manera respondía al gusto de la señora, la cual viéndose desdeñada y, a su parecer aborrecida y que por medios ordinarios y comunes parecer más eficace no podía conquistar la roca de la voluntad de Tomás, acordó de buscar otros  modos a su parecer más eficaces y bastantes para salir con el cumplimiento de sus deseos  y así aconsejada de una morisca le puso un hechizo en un membrillo para que forzarse la voluntad de quererla , así las que dan estas bebidas amatorias, comió en tal punto el membrillo Tomás que al momento dio muestras de sentirse muy mal como si tuviera alferecía perdiendo el conocimiento , y sin volver en si muchas horas hasta que paulatinamente fue recuperándose volviendo como atontado diciendo con lengua turbada que un membrillo que había comido le había sentado ,muy mal

La justicia que tuvo conocimiento del caso fue a buscar a la malhechora, pero ya ella, viendo el mal suceso se había puesto a salvo tomando las de villadiego. 

Seis meses estuvo en la cama Tomás, en los cuales se quedó más seco que un bacalao,  como suele decirse, en los huesos; y aunque le hicieron los remedios posibles sólo sanaron la enfermedad del cuerpo pero no lo del entendimiento, porque quedó sano y loco de la más extraña locura que entre las locuras hasta entonces se había visto. Imaginando el desdichado que todo él se había  vuelto de  cristal o vidrio, y con esta imaginación cuando alguno se acercaba a él, daba terribles voces pidiendo y suplicando con palabras concertadas que no se acercase, porque le quebrajarían, que real y verdaderamente él no era como los otros hombres , que todo él era de vidrio                             desde la cabeza a los pies

Para sacarle de esta extraña imaginación, muchos sin atender a sus voces y rogativas, arremetieron a él y le abrazaron  diciéndole que advirtiese cómo no se quebraba. ero lo que se conseguía con esto era que el pobre Tomás Rodaja se tiraba al suelo  dando mil gritos, y luego que entraba un desmayo del que no volvía en sí en cuatro o cinco horas, y cuando se le pasaba el desmayo decía que le hablasen desde lejos, y le pregunta tasen lo que quisiesen, porque a todos le respondería con más entendimiento, por ser hombre de vidrio y no de carne; que el vidrio por ser de material sutil y delicada, obraba por ello el alma con más prontitud y eficacia que no por la del cuerpo, pesada y terrestre.

Quisieron algunos experimentar si era verdad lo que decía, y así, le preguntaron muchas y difíciles cosas, a las cuales respondió espontáneamente con grandísima agudeza de ingenio, cosa que causó admiración a los más letrados de la universidad y a los profesores de la medicina y filosofía, viendo que en un sujeto donde se contenía tan extraordinaria locura como era el pensar que fuese de vidrio se encerrase tan grande entendimiento que respondiese  toda pregunta son propiedad y agudeza. Pidió Tomás le diesen alguna funda donde pusiese aquel vaso quebradizo de su cuerpo, porque al vestirse algún vestido estrecho no se quebrase; y así, le dieron una ropa parda y una camisa muy ancha. que él se con vistió con mucho tiento y se ciñó con una cuerda de algodón.

No quiso calzarse zapatos de ninguna manera, y el orden que tuvo para que le diesen de comer sin que a él le llegasen fue poner en la punta de una vara una vasera de orinal en la cual le ponían alguna cosa de fruta de las que la sazón del tiempo ofrecía.

Carne ni pescado no quería, no bebía sino en fuente o en río, y aún así con las manos, cuando andaba por las calles iba por la mitad de ellas, mirando a los tejados, temeroso no le cayese alguna teja encima y le quebrase.

Los veranos dormía en el campo a cielo abierto, y en el invierno se metía en algún mesón, y en el pajar se enterraba hasta la garganta diciendo que aquella era la má propia y más segura cama que podían tener los hombres de vidrio.

Cuando tronaba temblaba como un azogado, y se salía al campo, y no entraba en poblado  hasta haber pasado la tempestad.

Le tuvieron encerrado sus amigos mucho tiempo pero viendo que su desgracia pasaba adelante, determinaron de condescender con lo que a él les pedía, no siendo otra cosa que le dejasen libre, y así le dejaron, y él salió por la ciudad causando admiración y lástima a todos los que le conocían.

Los jóvenes  solían acercarse   para hacerle preguntas pero él con la vara los detenía y les rogaba le hablasen apartados porque no se quebrase, que por ser hombre de vidrio, era muy tierno y quebradizo.

Los muchachos que son la más traviesa generación del mundo, a despecho de sus ruegos y voces le comenzaron a tirar trapos, y aun piedras, por ver si era de vidrio , como él decía, pero el daba tantas voces y hacía tales extremos que movía a los hombres a que riñesen y castigasen a los muchachos para que no le molestasen más.


Más un día que le fatigaron mucho se volvió a ellos diciendo: ¿Que me queréis muchachos porfiados como moscas , sucios como chinches, atrevidos como pulgas?. ¿Soy yo por ventura el monte Testacio de Roma para que me trieis tantos tejas y tiestos?.

Una vez pasando por la ropería de Salamanca le dijo a  una ropera en latín:Filiae Hierusalem, plorate super vos el super filios vestros.

El marido que escuchó aquello y suponiendo que era una malicia le respondió diciendo hermano licenciado Vidriera, más tenéis de bellaco que de loco.

Otro día y pasando por la casa llana del puterio y venta común vío varias muchachas que estaban a la recacha del sol  mañanero y les dijo que eran bagajes del ejército de satanás en el mesón del infierno.

En otra ocasión le preguntaron que consejo o consuelo podría  dar a un amigo suyo que estaba triste porque su mujer se había ido con otro, a lo cual respondió.

           -Dile que dé gracias a Dios por haber permitido que se llevasen de  su casa al  enemigo. 

                -Luego no irá a buscarla, dijo el otro.

                 - Ni por pienso. replicó Vidriera, porque sería el hallarla un                           perpetuo y verdadero testigo de su deshonra.

                -Ya que eso sea así dijo el mismo ¿que haré yo para tener paz con                   mi mujer? -

                 -Dale lo que hubiera menester, déjala que mande a todos los de                       su casa, pero no sufras porque.

                 Dijole un muchacho. 

                 -Señor licenciado Vidriera, yo me quiero desgarrar de mi padre                        porque me azota muchas veces.   

                  Respondiendo Vidriera.       



Advierte niño, que los azotes que los padres dan a su hijos honran y los del verdugo afrentan.

      

       Estando a la puerta de una iglesia, vio que entraba en ella un labrador de los que siempre blasonan  de  cristianos viejos, y detrás dél venía uno que no estaba en tan buena opinión, y el licenciado dio grandes voces  al labrador diciendo - Esperad al domingo que pase el sábado

De los maestros de escuela decía que eran dichosos pues trataban siempre con ángeles, y que fueran dichosísimos  si los angelitos no fueran mocosas .

Otro le preguntó que tal le parecían las alcahuetas, le respondió que no lo eran las apartadas, sino las vecinas.

Las nuevas de su locura y de sus respuestas y dichos se extendió por toda Castilla, y llegando a noticia de un príncipe o señor que estaba en la Corte, quiso enviar por él, y encárgaselo a un caballero amigo suyo que estaba en  Salamanca que si lo enviase, y topándolo el caballero un día le dijo: 

Sepa el señor licenciado Vidriera que un gran personaje de la Corte le quiere ver  y envía a por usted.

A lo cual respondió, vuesa merced me excuse con ese señor que yo no soy bueno para palacio, porque tengo vergüenza y no sé lisonjear. 

Con todo esto el caballero le envió a la Corte, y para enviarle pusieron cierto modo de angarillas forradas en paja como aquellas que sirven para embalar el vidrio y así hicieron el viaje y así llegaron a la Corte que por aquellos años estaba en Valladolid , entraron de noche, le quitaron los envases en la casa del señor Barandiarán y fue muy bien recibido diciéndole Sea usted señor Vidriera muy bien recibido, que tal le ha ido el camino, ¿como va usted de salud? a lo cual respondió: Ningún camino hay malo como se acabe, sino es el que a la horca, de salud estoy natural, porque están encontrados mis pulsos con mi cerebro.  

                                                

Otro día, habiendo visto en muchas alcántaras muchos neblíes y azores y otros pájaros de volatería, dijo que la caza de altanería, era digna de príncipes y de grandes señores, pero que advirtiesen que con ella echaba el gusto censo sobre el provecho a más de dos mil por uno. La caza de liebres dijo que era muy de su gusto y más cuando se cazaba con galgos prestados.

El caballero gustó de su locura y le dejó salir por la ciudad al amparo y guarda de un vigilante, durante el paseo le hicieron multitud de preguntas sobre todo los estudiantes y respondió con prontitud y acierto, porque le parecía tenía ingenio para ello, a lo cual respondió; Hasta ahora no he sido tan necio para que diese en poeta malo, no tan venturoso que haya merecido serlo bueno.

Otro estudiante le preguntó en que estimación tenía a los poetas y respondió que a la Ciencia en mucha, pero que a los poetas en ninguna. Le replicaron que porqué decía aquello, respondió que del infinito número de poetas que había, eran tan pocos los buenos que casi no hacían número.

Y así como si no hubiese poetas, no los estimaba porque encerraba en sí todo las demás ciencias; porque de todas se sirve, de todas se adorna y pule y saca a la luz sus maravillosas obras, con que llena el mundo de provecho, de deleite y de maravilla.

Había por allí uno de estos que llevan sillas de manos y voceando dijo ¿de nosotros nada tenéis que decir?.

No respondió Vidriera, sino que sabe cada uno de vosotros más pecados que un confesor,  más es con esta diferencia que el confesor los sabe para tenerlos secretos y vosotros, para publicarlos por las tabernas.




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