Nacimiento.-Córdoba, día 07 de enero de 891.
Nombre.-Abd al Rahman ibn Muhammad al Nasir.
Predecesor.-Abd Allah
Emir de Córdoba.- De 16 de octubre de 912 a 16 de enero de
929.
Califa de Córdoba.- De 16 de enero de 929 al 15 de octubre de
961.
Sucesor.- Alhakem II.
Fue una de
las figuras más importantes de la Edad Media española, proclama en el año 929
el califato de Córdoba y toma el título de los creyentes (emir al muminin).
Miembro de la dinastía omeya, a los 21 años había sucedido a
su abuelo, el emir Abdalá el 16 de octubre del 912 para ponerse al frente de
una España musulmana asolada por la guerra civil, desunida por los movimientos
independentistas de los diferentes reinos y expuesta de este modo a la
creciente expansión del reino cristiano de León.
Abderramán III estaba
llamado a dar nuevo impulso a la situación musulmana en la península y
por un siglo a esta fase de la historia de preponderancia mahometana de agresividad y de grandeza.
El nuevo monarca
había elaborado un programa de gobierno cuyos objetivos principales eran la
restauración de la autoridad y del
prestigio omeya en al-Andalus, la reconquista de los territorios disidentes y
sobre todo la supresión definitiva de los levantamientos muladíes, impulsados
desde Bobastro, y cuyo adalid era Omar Ben Haffsun.
Una vez trazadas las metas de su reinado, Abderramán III
empezó por asegurarse la lealtad de sus súbditos más cercanos y mandó a las
provincias a sus hombres de confianza con el fin de que recogiera juramentos de
fidelidad entre los vasallos sometidos
al emirato: al mismo tiempo realizó numerosas sustituciones y nuevos
nombramientos en los cargos más importantes del Estado, para iniciar a partir
de entonces diversas campañas.
Antes de que terminara el año 912, el omeya conseguía su
primer éxito militar, su ejército restablecía el orden en la sierra de Almadén, continuando hasta Caracuel y el Campo de Calatrava en Ciudad Real que se hallaba en poder bereber.
En un encuentro guerrero entre el general omeya Abbas ben Abd al-Azic
al-Quarshi y al Fatch ben Zennur, aliado de los bereberes, este fue
derrotado teniendo que refugiarse en el
castillo de Uclés.
Posteriormente se ocupó en la tarea de acabar con los
partidarios de Ben Haffsun, el 1 de enero de 913, las tropas de de Badrben
Ahmad lograron cortar el contacto por el
noroeste al recobrar Ecija, poniendo al frente al gobernador Hamdum ben Basil.
En ese mismo año Abderramán emprendió
la campaña llamada Muntilum para atacar a los rebeldes en Andalucía occidental,
consiguiendo vencer a los jienenses Ben Hudayl-Ben-al Saliya y el
señor de Manrisa, (La Guardia), después de un largo asedio tomó Fiñana y ocupó
Salobreña y Juviles, conteniendo de este modo a los rebeldes de las Alpujarras.
El número de castillos que conquistó en esta campaña se eleva
a setenta y a ellos se añadían las
dependencias y alcazabas de sus
jurisdicciones.
Aunque la oposición de Jaén no quedaría totalmente sofocada
hasta el 925, aumentaba el aislamiento de Ben Hafsum y solo faltaba reducir el
número de la revuelta muladí y La Ajerquía malagueña.
Parece que esta decisiva campaña se inició en el 914 en la
costa de Málaga, donde las tropas omeyas derrotaron a los hafsuinies en Torrox e
incendiaron unas naves (posiblemente fatimíes) que suministraban víveres a los rebeldes, la expedición prosiguió por el litoral y debió
ascender por el cauce del río Guadiaro sometiendo al enclave de Gaucín y Ronda.
De
regreso Abderramán III sitió Carmona y
comenzó de este modo la descomposición del principado sevillano, ya débil por
la división del territorio entre los hijos de Ibrahim Ben Hayay.
Un suceso importante modificó la marcha de los
acontecimientos: la muerte de Haffsun en el 917 y la división de sus
territorios entre sus cuatro hijos, al mayor de los cuales Yafar le cedió la
custodia de Bobastro.
Dos años más tarde el
omeya inició sus ataques contra Yafar, tomó la Plaza de Balda y cercó Bobastro
hasta conseguir la rendición de Yafar.
En los años siguientes ocupó el castillo de Turrus Husayn,
en Alfajn de gran importancia estratégica,
sometió en el 922 el castillo de Munt Ruwi (Monterrubio) en los confines de Jaén y Elvira desde donde realizó expediciones hacia Granada para someter el castillo de Jete, el puerto de
Almuñecar y el castillo de Moscaril.
Tras estas victorias regresó a Bobastro que se había alzado de
nuevo, y que sometería de nuevo hasta el 927, cuando se hallaba bajo el gobierno
del cuarto hijo de Ben Haffsun.
En la última campaña contra Bobastro Abderramán ocupó los
castillos próximos a Olías, Santopitar, Comares y Jotron obligando a Hafs a
capitular.
Los focos de disidencia (muladíes, mozárabes, árabes,
bereberes y maulas), habían sido reducidos.
El Príncipe de los creyentes fue un hombre dotado de
inteligencia, tenacidad y ambición haciendo una política de tolerancia que le valió el
reconocimiento de cristianos y judíos.
En el año 929 poco después de la caída de Bobastro adoptó el
título de califa, decisión de algunos magnates y poetas de su corte, adoptando para ello el calificativo de <<Quien combate Victoriosamente por la
religión de Dios>>.
En 929 decide recuperar Badajoz donde el poder de los Banu
Meruan había sufrido una notable disminución desde la muerte del hijo del Gallego, el 5 de julio ordena a sus tropas sitiar la ciudad pacense. Saquea
los arrabales pero antes de ordenar el ataque de la Medina asalta Beja y
Ossonoba que no tardan en rendirse.
Convencidos de la inutilidad de ofrecer resistencia, el
príncipe de Badajoz Abdalá Ben Meruan entrega la ciudad y al año siguiente se
instala en Córdoba con su familia.
A continuación Abderramán fija su atención en Toledo que está
en manos de Thalaba ben Mohammed ben Abd al-Warich.
A las tropas acampadas en primavera cerca de la ciudad del
Tajo, se suman otras en julio a cuyo frente va el propio Abderramán, a fin de
dar a entender a los toledanos que está dispuesto a seguir y prolongar el asedio todo el tiempo necesario ordenando la transformación del
campamento en un conjunto de construcciones al que bautiza con el nombre de
Madinat al-Fatah (ciudad de la Victoria).
Tras aceptar la
sumisión de los señores de los castillos de Alamín y Canales, el soberano se
retira a Córdoba.
El asedio se prolonga durante dos años y en varias ocasiones
han de enviarse refuerzos para aumentar la presión sobre la población.
Toledo solicita la ayuda del rey Ramiro II de León, pero al ser
derrotado este por las tropas omeyas cuando intentó socorrerla la ciudad toledana hubo de
valerse de sus propios recursos.
Cuando los ciudadanos empiezan a dar muestras de hambre y
cansancio, el califa viene de Córdoba (julio 932) para presenciar su victoria, Abderramán III y Thalaba entran triunfales en Toledo el 2-2-932 y se no marcha hasta dejar organizada una nutrida guarnición así como la ocupación
permanente de los puntos más estratégicos de la comarca.
Tras haber sometido igualmente a Badajoz el califa vuelve los
ojos hacia la marca Superior, pero no quiere precipitarse en su política hacia
esa zona excéntrica de sus dominios.
Ahora opta por apoyarse en un vasallo fiel, mientras su propia
soberanía siga reflejándose en el ingreso anual de un importante tributo en las
arcas del tesoro cordobés.
El califa mantiene relaciones amistosas con el
tuchibi de Zaragoza que confirma ser un verdadero protector de la Marca Superior.
Esta consolidación de su poder atrajo una gran prosperidad
para la España Musulmana y ello se evidenció por la creación de una ceca para
acuñar moneda de oro y plata de gran pureza.
También trasladó su poder a la ampliación de la gran mezquita
de Córdoba y a la construcción del palacio de Medina Azahara.
Fue benigno con las comunidades judías y cristianas en sus
reinos, que florecieron en un ambiente de convivencia, pese a ser el defensor
de la fe musulmana.
Córdoba se enriqueció y pasó a tener en aquella época tanta
fama y consideración como Constantinopla en el mundo mediterráneo.
En este aspecto recibió embajadas de otros reinos poderosos,
como la de Otón de Alemania y el emperador bizantino, le prestó ayuda a la reina de Navarra Doña Toda para que su nieto Sancho El Craso pudiera ser tratado por los galenos de Medina Azahara a fin de rebajar su inmensa gordura que hasta le impedía subir al caballo, en una carreta lo tuvieron que traer.
Este
acontecimiento supuso a Abderraman un duro golpe hasta el extremo que decidió no salir de gazua ni dirigir jamás personalmente a su ejército en campaña guerrera.
Señor
galán, si es que vuestra merced lleva el camino que nosotros y no importa el darse prisa, merced recibiría en que nos fuésemos
juntos.
En verdad
respondió el de la yegua que no me pasara tan de largo si no fuera por el temor
que con la compañía de mi yegua no se alborotara ese caballo.
Bien
puede, señor respondió a la sazón Sancho, bien puede tener las riendas a su
yegua; porque nuestro caballo es el más honesto y bien mirado del mundo; jamás
en semejantes ocasiones ha hecho vileza alguna, y una vez que se demandó la
pagamos, bien cara.
Detuvo la
rienda el caminante, admirandose de la apostura y rostro de don Quijote, el
cual iba sin celada, que la llevaba Sancho como maleta en el arzón delantero de
la albarda del rucio; y sí mucho más miraba el de lo verde a Don Quijote, mucho más
miraba Don Quijote al de lo verde, pareciéndose hombre de gran condición.
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