sábado, 29 de abril de 2023

LA MARCHA DEL SÁBADO DÍA 29 DE ABRIL DE 2023

 

ROTONDA ROSA DE SIRIA-VEREDA CASTILLO MAIMÓN-SENDERO ARROYO PEDROCHE-TERRENOS FINCA DE LA TRINIDAD-LA CUEVA Y SU  FUENTE- ANTIGUA FUENTE DE LOS MÁRTIRES- SAN ALVARO-SENDERO PR-A 332- BROCAL DEL POZO Y REGRESO. PASOS 26.669

 

HORA PREVISTA DE SALIDA.-8 h.

SENDERISTAS.-Aurelio Martínez- Juan Ruiz, Joaquín Cabello, Rosa Villalón y Miguel Ángel Rodríguez.

                                          FOTOS.
















































 

jueves, 27 de abril de 2023

LA ANTIGUA CIUDAD DE NUMANCIA Y SUS RUINAS

                                          LAS RUINAS DE NUMANCIA

       

Población de Garray
 

Garray queda a la vera del agua  de los ríos Merdancho y Tera  que van a acaudalar al Duero, formando con sus valles un foso sobre el que se levantó la meseta irreductible de Numancia, habitada desde  los tiempos prehistóricos y ciudad grande en la Celtiberia prerromana, donde Arévacos, Pelendones, Titos y Belos se concentraron frente a las legiones romanas poniéndolas en jaque.

 

Ruinas de Numancia

Estamos en el epicentro de la antigüedad soriana y no se pueden visitar estas ruinas sin una cierta emoción, aunque los celtiberos nos queden lejanos y nosotros seamos más que los herederos de su resistencia contra el destino y la Historia.

Río Merdoncho

Los resultados de su estrellamiento contra palabras tan gruesas no hay más remedio que llegar al convencimiento que aquí se consumió una buena dosis de dignidad humana y de amor a la libertad, o a la identidad propia.

 Lo que hay son campos soledad, pero los arqueólogos se han dado maña  para ayudar a nuestra imaginación y para que veamos lo que no es visible.

A quien visite Numancia le aconsejaremos que primero se haga con una buena fotografía aérea de la pequeña meseta porque así entenderá mejor esos muretes arruinados que fraccionan el terreno y esos pocos  restos de columnas, mosaicos o sillares que quedan y aun le aconsejaremos que lea atentamente el libro de Schulten o el resumen de sus noticias y de  las investigaciones propias que da Taracena y Tudela en su guía de Soria.

LAS RUINAS DE LA ANTIGUA CIUDAD

La parte excavada de la ciudad sugiere la forma de un óvalo, si bien queda un trozo raso, de modo que la parte más larga del terreno excavado tiene la forma de cubierta de un navío. La ciudad debió tener unos 310 por 720 metros, según Taracena, limitándose al Cerro por el Norte y el Este y bajando a mitad de ladera por el lado opuesto.

Rio Tera.

Schulten la estima en un ámbito de hasta 93 hectáreas, acogiendo poblados periféricos, pero piensa  que su núcleo defendido y fortificado debió reducirse  a poco más d siete hectáreas.

Hoy el profano confunde las ruinas de la primitiva ciudad celtibérica y de la ciudad romana que al final de las guerras de Sertorio, volvió a reconstruirse sin llegar a tener el esplendor relativo de su antepasado.

No vamos a entretenernos en dar precisiones sobre la guerra de Numancia, que el lector puede encontrar donde acabamos de indicarle.

Escipión

Sabido es que Numancia tuvo en jaque a varios y sucesivos cónsules y generales romanos y que hubo de venir a domarla el mismo Escipión que destruyó Cartago.

Los seis campamentos  que este organizó para el sitio han sido excavados y demuestran la paciente y decidida voluntad del general, que hubo disciplinar a sus tropas imponiéndoles una severidad extremada.

No eran los fieles celtiberos sorianos tan bárbaros como los pintan sus enemigos. Vivian con sobriedad pero con holgura.

Sus espadas largas y templadas eran mejores que las romanas. Sus atavíos de guerra muy lucidos; sus viviendas regulares, construidas sobre base de piedra con muros de entramado vegetal rellenos de cantos de ladrillo o de adobe como aún se usaba en Soria un siglo atrás.

La organización hubo de ser como para batir y guerrear  frecuentemente durante treinta años a las legiones romanas con sus máquinas de  asalto, tras asalto, y obligar a Escipión a una táctica de desgaste y aislamiento, eludiendo el ataque frontal, bien es sabido que cuando la ciudad se vio desasistida y agotada decidió la autodestrucción por el fuego, practicando los habitantes el suicidio colectivo, como han demostrado los huesos y los útiles calcinados  que en abundancia, aparecieron en las excavaciones.

Parece que Numancia albergaba en régimen de paz unos ocho mil habitantes; que viene a suponer  la mitad de la Soria de los años   70 del anterior milenio,  fecha que Dionisio Ridruejo, escribe estos comentarios en su guía de Castilla La Vieja.


Los ejércitos romanos por su parte llegaron a acumular cuarenta mil hombres y más Sus campamentos excavados se pueden ver al Sur en Peña Redonda, donde se reconoce el campamento máximo; al norte en Castillejo, donde parece haber estado el que hoy llamaríamos el  Cuartel General romano de Escipión. Otros campamentos de los que quedan indicios se sitúan en Valdeborrón al este, al nordeste, La Dehesilla y Alto Real al Oeste y el castillo del Molino al sur sobre el río Merdancho.

Otros desplazamientos se señalan en Vega y Saledilla al noroeste y nordeste.

El  abundante contenido de las ruinas de Numancia de Soria. El espectáculo del cerro es incorporado, con su dilatada apertura de horizonte y su melancolía de memorial.

Se alzan allí un par de pequeñas construcciones y un obelisco  que tiene los nombres de Retogenes y de los otros régulos y caudillos numantinos.

A poca distancia queda la base de otro que vino  quedar sin montar;  los hallazgos que entre las ruinas podrá hacer un profano son bastante pobres. 


Aquí fue el templo, allí el Foro, más allá se ven claras las calles y las áreas de habitación del poblado celtibero, bastante regular, cuyo trazado repitieron, sobre poco más o menos, los romanos.

La localización de Numancia sufrió dudas entre el siglo VII, en que se conoce un testimonio, y el comienzo del siglo XVI, en que Antonio de Nebrija vuelve a precisarla.

Después de los sucesivos trabajos de Savedra, Taracena y Schulten, cuando se sabe de ella tiene rigor científico 


Bibliografía consultada Castilla La Vieja por Dionisio Ridruejo