Otro día hablando el conde Lucanor con Patronio, su consejero,
le dijo que estaba muy preocupado por algo que quería hacer; si llegaba a
hacerlo, sabía muy bien que serían muchas las gentes que le criticarían, y si no lo hacía
estaba convencido de que también lo podían criticar e incluso con razón .
Después de haberle explicado el asunto, rogó a Patronio que le
dijera lo que haría en su caso.
Señor Conde Lucanor, respondió Patronio, bien se yo que hay
muchos personas que os podrían aconsejar mejor, y que Dios os ha dado tan buen entendimiento
que poca falta os hace mi consejo, pero,
pues lo queréis, os diré lo que creo debéis hacer. Pero antes quisiera que me
dierais licencia para contaros lo que sucedió una vez a un honrado labrador con
su hijo.
El conde le dijo que se la daba de muy buena gana.
Señor, comenzó Patronio, había una vez un labrador honrado que
tenía un hijo que, aunque muy joven, poseía agudísimo entendimiento hasta el extremo que cada vez
que su podre quería hacer alguna cosa, él le señalaba los inconvenientes que
podía tener y como son muy pocas las veces que no los tienen, de esta manera le
apartaba de hacer muchas cosas que le convenían.
Debéis saber que los mozos más inteligentes son lo más expuestos a hacer lo que menos les conviene, pues tienen entendimiento para emprender lo que luego no saben cómo terminar, por lo que, si no se les aconseja, yerran muchas veces.
Así, aquel mozo, por su sutileza de entendimiento y falta
de experiencia, era un obstáculo para su padre en muchas ocasiones, por lo cual
éste, cuando ya le había aguantado mucho tiempo y estaba muy fastidiado por los
perjuicios recibidos, resolvió poner en obra lo que ahora oiréis, con el fin de
que le sirviera de amonestación y ejemplo de cómo obrar de allí en adelante.
El hombre y su hijo eran labradores y vivían cerca de una villa, un día de mercado le dijo a su hijo que fueran ambos a comprar algunas cosas que necesitaban, para el desplazamiento llevaron una bestia.
Camino del mercado,
yendo ambos a pie con la bestia sin carga, encontraron a unos hombres que venían
de la villa adonde ellos iban.
Cuando, después de saludarse, se separaron unos de los otros, los que nos encontramos empezaron a decir
entre ellos que no parecían muy sensatos el padre y el hijo, pues llevando una
bestia sin carga marchaban a pie.
El labrador, después de oír esto, preguntó a su hijo qué le
parecía lo que aquellos decían.
Le respondió el mozo que creía no era natural que fuera a pie los dos.
Entonces mandó el honrado labrador a su hijo que montara a la bestia.
Yendo así por el camino encontraron a otros hombres que, al separarse de ellos, dijeron que no estaba bien que el honrado labrador fuera a pie, siendo viejo y cansado, mientras su hijo que, por ser mozo, podía sufrir mejor los trabajos iba cabalgando.
Preguntó entonces el padre al hijo qué le
parecía lo que éstos decían..
Contestó el mancebo que tenían razón. En vista de ello le
mandó que bajara de la bestia y se subió él a ella.
Al poco rato tropezaron con otros, que dijeron que era un desatino dejar a pie al mozo, que era tierno y poco hecho a las fatigas, mientras el padre, acostumbrado a ellas, montaba la bestia.
Entonces preguntó
el labrador a su hijo qué opinaba de esto.
Respondió el mancebo
que, según su opinión, decían la verdad.
Al oírlo su padre lo mandó subirse también en la bestia, para
no ir a pie ninguno de los dos.
Yendo de este modo encontraron a otros que empezaron a decir
que la bestia que montaban estaba tan flaca que apenas podía andar ella sola, y
que era un crimen ir los dos subidos.
El honrado labrador preguntó a su hijo qué le parecía lo que
aquellos decían.
El hijo respondió que
era muy cierto.
Entonces el padre replicó de este modo.
Hijo, piensa que cuando salimos de casa y veníamos a pie y traíamos
la bestia sin carga ninguna, tú lo aprobaste.
Cuando encontramos gentes en el camino que lo criticaron yo te mandé montarte en la bestia yo me quedé a pie, también lo aprobaste.
Después tropezamos con otros hombres que dijeron que no estaba bien y, te bajaste tú y me monté yo, y a ti también te pareció muy justo.
Y porque los que luego
encontramos nos criticaron, te mandó subir en la bestia conmigo, entonces
dijiste que era esto mejor que ir tú a pie y yo solo en la bestia. Ahora estos
dicen que no hacemos bien en ir los dos montados y también lo apruebas.
Pues nada de esto puedes negar, te ruego me digas qué podemos hacer que no sea criticado: ya nos criticaron ir los dos a pie, ir tú montado y yo a pie, y viceversa, y ahora nos critican al ir montados los dos.
Fíjate bien que tenemos que hacer alguna de estas cosas, y que todas ellas las critican.
Esto
ha de servirte para aprender y conducirte en la vida, y te convenzas de que
nunca harás nada que a todo el mundo le parezca bien, pues si haces algo bueno,
los malos, y además todos aquellos a
quienes no beneficie, lo criticarán, y si lo haces malo, los buenos que aman el
bien no podrán aprobar lo que hayas hecho mal.
Por tanto, si tú quieres hacer lo que más te convenga, haz lo
que creas que te beneficia, con tal que no sea malo, en ningún caso lo dejes de hacer por miedo al
qué dirán, pues la verdad es que las gentes dicen lo primero que se les ocurra,
sin pararse a pensar lo que nos conviene.
A vos, señor conde Lucanor, pues me pedís consejo sobre lo que
queréis hacer, pues teméis que os critiquen, aunque estáis seguro de que
también lo harán si no lo hacéis, os consejo que antes de ponerlo por obra
miréis el daño o provecho que os pueda venir, y que, no fiándose de vuestro
criterio y teniendo cuidado de que no os engañe la violencia del deseo, busquéis
el consejo de los inteligentes, fieles y capaces de guardar secreto.
Y si no encontráis
tales consejeros, procurad no tomar resoluciones muy arrebatadas, sino son
cosas que no se pierdan por la dilación, dejad pasar por lo menos un día y una
noche.
Con tales precauciones os aconsejo no dejéis de hacer por
temor a las críticas lo que os convenga.
El conde tuvo por buen consejo éste de Patronio, lo puso en obra y le salió muy bien.
Cuando Don Juan Manuel oyó este cuento lo mandó poner
en su libro y escribió estos versos, donde se encierra la moraleja:
Por miedo
de las críticas, no dejéis de hacer lo que más conveniente que os pareciese
ser.
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