domingo, 2 de abril de 2023

EL CONDE LUCANOR CUENTO II LO QUE SUCEDIÓ A UN HONRADO CABALLERO CON SU HIJO

 

                          


Otro día hablando el conde Lucanor con Patronio, su consejero, le dijo que estaba muy preocupado por algo que quería hacer; si llegaba a hacerlo, sabía muy bien que serían muchas las  gentes que  le criticarían, y si no lo hacía estaba convencido de que también lo podían criticar e incluso con razón .

Después de haberle explicado el asunto, rogó a Patronio que le dijera lo que haría en su caso.



Señor Conde Lucanor, respondió Patronio, bien se yo que hay muchos personas  que os podrían aconsejar mejor,  y que Dios os ha dado tan buen entendimiento que poca  falta  os hace mi consejo, pero, pues lo queréis, os diré lo que creo debéis hacer. Pero antes quisiera que me dierais licencia para contaros lo que sucedió una vez a un honrado labrador con su hijo.

El conde le dijo que se la daba de muy buena gana.

Señor, comenzó Patronio, había una vez un labrador honrado que tenía un hijo que, aunque muy joven, poseía agudísimo entendimiento hasta el extremo que cada  vez que su podre quería hacer alguna cosa, él le señalaba los inconvenientes que podía tener y  como son muy pocas las veces que no los tienen, de esta manera le apartaba de hacer muchas cosas que le convenían.

Debéis saber que los mozos más inteligentes son lo más expuestos a hacer lo que menos les conviene, pues tienen entendimiento para emprender lo que luego no saben cómo terminar, por lo que, si no se les aconseja, yerran muchas veces. 

Así, aquel mozo, por su sutileza de entendimiento y falta de experiencia, era un obstáculo para su padre en muchas ocasiones, por lo cual éste, cuando ya le había aguantado mucho tiempo y estaba muy fastidiado por los perjuicios recibidos, resolvió poner en obra lo que ahora oiréis, con el fin de que le sirviera de amonestación y ejemplo de cómo obrar de allí en adelante.

El hombre y su hijo eran labradores y vivían cerca de una villa,  un día de mercado le dijo a su hijo que fueran ambos a comprar algunas cosas que necesitaban, para el desplazamiento llevaron una bestia. 

Camino del mercado, yendo ambos a pie con la bestia sin carga, encontraron a unos hombres que venían de la villa adonde ellos iban.

Cuando, después de saludarse, se separaron unos de los  otros, los que nos  encontramos  empezaron a decir entre ellos que no parecían muy sensatos el padre y el hijo, pues llevando una bestia sin carga marchaban a pie.

El labrador, después de oír esto, preguntó a su hijo qué le parecía lo que aquellos decían.

Le respondió el mozo que creía no era natural que fuera a pie los dos. 

Entonces mandó el honrado labrador a su hijo que montara a la bestia.

Yendo así por el camino encontraron a otros hombres que, al separarse de ellos, dijeron que no estaba bien que el honrado labrador fuera a pie, siendo viejo y cansado, mientras su hijo que, por ser mozo, podía sufrir mejor los trabajos iba cabalgando.

 Preguntó entonces el padre al hijo qué le parecía lo que éstos decían..

Contestó el mancebo que tenían razón. En vista de ello le mandó que bajara de la bestia y se subió él a ella.

Al poco rato tropezaron con otros, que dijeron que era un desatino dejar a pie al mozo, que era tierno y poco hecho a las fatigas, mientras el padre, acostumbrado a ellas, montaba la bestia. 

Entonces preguntó el labrador a su hijo qué opinaba de esto.

Respondió el  mancebo que, según su opinión, decían la verdad.

Al oírlo su padre lo mandó subirse también en la bestia, para no ir a pie  ninguno de los dos.

Yendo de este modo encontraron a otros que empezaron a decir que la bestia que montaban estaba tan flaca que apenas podía andar ella sola, y que era un crimen ir los dos subidos.

El honrado labrador preguntó a su hijo qué le parecía lo que aquellos decían.

 El hijo respondió que era muy cierto.

Entonces el padre replicó de este modo.

Hijo, piensa que cuando salimos de casa y veníamos a pie y traíamos la bestia sin carga ninguna, tú lo aprobaste.

Cuando encontramos gentes en el camino que lo criticaron yo te mandé montarte en la bestia yo  me quedé  a pie, también lo aprobaste.

 Después tropezamos con otros hombres que dijeron que no estaba bien y, te bajaste tú y me monté yo, y a ti también te pareció muy justo. 

Y porque los que luego encontramos nos criticaron, te mandó subir en la bestia conmigo, entonces dijiste que era esto mejor que ir tú a pie y yo solo en la bestia. Ahora estos dicen que no hacemos bien en ir los dos montados y también lo apruebas.

Pues nada de esto puedes negar, te ruego me digas qué podemos hacer que no sea criticado: ya nos criticaron ir los dos a pie, ir tú montado y yo a pie, y viceversa, y ahora nos critican al ir montados los dos. 

Fíjate bien que tenemos que hacer alguna de estas cosas, y que todas ellas las critican. 

Esto ha de servirte para aprender y conducirte en la vida, y te convenzas de que nunca harás nada que a todo el mundo le parezca bien, pues si haces algo bueno, los malos, y además  todos aquellos a quienes no beneficie, lo criticarán, y si lo haces malo, los buenos que aman el bien no podrán aprobar lo que hayas hecho mal.

Por tanto, si tú quieres hacer lo que más te convenga, haz lo que creas que te beneficia, con tal que  no sea malo,  en ningún caso lo dejes de hacer por miedo al qué dirán, pues la verdad es que las gentes dicen lo primero que se les ocurra, sin pararse a pensar lo que nos conviene.

A vos, señor conde Lucanor, pues me pedís consejo sobre lo que queréis hacer, pues teméis que os critiquen, aunque estáis seguro de que también lo harán si no lo hacéis, os consejo que antes de ponerlo por obra miréis el daño o provecho que os pueda venir, y que, no fiándose de vuestro criterio y teniendo cuidado de que no os engañe la violencia del deseo, busquéis el consejo de los inteligentes, fieles y capaces de guardar secreto.

Y si no encontráis  tales consejeros, procurad no tomar resoluciones muy arrebatadas, sino son cosas que no se pierdan por la dilación, dejad pasar por lo menos un día y una noche.

Con tales precauciones os aconsejo no dejéis de hacer por temor a las críticas lo que os convenga.

El conde tuvo por buen consejo éste de Patronio, lo puso en obra y le salió muy bien. 



Cuando Don Juan Manuel oyó este cuento lo mandó poner en su libro y escribió estos versos, donde se encierra la moraleja:

Por miedo de las críticas, no dejéis de hacer lo que más conveniente que os pareciese ser.  

           



       

No hay comentarios:

Publicar un comentario