Cuando el
califa al-Hakam II accedió al trono en 961, Mohamed ben Abd Amir contaba con 21
años de edad, ya llevaba unos cuantos años estudiando con los mejores profesores
de Córdoba, adquiriendo importantes conocimientos que más tarde le dieron la posibilidad de realizar otras posiciones que llegaron a ser altamente guerreras hasta el extremo que le otorgaron el reconocimiento y sobrenombre
de El Victorioso, consiguiendo una fulgurante carrera en la administración califal.
El 22 de febrero
de 967 fue nombrado intendente de los bienes de los hijos del califa, siete
meses más tarde era el director de la ceca
y a finales, de 968 se le otorgó los cargos de tesorero y
curador de sucesiones, más
tarde, cadí de las circunscripciones de Niebla y Sevilla.
Por fin
el 11 de julio de 970 tras la muerte del Príncipe Abderramán, se le encargó
administrar los bienes del joven príncipe heredero Hixam.
Esta
ascensión tan rápida y la acumulación en sus manos de cargos tan diversos e importantes explica en parte la protección de la
favorita del califa Sub, la Vascona Aurora en cristiano, madre de los dos únicos
hijos de al-Hakam II.
Cuando logró entrar en palacio aprovechó todas las ocasiones que se le brindaban para poner de manifiesto sus virtudes respecto a las funciones que le fueron encomendadas, siendo estas sobradamente realizadas a satisfacción, hasta el extremo que llegó a ser amante de Subh la vascona, siempre puso de manifiesto toda su valía y sus muchas virtudes y cualidades hasta el extremo que le abrieron la puerta del gineceo, Almanzor tuvo la habilidad de saber satisfacer a todos los caprichos de las
mujeres del harén, creo que en aquella época se puso de moda aquel refrán que
dice:
“El que buen carajo tiene, bien seguro va, y bien seguro viene”, siendo posible que haya algún
modus variandi en la traducción del árabe al cristiano de este popular dicho ciudadano.
Hizo
cincelar incluso un pequeño palacio de plata para su amante Subh, que llegó a despertar la admiración de toda la
ciudad de Córdoba.
A
consecuencia de una denuncia sobre
malversación de fondos, se vio obligado a
rendir cuentas, pero su amigo el visir Ben Hudair, suplió el déficit de su caja, pero este incidente no disminuyó la confianza de al-Hakam y en 972 elevó a Almanzor a la magistratura, siendo uno de los principales dignatarios del Estado.
Las dotes
de mando y literarias demostradas por el Amirí durante la etapa de formación le valieron para adquirir en escaso tiempo la confianza
de los miembros más importantes del
califato, siendo el preludio anunciador
de la total confianza, llegando a formar
parte de la corporación política del Estado.
La biografía de Almanzor está rodeada de tal cúmulo de acontecimientos de todo tipo que, resulta difícil separar lo legendario de los argumentos estrictamente históricos.
Como servidor del Estado trajo a al-Ándalus honor, fama, gloria y prosperidad económica.
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