La ciudad fue creciendo con inusitada celeridad tanto que a través de los tiempos tuvieron que ponerle al menos once o doce puertas, más abajo las indico, si bien las he tenido que consultar con las actas capitulares y un traductor arabista, han resultado alguna más de la docena, no es fácil mantenerlas en la memoria del caletre, máxime ahora en esta edad cuaternaria, ahí van: una por una, Bab-al-Wadi, Bab-Aljadra, Bab-Alhadid, Bab al-Chabbar, Bab-Arrumia, Bab-Thalabira, Bab-amir-al-Quarysi, Bab-Bathalius, Bab-Ishibiliya, Bab-al-Yahud, Bab-al-Atarin, Bab-al-Yawz, Bab-al-Yacira, también hicieron una más que servía para desplazarse el emir desde su palacio a la Aljama.
Hicieron jardines, parques y paseos donde se percibían aromáticas fragancias a hierbabuena, lavanda, tomillo y romero, jazmineros como príncipes de amaneceres tempraneros, mirtos, cipreses y arrayanes, abundaban las plantaciones aromáticas deleitando al transeúnte callejero, letrinas públicas para hombres y mujeres en evitación de la micción y evacuación estomacal en las calles del urbanismo, una delicia suponía dar un plácido y sosegado paseo por la ciudad.
Hubo infinidad de baños para refrescarse del tórrido calor
canicular veraniego, construyeron infinidad de pequeñas mezquitas, así como el nuevo Alcázar, no estaba bien que el emir permaneciera mucho tiempo en aquella tosca y antiguo palacete visigodo de la Arruzafa, fuentes de fresca y cantarina agua, las hubo una a cada tres pasos, siempre bajo la protección de higueras y granados, así como de naranjos y limoneros.
Esto era el no va más de la modernidad y el progreso, todo empezó a crecer y a funcionar de tal manera que se fue haciendo una ciudad grandiosa, pero como siempre hay inconformistas, salió un jovensuelo guerrerillo de la sierra de Ronda y tuvo en jaque mate a todo un emirato cordobés..
En el Cuento siguiente te contaré algo de este joven llamado Omar Ben Haffsun, hoy doy por finalizado esta pequeña historia a modo de cuento con el número dos.
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