martes, 21 de marzo de 2023

AÑO 879 SE ESTABLECE LA CASA DE BARCELONA POR WIFREDO EL VELLOSO

 


En la asamblea de Troyes  celebrada en Barcelona en el  año 879, Luis II el Tartamudo  concede los condados de Barcelona, Gerona y Ozona a Wifredo el Belloso de la familia condal de Carcasona y de Conflent, la cual había tenido la fortuna o la sagacidad de luchar en el bando vencedor, durante las luchas dinásticas y las rebeliones nobiliarias, manteniendo su fidelidad a los descendientes de Carlomagno.


Wifredo era ya conde de Urget y de Cerdaña y Conflent. Obtenía  ahora el núcleo más importante y coherente de las  jurisdicciones de la Marca Hispánica.

La principal tarea de Wifredo consistió en r4epoblar la Cataluña central en el condado de Osona, que había quedado convertida prácticamente en un desierto tras la revuelta antifranca  protagonizada por los hijos de Bera.

El método utilizado para ello  fue el de la aprissio llevada a cabo por las familias de campesinos montañeses y algunas magnates.

Para organizar el territorio el conde restauró la sede episcopal de Vic, fundó el monasterio de Ripoll y creo un nuevo vizcondado.

 

Esta ampliación de la presencia cristiana y la construcción de la  importante fortaleza de Cardona levantaron los recelos de los musulmanes leridanos fortificaron la ciudad y cuyo valí se apresuró a lanzar un ataque contra  las tierras de Wifredo que murió intentando defenderles el 11 de agosto de 897. A consecuencia de esta incursión quedaron nuevamente desplomadas las tierras del Vallés, próximas a Barcelona.

La importancia histórica  de Wifredo es inferior a la que durante mucho tiempo quisieron atribuirle algunos historiadores románicos de Cataluña. 

Siempre se mantuvo fiel a los soberanos francos y se limitó a desarrollar con competencia las funciones condales que tenía encomendados. Sin embargo la organización y poblamiento del territorio tendría importantes consecuencias  y asentó  el papel cada vez más relevante dentro de la Marca  tenían los Condes de Barcelona-Gerona-Osona. Sus descendientes, la dinastía conocida como Casa de Barcelona que desempeñarán un papel de primer orden gracias a que unas veces por voluntad y otras por afortunadas circunstancias lograron mantener unidos estos territorios a que su amplía frontera con los musulmanes les permite ser los principales  beneficiarios de las parias y la expansión territorial, y a que las líneas dinásticas no se rompieran durante más de quinientos años.


La posterior unión con el reino de León no hará sino ampliar la base territorial y los recursos de unos condes que, gracias a la debilidad de los monarcas carolingios ya habían alcanzado la situación de príncipes soberanos. Sin embargo todos estos avatares  también quedaran reflejados en la estructuración política de Cataluña, que nunca reconoció un rey del territorio como tal y donde el poder político y económico de los condes de Barcelona será siempre muy limitado.


 

 

 

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