En la
asamblea de Troyes celebrada en Barcelona
en el año 879, Luis II el Tartamudo concede
los condados de Barcelona, Gerona y Ozona a Wifredo el Belloso de la familia
condal de Carcasona y de Conflent, la cual había tenido la fortuna o la
sagacidad de luchar en el bando vencedor, durante las luchas dinásticas y las
rebeliones nobiliarias, manteniendo su fidelidad a los descendientes de
Carlomagno.
Wifredo era
ya conde de Urget y de Cerdaña y Conflent. Obtenía ahora el núcleo más importante y coherente de
las jurisdicciones de la Marca Hispánica.
La
principal tarea de Wifredo consistió en r4epoblar la Cataluña central en el
condado de Osona, que había quedado convertida prácticamente en un desierto
tras la revuelta antifranca protagonizada
por los hijos de Bera.
El método
utilizado para ello fue el de la aprissio llevada a cabo por las
familias de campesinos montañeses y algunas magnates.
Para organizar
el territorio el conde restauró la sede episcopal de Vic, fundó el monasterio
de Ripoll y creo un nuevo vizcondado.
Esta ampliación
de la presencia cristiana y la construcción de la importante fortaleza de Cardona levantaron los
recelos de los musulmanes leridanos fortificaron la ciudad y cuyo valí se
apresuró a lanzar un ataque contra las
tierras de Wifredo que murió intentando defenderles el 11 de agosto de 897. A consecuencia
de esta incursión quedaron nuevamente desplomadas las tierras del Vallés,
próximas a Barcelona.
La importancia histórica de Wifredo es inferior a la que durante mucho tiempo quisieron atribuirle algunos historiadores románicos de Cataluña.
Siempre se mantuvo fiel a los soberanos francos y se
limitó a desarrollar con competencia las funciones condales que tenía
encomendados. Sin embargo la organización y poblamiento del territorio tendría
importantes consecuencias y asentó el papel cada vez más relevante dentro de la Marca tenían los Condes de Barcelona-Gerona-Osona. Sus
descendientes, la dinastía conocida como Casa de Barcelona que desempeñarán un
papel de primer orden gracias a que unas veces por voluntad y otras por
afortunadas circunstancias lograron mantener unidos estos territorios a que su
amplía frontera con los musulmanes les permite ser los principales beneficiarios de las parias y la expansión
territorial, y a que las líneas dinásticas no se rompieran durante más de quinientos
años.
La
posterior unión con el reino de León no hará sino ampliar la base territorial y
los recursos de unos condes que, gracias a la debilidad de los monarcas
carolingios ya habían alcanzado la situación de príncipes soberanos. Sin embargo
todos estos avatares también quedaran
reflejados en la estructuración política de Cataluña, que nunca reconoció un
rey del territorio como tal y donde el poder político y económico de los condes
de Barcelona será siempre muy limitado.
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