Tras varios días de largo viaje acamparon en Toledo el 14 de julio de 939, allí se fueron incorporando varias levas mercenarias y prosiguieron para cruzar las montañas del sistema Central por Tablada en Guadarrama, cruzaron la Sierra de Gredos y prosiguieron a través de la llamada Sierra de Francia en la provincia de Salamanca y por fin en la ribera del río Cega se detuvo aquel numeroso ejército para reponer las fuerzas y los ánimos después de muchísimos kilómetros acumulados.
Las tropas califales ya iban dando muestras de agotamiento cuando inesperadamente el cielo se eclipsó totalmente y oscureció, produciendo el pánico colectivo, entendiendo que aquello era una señal de mal augurio, máxime al ser totalmente supersticiosos estando convencidos que se aproximaba el fin de sus días.
El primer enfrentamiento con las tropas del rey Ramiro se produjo el día 6 de agosto de 939, en la margen derecha del río Pisuerga, próximo a la población de Simancas, allí estaba el rey Ramiro de León, luciendo sus galas guerreras y sus huestes de Riaño, Astorga, Bembibre, Orbigo, Maraña, Ponferrada y Pajares, así como los bables y maragatos.
Hicimos sonar atabales formando estruendoso ruido para meterles el miedo, después marcha “allegro non tropo” al Abderrahman se le escapó un suspiro y un “hay” al observar el enorme contingente del enemigo, se le hizo un nudo en la garganta que le impedía hablar con normalidad, después pidió le sirvieran un chambi, al hombre se le quedó la lengua seca y la garganta atragantada, tragó el helado y quedó pensativo y cabizbajo a continuación miró al cielo y se encomendó a Alá, después se sacudió el polvo acumulado en el pecho con la mano diestra, sacó el pañuelo se limpió el sudor frío de sus mejillas e hizo la señal previa de al ataque, tocamos arrebato y zafarrancho de combate dando comienzo la confrontación, ambos contingentes se apresuraron en enorme carrera finalizando en tremendo choque, hubo empujones, apretones y revolcones, pisotones y agarrones, estruendoso crujir de escudos al chocar contra las espadas, el trote de los caballos galopando hacía que temblase la tierra, los equinos asustados relinchaban con denuedo, daban brincos, patadas y coces, evidentemente estaban desbocados ante el fuerte y ronco vocerío de ambos ejércitos.
La inicial embestida estuvo a cargo de Abderraman obligando a retroceder a las fuerzas cristianas, nosotros llevábamos el auxilio de las tropas del gobernador de Zaragoza, Abu-Yahia, no olvidando que resultó un traidor y culpable del principal desastre de Osma, tres años antes de esta confrontación, no obstante llevaba sus gentes de Calatorao, Ricla,
Desde nuestra tribuna en el puesto de observación y mando era imposible dirigir palabras de aliento a nuestros guerreros, no obstante se aplaudía con entusiasmo al objeto de enaltecer los ánimos en esa dura y sin par noble pelea.
Hubo de todo, lamentos de heridos en el umbral de la muerte, regueros de sangre y cuerpos llenos de mutilaciones, sollozos y llantos, hombres agonizantes pidiendo auxilio, fue un duro y cruento combate, todo un horror que jamás se borrará en el recuerdo, el resultado de aquella confrontación no fue del todo concluyente pero si quedando plenamente demostrado la superioridad de la caballería leonesa.
Cinco días duró aquella pelea de amargos sudores, eso sí cuando sacábamos la bandera blanca era de obligado cumplimiento descansar un rato de tanta refriega, por la noche sonaban trompetas dando la señal de silencio, era necesario dormir para reponer las fuerzas respetando por ambos bandos tan deseada señal.
Al quinto día y antes del alba tocaron ellos una marcha muy alegre con chirimías y trompetas y un entusiasta redoblar de tambores, afinamos la oreja y oímos que estaban eufóricos, tocaban los mardita madre la marcha de allegro triunfanti, estos hicieron el recuento y les resultó favorable, de momento salieron árbitros de ambos bandos y cotejaron el recuento efectivamente ellos habían vencido, pusieron el cartelón como ganadores de la pelea en el quinto round.
Cuando observamos el resultado de aquella batalla nos vimos obligados a tocar la marcha huida con motto, se formó la desbandada y el rey Ramiro II, aún con sus incuestionables pérdidas al contemplar la retirada del ejército, decidió salir en su persecución originando tal hostigamiento que duró varios días en los barrancos de Alhandega, muchas vidas costó aquel trance; al Abu-Yahia de Zaragoza nuestro aliado lo hicieron prisionero, de modo que los omeya perdimos la batalla pero no la guerra.
¡¡¡HASTA OTRO DÍA!!!
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