Llegó Sancho
su casa tan alegre y contenta, que su mujer conoció su alegría a tiro de
ballesta, tanto que le obligó a preguntarle, ¿Qué traéis Sancho amigo que tan
alegre venís, a lo que respondió, mujer mía, a Dios quisiera, bien me holgara
yo de no estar tan contento como muestro.
-No os entiendo marido, replicó ella, y no sé lo que queréis decir con eso de que os holgareis, si Dios quisiera, de no estar contento.
-Mirad, Teresa, respondió Sancho, yo estoy alegre porque tengo determinado volver a
servir a mi amo Don Quijote, el cual quiere por tercera vez salir a buscar aventuras,
y yo vuelvo a salir con él, porque quiere así mi necesidad junto con la esperanza, que me alegra, de
pensar si podré hallar otros cien escudos como los ya gastados, aunque me
entristece el haberme de apartar de ti y de mis hijos..
-Bien
creo yo marido respondió Teresa que, los
escuderos andantes no comen el pan de balde, y quedaré rogando a nuestro Señor,
os saque presto de tanta malaventura.
-Yo os
digo mujer, respondió Sancho que si no
pensase antes de mucho tiempo verme gobernador de una ínsula, aquí me caería
muerto.
Eso no
marido mío dijo Teresa, viva la gallina aunque sea con su pepita; vivid vos y llévese el diablo cuantos gobiernos hay en el mundo. Pero mirad, Sancho sí por
ventura os viereis con algún gobierno, no os olvidéis de mí y vuestros hijos.
Advertid que Sanchico tiene ya quince años cabales y es razón que vaya a la escuela, si es que su tío el
Abad lo ha de dejar hecho clérigo. Mirad también que Mari Sancha, vuestra hija,
no se morirá si la casamos; que me va dando barruntos que desea tanto tener
marido como vos deseáis veros con el gobierno.
-A buena fe respondió Sancho, casadla con uno de su igual que es lo más acertado.
Traed vos dineros, Sancho, y el casarla dejadlo a mi
cargo, ahí está Lope Tocho, el hijo de Juan Tocho, mozo rollizo santo, que no
mira de mal ojo a la muchacha, y como éste que es de nuestro igual, estará bien
casada y seremos todos unos padres e hijos, nietos y yernos, andará la paz y la
bendición, bien será que el hijo herede y aprenda el oficio.
En teniendo gobierno dijo Sancho, enviaré por él por la posta, y te enviaré dineros, que no me faltarán, pues nunca falta quien se los preste a los gobernadores cuando no los tienen.
-Enviad vos dinero dijo Teresa; que yo lo vestiré como un palmito. Con esto se acabó su plática, y Sancho volvió a ver a Don Quijote para tratar de su partida.
Al llamar a su puerta le abrió su sobrina y salió a recibirlo Don Quijote con los brazos abiertos, encerrándose los dos en su aposento.
Apenas vio el ama que Sancho Panza se encerraba con su señor, cuando dio en la cuenta de sus tratos, imaginando que de aquella consulta había de salir la resolución de su tercera salida. y tomando su manto, toda llena de de congoja y pesadumbre, se fue a buscar al bachiller Sansón Carrasco, pareciéndole que, por ser bien hablado y amigo de su señor, lo podría persuadir para que dejase tan desvariado propósito.
Hallólo paseando por el patio de su casa y, en viéndolo, se dejó caer a sus pies, preguntóle a que se debía la visita, ella respondió, no es nada señor, sino que mi amo se sale.
¿Por dónde se sale señora?, preguntó Sansón,¿Se le ha roto alguna parte del cuerpo?.
No, respondió ella, sino por la puerta de su locura, quiero decir, señor bachiller, que quiere salir otra vez a buscar por ese mundo lo que él llama aventuras. La primera vez nos lo devolvieron atravesado sobre un jumento,molido a palos, la segunda vino en un carro de bueyes, metido y encerrado en una jaula donde él creía estar encantado.
Venía tan triste, flaco y amarillo que, para volverlo un tanto en sí, gasté más de seiscientos huevos, como sabe todo el mundo, y mis gallinas que no me dejarán mentir.
Eso creo yo muy bien respondió el bachiller, que son tan buenas, gordas y bien criadas, que no dirán una cosa por otra, así revienten. ¿No hay otra cosa, ni ha sucedido otro desmán alguno, sino el que teme querer hacer el señor Don Quijote?.
-No señor respondió ella.
-Pues no tenga pena, respondió el bachiller, váyase enhorabuena a su casa y téngame aderezada para almorzar alguna cosa caliente, que yo iré luego allá y verá maravillas. Se fue el ama, y el bachiller fue luego a buscar al cura para consultar con él.
-Mientras tanto, decía Sancho a su amo:
Señor ya tengo medio reducida a mi mujer para que me deje ir con vuestra merced, que hablen cartas y callen barbas, porque quien destaja no baraja, pues má vale un tomo que dos te daré, y yo digo que el consejo de la mujer es poco y el que no le toma es loco, que, como vuestra merced mejor sabe, todos estamos sujetos a la muerte, hoy somos y mañana no, tan presto se va el cordero como el carnero, y nadie puede prometerse en este mundo más horas de vida de las que Dios quisiere darle. La muerte es sorda, y cuando llama a las puertas de nuestra vida, siempre va de prisa, no la harán detener ni ruegos, ni fuerzas, ni cetros, ni mitras, según en pública voz y fama, y según nos lo dicen por esos púlpitos.
Todo es verdad dijo Don Quijote, pero no sé adónde vas a parar. -Voy a parar dijo Sancho en que vuestra merced me señale salario conocido que se me pague de su hacienda, que no quiero estar a mercedes que lleguen tarde o nunca. en fin, quiero saber lo que gano, poco o mucho, que sobre un huevo pone la gallin, y muchos pocos hacen un mucho, y mientras se gana algo no se pierda nada.
-Sancho amigo respondió Don Quijote, he penetrado lo último de los pensamientos y sé el blanco a que tiras con las innumerables saetas de tus refranes Yo bien te señalaría salario si hubiera hallado, en alguna de las historias de los caballeros andantes, ejemplo que descubriese y mostrase por algún pequeño resquicio qué es que lo escuderos solían ganar cada mes o cada año, pero yo no me acuerdo de haber leido que ningún caballero andante haya señalado salario a su escudero..
-Todos servían a merced y cuando menos lo pensaban, se hallaban premiados con una ínsula o con otra cosa equivalente. Si con estas esperanzas y advertimientos, Sancho, gustas de volver a servirme, sea en buena hora, y si no quieres venir a merced conmigo y correr la suerte que yo corriere, que Dios quede contigo y te haga un santo, a mí no me faltaran escuderos más obedientes, más solícitos y no tan empachados y habladores como tú.
- Cuando Sancho oyó la firme resolución de su amo, se le nubló el cielo y se le cayeron las alas del corazón, porque porque tenía creído que su señor no se iría sin él por todos los haberes del mundo, y así, estando suspenso y pensativo, entró Sansón Carrasco y el ama con la sobrina, deseosas de oír con qué razones persuadía a su señor para que tornase a buscar aventuras.
Sansón abrazando a Don Quijote como la vez pinera con voz levantada, le dijo: - ¡Oh, flor de andante caballería, och luz resplandeciente de las armas, och, honor y espejo de la nación española!.
Ea, señor Don Quijote, antes hoy que mañana se pongan vuestra merced y su gran rocín en camino, que si alguno cosa faltare para ponerlo en ejecución, aquí estoy yo para cumplr con mi persona y hacienda, y si fuere necesario servir a su magnificencia de escudero lo tendré por felicísima ventura. A esta sazón dijo Don Quijote, volviéndose a Sancho. -¿No te dije yo, Sancho que me habían de sobrar escuderos.
¡Mira quién se ofrece a serlo!. Pero no permita el cielo que, por seguir mi gusto, desbarate y quiebre la columna de las letras y el vaso de las ciencias y trunque la palma eminente de la
Quédese de nuevo Sansón en su patria y horrándola, honre juntamente las canas de los ancianos padres, que yo con cualquier escudero estaré contento, ya que Sancho no se digna a venir conmigo.
-Sí me digno respondió Sancho, enternecido y llenos de lágrimas los ojos, no se dirá por mí señor, el pan comido y y la compañía deshecha, que no vengo yo de alcurnia desagradecida. Sabe el mundo, y especialmente mi pueblo. quienes fueron los Panzas.
-Si me he puesto en cuentas acerca de mi salario, ha sido por complacer a mi mujer, que, cuando se pone a persuadir de una cosa, no hay mazo que tanto apriete los aros de una cuba como ella aprieta para que se haga lo que ella quiere. Admirado quedó el bachiller de oír el término y modo de hablar de Sancho Panza.
-En los tres días siguientes, Don Quijote y Sancho se acomodaron de lo que les pareció más conveniente y, habiendo aplacado Sancho a su mujer y Don Quijote a su sobina y a su ama, al anochecer del tercero, sin que nadie los viese sino el bachiller, que quiso acompañarlos media legua, se pusieron en camino del Toboso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario