El desarrollo de los reinos peninsulares va creando unas formaciones militares propias con la estructura clara de un ejército bien organizado, sustento del orden establecido.
En esencia, los ejércitos de los reinos cristianos peninsulares cuentan con tres tipos de elementos: hombres de armas (lanzas), caballería ligera jinetes, e infantería (peones).
El núcleo
principal lo forman los caballeros, el primero de los cuales es el rey y que
tienen la obligación de asistir a la llamada de su señor con su mesnada o
peonada.
Los
caballeros tienen sus armas propias (espada, daga, lanza, azcona y cuchillo de
misericordia) y una vestimenta especial para el combate. Compuesta por el yelmo,
las brafoneras, la malla de escamas de hierro, el pespunte, la loriga, la
adarga o el escudo, la gambax de cendal, las trabuqueras, y el almófar.
Los peones
están ligados por vínculos de dependencia o por dinero a los señores, e incluso
al propio rey (villano) y tienen la obligación de guardar armas en su casa y de
acudir a la llamada de su señor, so pena
de graves castigos.
La obligación de poseer armas en una sociedad como la peninsular siempre en guerra, se extiende a todos los estamentos sociales, así como la obligación de prestar una especie de servicio militar.
Este
último aspecto empieza a encontrar ciertas disposiciones reguladoras, a partir
del siglo XIII, en las que se refleja incluso
la forma de librarse del servicio militar a cabo de un elevado precio que normalmente
se cifra en el valor de la soldada de un
mercenario.
Los ejércitos
medievales, reflejan en sus ordenanzas y modo de organizarse tomadas del modelo
de las cruzadas a Tierra Santa, como en la Corona de Aragón o de los musulmanes
o bien de la antigüedad clásica, como el orden de acampada que se practica
mucho en Castilla.
Los mercenarios
son un elemento muy importante de los ejércitos de ésta época. Ellos configuran
en mayor o menor medida las tropas peninsulares,
como lo demuestran los almogávares de la Corona de Aragón o los musulmanes
empleados por Castilla.
Ni quito ni pongo rey, pero defiendo a mi señor Beltran de Guesclin
A veces
se llaman incluso a mercenarios extranjeros, como las Compañías Blancas de Beltrán
de Guesclin en la guerra castellano aragonesa.
Las
actividades bélicas y las mesnadas llegan a alcanzar tal importancia en ésta
época , que se prohíbe tomar o retener las armas de una persona como pago de sus deudas.
Poco a
poco, el ejército irá evolucionando hasta quedar en manos de los caballeros,
únicos que pueden permitirse el lujo de soportar los gastos del equipo bélico.
Los
peones quedan reservados para proporcionar bases económicas que permitan el
desarrollo de la guerra y como reserva armada en los momentos de peligro. Cuando llega la
hora de repartir los botines, solo los caballeros salen beneficiados.
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