martes, 8 de abril de 2025

EL ARTE DE LA GUERRA EN EL SIGLO III a.C.

 

                 EL ARTE DE LA GUERRA EN EL SIGLO lll a.C.

 

Los principales avances, tanto en la teoría como en la práctica militares con anterioridad a las Guerras Púnicas, ocurrieron todos ellos en el mundo griego.

Las ciudades Estado griegas fueron las primeras en desarrollar las falanges (organización táctica para la guerra) de hoplitas (soldado de Infantería de la antigua Grecia), una densa masa de soldados de infantería bien armados que avanzaba y luchaba arrollando cuanto se le ponía en el camino.

En tierra esos hombres armados con espadas denostaron ser superiores a cualquier otra clase de combatientes hasta el comienzo del siglo IV a.C.

Se trataba de un sistema de lucha especialmente diseñado para los soldados-granjeros-griegos, que deseaban resolver las campañas rápidamente para poder regresar de inmediata a trabajar en sus granjas.

No exigía demasiada habilidad técnica y tampoco una excesiva preparación, para que los ciudadanos griegos,  (sí se hace excepción de los espartanos), tenían poco tiempo, pero sí un gran coraje y una intensa solidaridad de grupo, algo que los hoplitas de las ciudades-Estado poseían en abundancia.

Las tácticas eran sencillas, en especial cuando dos falanges parecidas se enfrentaban la una a la otra en una guerra entre ciudades rivales, las sutilezas tales como las tropas de reserva eran  absolutamente desconocidas. Numerosas guerras eran cosa de unas semanas y se resolvían después de un día de batalla en alguna de las escasas llamaras que  contaba la Península Helénica.



El arte de la guerra fue evolucionando en Grecia a medida que iba cambiando la sociedad y, en los siglos  V y IV a.C. aparecieron en un número cada vez mayor lo soldados profesionales, las campañas tendieron a durar mucho más  y dejaron de estar sujetas a la duración del año agrícola, mientras que el generato y las tácticas fueron adquiriendo importancia.

Filipo II y Alejandro Magno de Macedonia dirigieron soldados profesionales  bien preparados y disciplinados, formando ejecitos en los que se incluían secciones de caballería pesada y ligera, y cuerpos de infantería  ligera que acompañaban a la infantería pesada de las falanges que, en lugar de espadas, ahora iba armado con lanzas que sostenían a dos manos. Fue con un ejército de esta clase con el que Alejandro alcanzó la india a través de Oriente Próximo en algo más de una década.


En ese momento el sistema militar heleno había demostrado su superioridad sobre cualquier otro de los existentes en el mundo, pero después de la muerte de Alejandro y de la desmembración del Imperio en varios reinos sucesores en disputa, los ejércitos al estilo macedónico se encontraron enfrentándose a menudo a otras fuerzas parecidas.

Allí donde ambos bandos hacían uso del mismo sistema táctico y de idéntico equipamiento, era mucho más difícil alcanzar la victoria decisiva. Como consecuencia de ello, esos ejércitos comenzaron a experimenta con toda clase de armas inusuales, como los carros armados de cuchillas, los elefantes de guerra y una caballería provista de una pesada armadura de escamas, en un intento por conseguir cierta ventaja sobre el enemigo.

También se concedió mucha más importancia al papel del comandante que trataría de obligar a que se presentase batalla n las condiciones más favorables para su propio ejército y de evitar el contacto si la situación se había puesto en contra.

Ni los romanos ni los cartagineses contaban con un ejército moderno basado en el modelo helenístico, pero las campañas que se libraron entre ellos iban  hacerse en buena medida siguiendo el arte de la guerra helenística contemporánea. El elemento más  importante y decisivo de la guerra continuó siendo la batalla campal, aunque las incursiones por sorpresa y los asedios  comenzaron  ahora s desempeñar un papel mucho más significativo del que había tenido en la época de la confrontación entre hoplitas.

Una clara victoria conseguida en una batalla en campo abierto era la mejor manera de ejercer presión sobre el enemigo, pero existía también la posibilidad de la derrota, por lo que la batalla en campo abierto suponía también un riesgo que no se debía tomar a la ligera.

Un número elevado de bajas era difícil de sustituir con rapidez, desde el momento en que tanto los mercenarios cartagineses como los soldados de leva romanos  exigían tiempo para convertirse en una fuerza de combate en la que poder confiar. Incluso aunque la mayoría de un ejército derrotado consiguiera sobrevivir sl encuentro se veía profundamente hundido en su moral, por lo que era improbable  que pudiera enfrentarse al mismo enemigo de nuevo con alguna posibilidad de éxito hasta pasado algún tiempo.

Las batallas no se libraban prácticamente nunca por otros motivos estratégicos que destruir al ejército enemigo; por tanto un buen comandante buscaba presentar combate cuando consideraba que tenía muchas posibilidades de victorias y evitar la confrontación de no ser así.



Las campañas de las Guerras Púnicas cubrieron un territorio muy extenso, al tiempo que los ejércitos involucrados eran relativamente pequeños.

Con unos servicios de inteligencia estratégicos habitualmente pobres y en ocasión inexistentes, era raro que uno de los bandos poseyera una idea clara de localización del enemigo hasta que los dos llegaban a estar muy próximos. En esa época los ejecitos acostumbraban a desplazarse de una manera descuidada, moviéndose tan rápidamente como les fuera posible hacía la zona que se había previsto para realizar la campaña, y sólo se volvían cautelosos cuando el ejército enemigo se hallaba  ya situado a escasos días de marcha.



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